¿Nazi el PAN?
José M. Murià
L
a verdad es que el señor Rafael Barajas Durán no engaña a nadie. El seudónimo con el que firma sus espléndidos cartones enLa Jornada, que a todos deleitan, es precisamente El Fisgón. En consecuencia, no tiene nada de raro que haya andado no sé cuánto tiempo fisgoneando por doquier en un cúmulo enorme de libros, revistas y documentos, además de andar preguntando aquí y allá, para agenciarse un impresionante cuerpo de datos que no dejan lugar a duda: el Partido Acción Nacional, fundado en 1939 –no por casualidad cuando Franco triunfó en España–, tiene una fortísima raíz nazi, fascista o franquista.
Póngale usted el nombre que quiera, pues son formas diferentes –al igual que el
sinarquismo– del totalitarismo que resultó hegemónico en buena parte de Europa occidental cuando se acercaba el fin de la primera mitad del siglo XX. En España, cuya naturaleza se devanea entre el sur de Europa y el norte de África, sobrevivió hasta el 20 de noviembre de 1975 y, en más de un sentido, no ha desaparecido del Partido Popular que hoy día la gobierna, con el voto mayoritario de los diputados.
La connivencia de dicho partido con el de Acción Nacional, mexicano, que se hizo manifiesta en más de un sentido durante la reciente
docena trágica, permite suponer que, pese a haber asumido procedimientos diferentes, guarda un lugar importante en el fondo de su corazón.
El libro de Barajas Durán, El Fisgón, deja muy claramente establecido que entre la vieja guardia panista, ahora reputada de demócrata, hubo más que una devoción y compromiso con la embajada alemana en México en la época de Hitler, que operó con muchos recursos para cooptar personas influyentes.
Habiendo encontrado una buena cantidad de ejemplares de la revista La Reacción (?), entre otros materiales que no han estado al alcance del común de la gente, El Fisgón la reconoció como una publicación abiertamente fascista –y, según él sospecha, hasta patrocinada por la propia embajada alemana–, y observó las contribuciones en textos de primeras espadas del PAN y no
figuras menores ni militantes fugaces.
Vale hacer mención que si El Fisgón es excelente con el lápiz, no lo es menos Barajas con la pluma: el material está perfectamente ordenado y sistematizado y muy ágilmente escrito y descrito. Además, las casi 250 páginas del libro gozan de una cauda da caricaturas de la época fundacional del PAN y del auge del totalitarismo, que no sólo se convierten en excelentes adornos, sino que coadyuvan y fortalecen lo dicho en letras.
Vale hacer una precisión, además de exhortar a la lectura de este libro que divertirá y nos ayudará a formar una imagen más rica del México del siglo XX: no se dice en él que todo el PAN sea nazi. Simple y sencillamente se muestra, de manera inequívoca, que tiene una fuerte raíz de esta índole. Con el tiempo han militado en ese partido personas sumamente respetables, y algunas de las que participaron del nacional socialismo de sus orígenes con el tiempo enderezaron el rumbo y unos pocos hasta acabaron comprometiéndose con un ideario de justicia social que les ha valido ser tachados de muchas cosas por parte de sus antiguos camaradas.
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