Bienvenidos a Chechenia
on sólo tres largometrajes a la fecha, David France se ha vuelto hoy, junto con los realizadores Rob Epstein y Jefrey Friedman (El clóset de celuloide, Párrafo 175), uno de los mayores referentes en la construcción de una vigorosa memoria fílmica de la comunidad homosexual. Un documental suyo muy emblemático, ¿Cómo sobrevivir a una plaga? (2012), refiere la respuesta de activistas a la pandemia del sida; otro más, Muerte y vida de Marsha P. Johnson (2017), explora el papel crucial que jugó una pionera afroestadunidense gay en la revuelta de Stonewall que en 1969 marcó en Nueva York el inicio de un persistente movimiento de liberación de las minorías sexuales a nivel mundial.
Bienvenidos a Chechenia (Welcome to Chechnya, 2020), su largometraje más reciente, posiblemente el mejor y sin duda el más estremecedor, revela una injusticia social hasta hace poco protegida por un siniestro velo de complicidad entre un gobierno dictatorial y una población mayoritariamente musulmana. En años recientes, varias cadenas de televisión occidentales, en particular la británica BBC, denunciaron la intensa purga que el gobierno de la República de Chechenia, al sur de Rusia, acomete contra homosexuales que, según su opinión, degradan la salud pública y moral del país. El hombre fuerte de la nación, Ramzán Kadyrov, un ser autoritario y pintoresco, aliado incondicional de Vladimir Putin, ha alentado abiertamente prácticas homofóbicas de la policía, que incluyen el hostigamiento, las delaciones, secuestros y torturas de activistas de derechos humanos y de cualquier persona sospechosa de ser homosexual. Esas persecuciones oficiales han obligado a cientos de personas a buscar refugio en las pocas organizaciones LGBT existentes en Rusia y en Chechenia, para desde ahí solicitar asilo político en varios países occidentales: 151 solicitudes han sido atendidas y aprobadas, una tercera parte en Canadá, y ninguna decisión fue favorable en los Estados Unidos de Donald Trump.
David France refiere la estrategia de esta difícil y arriesgada protección a las personas agraviadas. Considérese el caso de la joven Anya. Un tío suyo descubre que ella es lesbiana y procede a chantajearla con la amenaza de revelar a sus padres su identidad gay en caso de no acceder a acostarse con él. La práctica común ha sido orillar a los padres a castigar o a ejecutar a sus propios hijos con el fin de poner a salvo la honra de la familia. Una escena brutal en el filme muestra ese criminal ajuste de cuentas doméstico. En otra situación, el joven Grisha decide proteger a su amante joven de un duro hostigamiento, y su propia familia se ve obligada a correr la misma suerte del paria sexual acosado y a padecer condiciones similares de persecución y exilio forzado. Algo parecido deben sufrir los militantes defensores –el infatigable David Isteev y Olga Baranova–, al arriesgar sus vidas en esa lucha clandestina.
El método de trabajo del documentalista David France no es particularmente novedoso: recurso a testimonios a cuadro, rasgos físicos digitalmente alterados para proteger a los interesados, fondo musical efectista que resulta redundante ante el fuerte dramatismo de lo ya expuesto. Y sin embargo, la tensión en la pantalla aumenta continuamente en la medida que muchas acciones se desarrollan en tiempo real con la intervención de las cámaras ocultas que utiliza el cineasta en terminales aéreas, los puntos de una partida clandestina hacia el exilio. También son impresionantes los videos que filman los propios responsables de golpizas y torturas a homosexuales, y que los activistas consiguen interceptar y difundir en el documental. Una escena es memorable: cuando el joven Grisha se vuelve la primera persona en denunciar públicamente el hostigamiento de que es víctima, el disfraz digital se desvanece para dar paso en tribuna al rostro verdadero de Maxim Lapunov, ese hombre que al fin revela su identidad y lanza un desafío al gobierno homofóbico de Kadirov.
Si se exceptúan los casos de gobiernos musulmanes y africanos donde aún prevalecen castigos severos contra homosexuales, que incluyen en ocasiones la pena de muerte, lo expuesto por David France sobre esta realidad atroz en un país tan cercano a Europa, es impresionante. Más perturbador aún es el pesado silencio, o la pasividad diplomática de Occidente frente a una barbarie hasta la fecha impune. Un documental inteligentemente armado en el que los participantes afrontan riesgos muy graves en el propósito común de abrir espacio a la verdad y a la justicia en un largo relato oficial plagado de mentiras.
Bienvenido a Chechenia se exhibe el martes próximo a las 19 horas en Cinépolis Diana como parte del programa de la 24 edición del festival Mix México (elfestivalmix.mx).
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