A la mitad del foro
Ecos del lavadero
León García Soler
En Guerrero, advierten diversos grupos de inconformes que exigen justicia, no habrá comicios, pese a los anuncios oficiales de que el proceso electoral se llevará a caboFoto Javier Verdin
E
n Guerrero no habrá elecciones. Respuesta airada de los manifestantes que exigen justicia y la aparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Y que aparezcan vivos. Y que los extensos volúmenes de averiguaciones previas, órdenes de aprehensión, declaraciones de los cientos de detenidos y consignados, se reduzcan a una sentencia breve y fulminante. Una que no contradiga la convicción de que
¡fue el Estado!; una que confirme la desconfianza, la incredulidad de los de abajo. Sea cual fuere la respuesta del gobierno que representa, precisamente, al Estado.
Cunde la rebelión en las tierras sureñas donde no desaparecieron los poderes que ya eran espejismo, juego de abalorios; burla de tontos cuando los panistas tropezaban con la inexistente facultad de desaparecer los poderes, cuando en el Senado de la República se salieron por la tangente y enviaron a una comisión al Congreso del estado y al Tribunal Superior de Justicia: ¿Están ahí, señores? Y con gesto sapiente de quien ha encontrado la cuadratura al círculo, festejaron los comisionados la obvia respuesta: presentes y activos, luego no han desaparecido los nebulosos poderes. La terca realidad proyectó al mundo entero imágenes del palacio de gobierno en llamas, en Chilpancingo, en la capital del estado. El vacío.
Polvos de aquellos lodos para el baño de Ángel Aguirre. Que pida licencia el amigo. Y la pidió y se la dieron. Para regocijo de los dirigentes del PRD que acudieron a Iguala a defender al cacique municipal, al indiciado cómplice de narcotraficantes, señalado por sus paisanos y compañeros de partido como asesino de más de un par de perredistas. Y para alivio de los funcionarios del gobierno federal y dirigentes del PRI dispuestos a no mover las aguas del pantano en el que fatalmente se hundían. Y se hunden cada vez más, con el peso de la responsabilidad eludida: esperar que las autoridades locales cumplieran su deber. Autoridades cómplices del crimen organizado, que dictaron despóticas órdenes de detener
a como dé lugara los normalistas de Ayotzinapa. El cinismo del hoy gobernador con licencia, y la pasividad de los hombres del Presidente que dejaron hacer, dejaron pasar, como si estuvieran ante el altar del dogma neoconservador.
De ahí p’al real. Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Carlos Navarrete se envolvieron en la capa protectora de la ira popular que no distingue entre partidos cuando de culpar al poder se trata: Fue el poder, fue el Estado, fue el Presidente de la República. Le voltearon la oración por pasiva a las autoridades, cuyas facultades consisten en juzgar a los autores materiales o intelectuales de un crimen. Aunque en el de esta barbarie y cinismo cuesta llamar intelectual a cualquiera de los enfangados. Antes de que imperara el caos anarquizante en Guerrero, sin más apariencia de poder constituido que la tímida apariencia y actuación del profesor que designaron sustituto del cínico que pidió licencia.
De ahí p’al real: cuesta abajo. Vendría la escandalosa denuncia de lacasa blanca; la indignación y condena que cundieron a través de las redes sociales del desorden desaforado. Y la ausencia de una respuesta política a un asunto de gravedad política. No se trata de que el vocero de la casa presidencial salga a escena a decir que fue un negocio privado y no de funcionario alguno, nada menos que el presidente Enrique Peña Nieto. Y la secuencia del primer error: que la esposa del titular del Poder Ejecutivo de la Unión saliera en las pantallas de televisión a
aclararla privacidad del asunto y el origen del capital invertido. ¡Caray! Cuesta abajo. The Wall Street Journal, el favorito de los del uno por ciento que son dueños del noventa por ciento del capital habido y por haber, denunció que el Presidente de México le había comprado otra casa, en club de golf y a otro contratista, cuando era gobernador del estado de México.
A las dos de la mañana un boletín. Y al amanecer, el vocero, heraldo de la majestad de la ley: Fue un negocio legal. Y ya. Pero al de Los Pinos le movieron el piso y The Economist, biblia de los neoconservadores mexicanos, la revista británica que acuñó la frase triunfalista: The mexican moment, anticipó riesgos para el orden establecido debido a los errores de Peña Nieto: Parecieran beneficiar a Morena, al partido del desquiciante Andrés Manuel López Obrador.
Mesiánico, dicen los británicos, ajenos a la intemperancia tropical y la conversión del tabasqueño en predicador de las virtudes teologales y el triunfo del bien sobre el mal. López Obrador en lo suyo, en la tenaz persecución del poder presidencial que dice despreciar, o al menos, no buscar con la fiebre de la pasión por mandar. En Puebla, López Obrador se olvidó de British Petroleum y atribuyó a la Gran Bretaña la propiedad de Shell, la empresa petrolera que será beneficiada, dijo, por la reforma energética.
Los maestros de la Ceteg y otros activistas que acompañan a los padres de los 43 desaparecidos han comprobado la desaparición de poderes en Guerrero. Y al repetir una y otra vez que este año no habrá elecciones en el estado: al asegurar que ya han iniciado el proceso de designar gobiernos populares en los municipios, reafirman su desapego al pacto federal. Y la respuesta a un posible estado de excepción, en caso de que el gobierno fuera incapaz de garantizar la seguridad de los votantes y las autoridades electorales, en todas las casillas.
No creo que el gobierno federal eluda el cumplimiento de ese deber. Pero al escuchar el soez griterío en las alturas de los partidos políticos, ver al sistema plural convertido en lavadero, fuente de chismes y calumnias, exhibicionismo de antecedentes criminales, de riquezas mal habidas, de traiciones, del envilecimiento del lenguaje y la glorificación del servilismo acomodaticio, quisiera uno que en verdad no hubiera elecciones, ni en Guerrero, ni en Michoacán, ni en Oaxaca, ni en Tamaulipas... Da grima oír a los farsantes que hacen como que hacen política; ver las listas de candidatos en la democracia sin adjetivos y sin demócratas.
En Acapulco se registra como candidato del PRD a la presidencia municipal Ángel Aguirre junior, hijo del que pidió licencia. Carlos Navarrete sube al púlpito:
los partidos sin instrumentos de participación electoral de los ciudadanos. Es la movilidad social. Que nadie se sorprenda de ello. ¡Caracho!
La movilidad social. Será la de los caciques a los que Jesús Ortega
insinuó, al senador Armando Ríos Piter acercarse en busca de apoyo. Ortega se refería al gobernador defenestrado, pero con poder para hacer a su hijo candidato. Ríos Piter optó por buscar donde no se mezclen las paridas con las preñadas. Como renunció tardíamente Alejandro Encinas. Se desmorona el castillo de naipes del PRD.
Dirán los herederos de los polkos que así son los del común, dizque de izquierda. Pero el azul del PAN huele a azufre; los de la derecha decente y la mochería elegante, disputan el botín del poder con furia diabólica. Los de Gustavo Madero no ceden a los embates de los escuderos de Felipe Calderón Hinojosa. El de la guerra no santa, levita montaña mágica de Davos: Madero, dice, quiere el partido, quiere todo y luego ser Papa.
Hay que repasar las listas de candidatos del PRD y del PAN; oírlos llamarse ladrones, allegados al narco y al lavado de banqueros de postín. Todo en favor del PRI. Salvo que el PRI se derrota a sí mismo. O calla en espera de que Enrique Peña Nieto dé respuestas políticas a conflictos políticos; logre acercarse a los del mandato del que se aísla y distancia.