El transporte colectivo y las decisiones gubernamentales
Orlando Delgado Selley
L
a relevancia del transporte colectivo en la vida de las grandes ciudades es indudable. Sin los metros de Nueva York, Londres, París, Moscú, Hong Kong, Tokio, Sao Paulo, entre otros y, por supuesto, del de la ciudad de México, la vida de estas grandes ciudades sería inconcebible. Por eso es de capital importancia que funcionen adecuadamente. El director del Metro de nuestra ciudad capital ha reconocido que el Metro mexicano no está funcionando bien, ya que hay 125 trenes con problemas, lo que genera una operación con complicaciones extremas que hacen que las cinco millones de personas que utilizan diariamente este modo de transporte sufran retrasos permanentes.
El diagnóstico planteado por la administración actual es claro: el organismo no cuenta con los recursos necesarios para comprar las refacciones indispensables ni para firmar contratos de mantenimiento para que el sistema pueda operar adecuadamente. Su propuesta ha sido que es necesario aumentar la tarifa que pagan sus usuarios. En efecto, esta es una de las posibilidades para hacerse de mayores recursos, pero hay otra: que el gobierno de la ciudad le asigne los recursos que le hacen falta. Los ingresos de todos los metros del mundo están formados por aportaciones presupuestales de sus gobiernos y por el ingreso generado por la tarifa que pagan los usuarios.
Argumentan que la tarifa de nuestro metro es la más barata del mundo, lo que no necesariamente es cierto. Entender la tarifa en términos absolutos es, por lo menos insuficiente. Es indispensable entenderla en relación con los ingresos de quienes lo utilizan, es decir, qué proporción del ingreso promedio diario o mensual de esos 5 millones representa lo que pagan por el metro. Vistas así las cosas, puede ser que nuestro Metro no sea el más barato del mundo. En una comparación hecha en 2001, con el promedio ponderado de las 12 ocupaciones principales de los usuarios de los 10 metros más grandes del mundo, resultó que nuestra tarifa estaba lejos de ser la menor.
Más allá de si se trata de la menor tarifa, el Metro requiere urgentemente recursos. Es evidente que el problema no surgió este año. Las últimas dos administraciones del Metro lo dejaron crecer. Sin decirlo, la dirección actual del Metro ha señalado que en ese organismo público del Gobierno del Distrito Federal (GDF) ha habido una irresponsabilidad administrativa que debiera ser investigada a fondo y sancionada si fuera necesario, la que se aprecia en el número de trenes parados por falta de refacciones, así como en las condiciones en las que recibieron la Línea 12, que a pocos meses de su inauguración ha tenido que cerrar cuatro estaciones para darles
mantenimiento preventivo.
Otro problema importante señalado por la dirección del Metro es el sindical. El sindicato de ese organismo público no es diferente de los sindicatos de entidades públicas y dependencias federales. Se trata de sindicatos corruptos, controlados por grupos que han lucrado desde hace años y que sólo plantean su
preocupaciónpor el funcionamiento de la empresa cuando no se atienden sus demandas. El planteo del director del Metro es duro: la dirección sindical asignó 43 plazas al Comité Ejecutivo aunque no cumplen con el perfil del puesto. De nuevo se pone en entredicho la responsabilidad de las dos últimas administraciones que permitieron irregularidades de este tipo.
No se trata de un asunto que le compete a una empresa específica. Se trata de la entidad del gobierno de la ciudad de México que transporta 150 millones de personas mensualmente. Una entidad a la que el Gobierno de la Ciudad (GDF) le otorga un subsidio que tiene una importancia presupuestal enorme. La tarifa expresa el apoyo que el GDF da a sus usuarios. Con ello despliega una política pública fundamental. Lo que ocurre en esta empresa le concierne a los ciudadanos del Distrito Federal. Consecuentemente, quienes nos representan y quienes gobiernan debieran resolver estos asuntos, estableciendo las responsabilidades que correspondan.