Al gobierno Ficrea le crecieron los enanos
Javier Jiménez Espriú
M
e permito llamar gobierno Ficrea al encabezado por Enrique Peña Nieto, debido a sus enormes semejanzas con la hoy tristemente célebre empresa de ese nombre. Ambos han ofrecido condiciones extraordinarias a quienes deben servir, y ambos lo que han hecho, con procedimientos ilegales, trampas y mentiras, es desaparecerles el patrimonio que les es propio.
Ésta, a los ingenuos inversionistas que confiaron en ella; y aquél, a la nación a la que juró servir con dedicación y patriotismo.
Hace unos días, el secretario de Hacienda salió a los medios a avisarnos que si las condiciones de la baja del precio del petróleo continuaban –que continuarán– habría –que habrá– que pensar en recortes al gasto público. Es el mismo funcionario que en repetidas ocasiones nos informó que esta crisis petrolera no nos afectaría, porque se había adquirido un seguro que garantizaba el precio del barril en la cantidad que se había planteado en el presupuesto de 2015. ¿Por qué entonces hoy habla de recortes al gasto? Se guardó de decirnos que no habría las inversiones ni las participaciones a los estados, provenientes de los excedentes petroleros que no existirían.
Una vez más nos engañó, con verdades a medias que no son sino mentiras dolosas, como ha sido la costumbre permanente del gobierno. Reiteró ahora que no habrá más impuestos, pero, ¿qué hay en el precio de los combustibles en México, que ahora son 30 o 40 por ciento más caros que en Texas, sino impuestos disfrazados?
Una vez que escuché la intervención del secretario de Hacienda con la amenaza –o advertencia– de los recortes, envié untuit que a la letra dice:
Señor Videgaray: El primer gasto que hay que recortar es el de los funcionarios ineptos, corruptos y cínicos del gobierno, que es enorme. La reacción en la red es indicativa de la indignación general y del desprestigio de nuestros gobernantes, cuya credibilidad y confianza son poco menos que nulas.
Pero el recorte propuesto, necesario económica y éticamente, que sería muy bien recibido por la ciudadanía, no es obviamente el único obligado. Hay que tomar decisiones que, aunque duelan a los delirios de grandeza del Presidente y sus amigos, son fundamentales para la salud de la República.
Habrá que replantear los onerosos proyectos como el del tren rápido a Querétaro –el del fallo fallido–; el del suntuario aeropuerto, previsto con una inversión incalculable a la fecha y en un sitio por demás absurdo; el del Acueducto del Norte del ingeniero Hinojosa, que no ha sido justificado; la compra del lujoso avión presidencial, sin comentarios, entre otros, para su cancelación o su adecuación a condiciones razonables para el país que somos: con una deuda creciente, una población mayoritaria en la pobreza, que también se incrementa, un horizonte incierto y un
presidente sin respuestas.
Si el anterior rey de España inició su caída por cazar elefantes en África,
el nuestrono puede caer en el absurdo de construir elefantes blancos en nuestro territorio. La guía de nuestra patria no puede ser la Estela de Luz.
El presidente y sus alfiles entraron con soberbia infinita al
circo de la reforma energética, pero, paradójicamente, con la caída de los precios del petróleo les crecieron los enanos. El mal está hecho, pero ante lo inexorable, pensemos que
no hay mal que por bien no venga, reorientemos el trayecto, ajustémonos el cinturón, pero no en la barriga de los hambrientos, sino con proyectos razonables y útiles para la mayoría, que tantas carencias soporta.
Si en el cercano pasado, el de los 100 dólares por barril, la ronda uno de las licitaciones previstas en la reforma energética para entregar a la iniciativa privada la explotación de hidrocarburos en 160 áreas del territorio nacional resultaba altamente discutible, en las actuales circunstancias resulta suicida y enormemente antinacional. Llevarla a cabo ahora sería trastocar hasta el verso del poema de López Velarde, con la sentencia: “...y los veneros de petróleo…al diablo”.
Lamentable sería continuar en la soberbia de:
los escucharemos, pero no nos desviaremos de nuestro proyecto–digan lo que quieran que nosotros seguiremos con lo nuestro–, como señaló el presidente en su reciente Mensaje a la Nación, o en la de:
Es la hora de emprender las reformascomo dijo el presidente del PRI, seguramente refiriéndose a la hora que marcan los costosísimos relojes con los que insulta al pueblo.
Porque
nuestro proyectono es nuestro proyecto, es el proyecto del Presidente, sus amigos y sus intereses. Si bien es cierto que hoy
todos somos Ayotzinapa, no
todos somos Atlacomulco.
Todo esto enmarcado en un ambiente turbio de inseguridad y violencia, de corrupción e impunidad, de deterioro de la democracia y de las instituciones del Estado, de ausencia del estado de derecho, de desesperanza e irritación. Estamos en una enorme crisis de varias dimensiones.
Las crisis son oportunidad, han dicho muchos hombres sabios, pero se necesita sabiduría y humildad para aprovecharla. ¿Quién podría aconsejarlos?
Twitter: @jimenezespriu