Recuerdan a escritoras invisibilizadas por el machismo
Miércoles 21 de octubre de 2020, p. 4
En las celebraciones por el Día de las Escritoras, las autoras Alejandra Costamagna, de Chile; María Fernanda Ampuero, de Ecuador, y Carmen Boullosa, de México, se reunieron de manera virtual para reflexionar en torno al tema de la marginalidad por cuestiones de género, de la que fueron víctimas reconocidas escritoras en el pasado.
Durante el conversatorio, disponible en el canal de YouTube Libros UNAM, como parte del ciclo Vindictas reivindica, las escritoras evocaron la presencia, trayectoria y obra de otras autoras que las precedieron y que fueron invisibilizadas por razones de género.
Elena Garro, Rosario Castellanos, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Violeta Parra, Gilda Holst, Martha Brunet, Teresa de la Parra, Alaíde Foppa y Sor Juana Inés de la Cruz fueron recordadas por su talento, tenacidad y resistencia ante el canon patriarcal masculino.
Desde Nueva York, Carmen Boullosa se refirió a diferentes generaciones de mujeres que durante el siglo XX, en los distintos años y condiciones que les tocó vivir, lucharon por ser reconocidas. No fue lo mismo ser mujer en los años 30 que en los 50 del siglo pasado, dijo.
Recordó que el movimiento Me Too lo iniciaron las afroamericanas, uno de los sectores más marginados y lastimados de la sociedad; movimiento del que se apropiaron las estrellas de Hollywood, pero que, con independencia de ello, de ciertas cuestiones positivas y negativas, lo que lo hace tan poderoso es que se convirtió en una revuelta global, a la que se unieron voces de todo el mundo, explicó la autora de la novela El libro de Eva.
La revuelta feminista de los años 60 del siglo XX la vemos ahora con mucho mayor contundencia
, explicó Boullosa. ahora sí permea a todas las clases sociales
.
Ampuero comentó que su generación es heredera de escritoras que en su momento fueron marginadas por un feroz patriarcado. Por ellas existe hoy la denominada Marea verde (movimiento por la despenalización del aborto que usa un pañuelo de ese color). Destacó la obra de Gilda Holst y deploró el pecado y la culpa que el cristianismo introyecta en la mujer, la fe co-mo una forma del patriarcado y el cristianismo como el club de Tobi.
Alejandra Costamagna criticó la tendencia a masculinizar
las obras escritas por mujeres, como si fuera un piropo compararlas con un hombre. Asimismo, se refirió a los mitos biográficos
en torno a la vida y trayectoria de ciertas autoras, a la criminalización de la protesta y a cómo el conocido boom literario dejó por completo fuera a Elena Garro y Rosario Castellanos.
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