Obsesión criminal
bsesión criminal es una conocida película de terror y la estación en la que está detenida la administración Donald Trump respecto a Cuba. El gobierno de Estados Unidos (EU) volvió a golpear al pueblo cubano al sancionar la empresa de finanzas y seguros American International Service (AIS), que procesa remesas a la isla. Con esas tarjetas de débito los familiares de los emigrados y los trabajadores que manejan pequeños negocios privados pueden realizar pagos en comercios, gasolineras y otros establecimientos del país, incluyendo las tiendas en moneda libremente convertible que empezaron a operar en julio pasado.
La decisión del lunes se toma a menos de una semana de otras sanciones unilaterales contra el turismo y el comercio en Cuba que impiden a los estadunidenses visitar los hoteles y algunas casas particulares. Tampoco pueden introducir en EU ron ni tabacos cubanos, tras una nueva andanada de medidas que comenzaron en el verano de 2017 y han endurecido el viejo bloqueo comercial y financiero contra la isla a límites irrespirables. En medio de la pandemia, son perseguidos con igual saña los buques que traen combustible a la nación del Caribe y el gringo que se fuma un Partagás o se toma un trago de Havana Club.
Las remesas a Cuba desde otras naciones pueden llegar sólo por transferencia bancaria, después de que Washington también prohibiera los envíos por Western Union hacia la isla, excepto desde EU, con restricciones de 11 dólares al día. No son muchos los bancos en el mundo que se atreven a transferir dinero. Cualquier firma extranjera que use el sistema financiero estadunidense también podría violar las sanciones del Departamento del Tesoro y pocos quieren arriesgarse a recibir multas de millones de dólares impuestas por Washington. El secretario de Estado, Mike Pompeo, prácticamente sugiere el envío de dinero a través de las personas que viajen a Cuba como única posibilidad de hacer llegar efectivo. Cínicamente no menciona que la aviación civil está operando en sus niveles mínimos por la pandemia de Covid-19 y que la Casa Blanca ha restringido los viajes aéreos y marítimos entre ambos países.
¿Por qué todo esto? ¿Representa Cuba un peligro tan claro e inminente como dicen Trump y Pompeo? ¿En qué punto del camino la guerra por la relección se desvió hacia La Habana? Según un editorial del New York Daily News, la verdad es que Trump deshizo el deshielo de las relaciones con Cuba porque el último presidente, a quien odia con cada fibra de su ser, lo inició. Se guía por la mezquindad y la conveniencia, no por los principios
.
Esa es una parte de la verdad. Otra habría que buscarla en el cortejo a los sectores más endiablados de la comunidad cubana y venezolana en Florida, y al uso y abuso del fantasma del socialismo para golpear a Joe Biden a partir de una lógica binaria, si no estás con Trump, eres chavista, castrista, comunista, demócrata o todo eso a la vez.
Precisamente, las señales de fobia anticubana que, hasta hace poco, se concebían integradas en el capital cultural maloliente propio de la extrema derecha, es decir, el fundamentalismo anticomunista con su propensión al terrorismo, son ahora rasgos asumidos con orgullo por las fuerzas políticas conservadoras en el fragor de una sucia campaña electoral. La retórica de la guerra fría es moneda común, tanto para el presidente como para una legión de charlatanes en redes sociales nacidos en Cuba, que les da lo mismo –y lo repiten a diario– que maten a sus parientes de hambre o con una intervención militar.
De ahí que la narrativa de la exclusión, la mentira y el odio hacia Cuba, que en Miami parecía ser el rezago de viejos nostálgicos de la Calle 8, se haya convertido en elemento patrimonial de periódicos, emisoras y televisoras locales, además de casi todo lo que se mueve en redes sociales. El sentido común de los que sufren la escalada de sanciones tanto como sus familiares en la isla, es invisible en el ecosistema mediático de Estados Unidos, que normaliza el odio destilado en Florida, al punto de que el Partido Demócrata utiliza el estereotipo de la dictadura cubana
para hablarles a sus propias bases, porque percibe que ese discurso
funciona incluso entre los emigrados cubanos que desprecian a Trump.
¿Ha ocurrido en la historia algo similar? ¿Que una diáspora emigratoria se obsesione con causarles sufrimiento y dolor a sus familiares, sus amigos y su pueblo, con el apoyo del enemigo más grande que tiene su país?
, se pregunta José Pertierra, abogado cubano experto en inmigración.
De los mayameses que apoyan estas medidas, ¿podemos decir que son odiadores profesionales de su pueblo? ¿De su propia familia? ¿De sus vecinos? Aman al presidente más despreciado en la historia de EU, un racista, clasista y xenófobo. Uno que jamás se le habría ocurrido compartir con ellos en Hialeah, sino es por interés electoral. ¿Cómo pueden odiar al país que los vio nacer? Entiendo que puedan discrepar de la revolución, pero ¿odiar al pueblo cubano? Eso no lo entiendo. La gente que más sufre son los cubanos de a pie
, añade Pertierra, cuyo bufete está en Washington.
No es sólo que se quiera dar marcha atrás a las medidas de Obama, quien dejó intacto el espinazo del bloqueo. La amargura, la miseria moral y la pobreza cultural se conjugan para dar pie a una feroz intolerancia. Aun si gana Joe Biden, tendrá que lidiar con las consecuencias de esta obsesión criminal.
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