En un año electoral
Octavio Rodríguez Araujo
E
l año comienza mal en muchos sentidos. Esto repercutirá en las elecciones. El PRI, que aprovechó el desprestigio de Calderón para ganar votos desde 2007 hasta 2012, podrá ver su fuerza menguada pues la población, especialmente la mayoritaria, está descontenta y la economía no parece que vaya a mejorar antes de los próximos comicios federales. Tiene en su contra, además, el caso de Iguala y la inseguridad generalizada que sigue afectando a los mexicanos, incluso a los empresarios. No se puede decir que su estrategia contra el crimen organizado esté teniendo éxito. Las noticias diarias lo desmienten y, la verdad, ya quisiéramos ver resultados y poder salir a la calle sin miedo.
El PAN comenzó a perder votos con Calderón y no hay indicios para pensar que se vaya a recuperar. Está en un tercer lugar electoral y probablemente siga a la baja. Doce años de panismo no beneficiaron al país en ninguna pista y no se ven razones para pensar que tiene soluciones para los graves problemas por los que atraviesa México en estos momentos. Los empresarios, que por algún tiempo pensaron en el PAN como sustento político para su desarrollo, han regresado al PRI como alternativa más segura para seguir enriqueciéndose, sobre todo porque el nuevo partido tricolor no tiene ya rastros de populismo o cosa semejante. Las derechas de a pie, es decir, el conservadurismo de clase baja, no se identifican con el PAN, y quizá con ningún otro partido.
Las izquierdas no están mejor posicionadas. El PRD, lejos de aprovechar los errores de Calderón, le dejó al PRI toda la cancha y sus dirigentes prefirieron sacar provechos personales que engrandecer a su partido. Antes de 2012 ya sabían que López Obrador trataría de formalizar su Movimiento Regeneración Nacional (Morena) como partido y que, por lo mismo, le restaría afiliados y militantes, pero tampoco hicieron nada por evitarlo. Más bien pareció que les agradecían a sus respectivos santos que el tabasqueño los abandonara. El problema es que su votación en la última presidencial fue en cierto modo artificial para el partido del sol azteca, pues en realidad la gente votó por AMLO más que por el partido, con algunas excepciones. Perdieron gubernaturas y la del Distrito Federal no la aseguraron a futuro pues no podrían afirmar que Mancera sea de los suyos (tampoco los delegados).
Morena, apenas registrado como partido hace unos meses, tiene muchos retos que enfrentar, pues sus aliados tradicionales tratarán de aprovechar la coyuntura no sólo para mantener su registro sino para fortalecerse.
Para mí, con la información disponible, no será fácil que la inauguración electoral de Morena sea como quisieran sus dirigentes. Es un partido nuevo del que poco se conoce más allá de sus dirigentes y su popular líder. Sin embargo, tiene varios puntos a su favor: el país que prometió Peña Nieto no está, ni de lejos, mejor que hace dos años. El PRD no ha hecho nada espectacular en estos dos años y López Obrador, en cambio, ha podido comprobarle al país que la reforma energética, la corrupción y la inseguridad siguen siendo obstáculos para el desarrollo de México y el fortalecimiento de nuestra soberanía. En este sentido, quizá la novedad que representa Morena sea uno de sus atractivos, pues los demás partidos no son vistos como soluciones sino como parte del problema, de los problemas.
Quienes llaman a boicotear las elecciones o a la abstención están, como siempre, perdidos en el espacio: los partidos ganan por mayoría de votos y no por obra y gracia de poemas o diatribas de líderes trasnochados o de botargas que se resisten a jubilarse. Si votan pocos, ganarán con pocos votos, si votan muchos, pues con muchos. Así es, aunque no quieran verlo. El PRI, por cierto, querría que la votación fuera baja, pues le conviene en términos de porcentajes posibles a su favor.
En fin, no es buen año para elecciones, no para los partidos, pero éstas se llevarán a cabo y puede haber sorpresas. Ojalá, pues no todo puede ser tan malo como lo presagia la situación actual.