El interregno colombiano
En Colombia, la crisis de legitimidad y de hegemonía del orden establecido ocurrida en 1948 se resolvió con el magnicidio de J. E. Gaitán y la coerción ilegitima y brutal desplegada por el Estado.
Gramsci, en sus cuadernos de cárcel y como si estuviera pensando en la Colombia de junio de 2022, escribió el siguiente pensamiento:
“Si la clase dominante ha perdido el consenso, o lo que es lo mismo: ya no es más “dirigente”, sino solamente “dominante”, detentadora de la mera fuerza coercitiva, esto significa precisamente que las grandes masas de las ideologías tradicionales, no creen más en aquello en lo que antes si creían, etc. La crisis consiste específicamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en ese interregno se contemplan los fenómenos morbosos más variados. (…) El problema es este: una ruptura así de grave entere las masas populares y de las ideologías dominantes como la que se verifica en la posguerra, ¿puede ser “sanada” con el ejercicio de la mera fuerza que impide a las nuevas ideologías imponerse? El interregno, la crisis de la que se impide así la solución históricamente normal, se resolverá necesariamente en el sentido de una restauración de lo viejo?”..
Aquí queda claro que Gramsci describía el interregno teniendo en mente a su país, como una fase (histórica) provisional, que impide una solución “normal” de la crisis de legitimidad del “orden” establecido, y como la instauración de un “Ordine Nuovo” o nuevo orden.
En Colombia, la crisis de legitimidad y de hegemonía de ese orden establecido ocurrida en 1948, se resolvió con el magnicidio de J. E. Gaitán y la coerción ilegitima y brutal desplegada por el Estado (tomado por el bloque de clases en el Poder y sustentado material y políticamente por la fuerza imperial de los EE.UU.) a partir de esa luctuosa y nunca olvidada fecha del nueve de abril de 1948, la que partió la historia real de Colombia de manera definitiva, y ha sido un interregno de crisis prolongado, un poco más largo que el provisional pensado por “el Encarcelado”, prolongándose hasta la actualidad en varias fases y gobiernos.
Veamos:
Dictaduras conservadoras (1948 a 1957) Mariano Ospina Pérez, Laureano Gómez, Rojas Pinilla.
Gobiernos bipartidistas liberal-conservador del Frente Nacional y del Estado de sitio permanente (1957- 1991)
Constitución del 91 firmada por el jefe conservador Álvaro Gómez (hijo de Laureano), por el jefe liberal Horacio Serpa, y por el comandante Navarro Wolf del M19, que instauró el neoliberalismo autoritario a nivel constitucional. Seguida por los gobiernos del bipartidismo liberal-conservador ampliado con el M19, hasta la aceptación del Plan Colombia por Pastrana en 1997.
Plan Colombia y gobiernos de la “Seguridad democrática” a partir de 2002 hasta la fecha….
Durante este interregno de crisis prolongada, la tradicional alianza “oligárquica” de clases burgués-terrateniente ligada estrechamente al imperialismo estadounidense, construyó un Estado originariamente “plebiscitario” en 1957, que paulatinamente y mediante la guerra anti campesina contrainsurgente y generalizada de larga duración, se fue trasformando en un complejo Bloque de Poder Contrainsurgente BPCi, coordinado y cementado por un Estado Contrainsurgente Cliente de los EEUU, que transformó el original capitalismo mono-exportador de café heredado de fines del siglo XIX, en un capitalismo neoliberal mafioso, que reemplazó el café por la exportación de narcóticos de “óptima calidad” al mercado global como son reconocidos los productos colombianos en las metrópolis imperiales.
Un complejo, largo y contradictorio proceso de crisis interna de hegemonía no resuelto, movido por contradicciones internas entre las diferentes clases que forman el bloque de poder y, por contradicciones externas menores con la potencia metropolitana. De guerra contra las masas campesinas gaitanistas, luego guerra contrainsurgente anti campesina generalizada con procesos limitados y parciales o intentos de paz fallidos. Ampliación de la crisis económica y política que de no resolverse o tratar de resolverse con el binomio inseparable de “Capitalismo-Guerra”, finalmente ha devenido en una crisis, que según la descripciones dadas por Gramsci se puede catalogar de “crisis orgánica”, que compromete a toda la Sociedad y al modelo de dominación y explotación capitalista de 74 años de duración, evidente en la actual coyuntura electoral colombiana que acaba de pasar.
Gustavo Petro, elegido presidente de Colombia este 19 de junio, con 11.281.013 votos, quien se autodenomina como un miembro de la “izquierda progresista”, o tal vez, con más realismo sería mejor denominarlo “socialdemócrata» a secas, ha logrado encarnar una amplia convergencia política (incluso con burgueses medios y fichas políticas y conocidos tránsfugas de anteriores gobiernos) para su programa presidencial y, unir toda una masa popular de desafectos, descontentos, identitarios y contestatarios del régimen imperante de 74 años de dominación y explotación capitalista y guerra contrainsurgente prolongada.
Recibirá un país en ruinas, masacrado, ensangrentado y prácticamente en la miseria (no creo necesario ponerme a dar la letanía de cifras sobre la deuda pública impagable, desempleo masivo, crisis sanitaria insoluble, desigualdad, miseria, analfabetismo, masacres, terrorismo de Estado, encarcelamientos de jóvenes, criminalización de la movilización social, violaciones generalizadas de los derechos humanos, perfidia y destrucción del acuerdo de la Habana, guerra contrainsurgente eterna, conflicto social y armado reciclado y ampliado. Conflictos diplomáticos enconados con países vecinos fronterizos como Venezuela y Nicaragua, etc.
Deberá gobernar (como se lo acaba de recordar el actual Fiscal Barbosa) con las reglas de la democracia liberal que ha jurado y rejurado defender y con la inherente división de poderes. Tendrá que gobernar con un congreso en donde no tiene mayoría parlamentaria y consensuar o “peluquear a ras”, sus iniciativas gubernamentales con curtidos y resabiados parlamentarios adversos, que dejará a los ojos de sus críticos las sensación se enjuagues, trapisondas politiqueras, y la misma corrupción parlamentaria que ofertó derrotar.
O como se lo recuerda de manera sibilinamente sarcástica Nanci Patricia Gutiérrez, la alfil de Uribe Vélez, hoy convertida en su vocera en su primicia editorial opositora, desde el diario del monopolio Prisa El Tiempo, titulada La Gobernabilidad (20.06.22): “ Es muy posible que Petro se vaya por la convocatoria a consultas populares referendos, y hasta una asamblea constituyente si no funciona la estrategia en el Congreso”.
Sin embargo, no todos los 10.580.000 votos obtenidos por el ingeniero Hernández, fueron votos movidos por el odio a Petro y su triste pasado flamígero. Hubo una gran cantidad de personas que sí creyeron en la demagogia del Ingeniero lavador de dinero, y votaron por su consignas contra la “clase política gobernante corrupta y ladrona”; su rechazo a pactar con el “arremangadito” Fajardo, o al voto del lumpen Fico. “Que Uribe Vélez estaba muerto políticamente y había que enterrarlo bocabajo” (lo que de paso constituyó el error garrafal que lo llevó a la derrota), es decir, personas que creyeron que el Ingeniero casateniente y empresario, era un cambio del régimen hambreador mafioso y violento. En breve: personas que en su hartazgo (a las que se les puede sumar el medio millón de votos en Blanco y los no marcados) que también habían perdido su confianza en los mecanismos de dominación del régimen y estaban en proceso de desafección, contribuyendo a la crisis de hegemonía en comento.
No hay duda que el intento “trumpista” en Colombia agenciado por la “madame” y el argentino, aunque alcanzó a preocuparnos no triunfó del todo, no es un fenómeno para subestimar. Hay una gran masa de colombianos todavía anclados política y mentalmente en el pasado que sirven de base social amplia a las fuerzas políticas y sociales que se oponen a que nazca el orden nuevo, y, que ante el ocaso y declive político ( y tal vez biológico) de Uribe Vélez, han quedado sin dirección y sin führer reconocido. La derrota electoral y mediática del burdo ingeniero lavador de dinero ha aumentado el vacío visible para todos, pero en especial por quienes están detrás de los negocios de seguridad y armas del musculoso embajador de Colombia en Washington Juanca Pinzón el Bueno, antiguo ministro de defensa de Juanma Santos, y quien, una vez miradas las cifras electorales renunció a su embajada de miel para venir inmediatamente a Colombia a servir a la patriaaaa, y con su figura de hombre duro, llenar el vacío político dejado por quienes están abandonando la escena.
Como se ve, todo un interregno de crisis prologada muy alejado de la euforia inicial que produce un triunfo tan importante para los desafectos y contestatarios al régimen contrainsurgente imperante, pero que por ahora (sin querer ser un aguafiestas) no alcanza para desestructurar el actual Bloque de Poder Contrainsurgente. Falta mucha más movilización social, mucha más, que presiones insistentemente hasta llegar la tan temida Asamblea Constituyente popular y democrática, aquella que el pacto secreto Santos- Timochenko castró en 2016, y que sin ninguna duda será la única solución al conflicto interno reciclado.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuen
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