EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

domingo, 25 de octubre de 2020

Un apodo para,...

 Un apodo para...

E

l todavía presidente de Estados Unidos tiene una capacidad innata para denigrar al adversario, oponente o enemigo. Es el típico personaje del colegio que acierta con un apodo, del que el susodicho no podrá librarse nunca, quedará para siempre estigmatizado en su grupo de amigos o familiares y trasciende en el tiempo.

El apodo tiene la característica de que al ser rebatido crece en popularidad, el apodo vive en la lógica de que el que se enoja pierde. Pero al mismo tiempo el que pone el apodo corre el riesgo de comprarse un enemigo para siempre.

La lista de apodos que pone el inquilino de la Casa Blanca es muy larga y le llevan la cuenta, al igual que el número de mentiras o falsedades que dice cada día. Pero nada de esto le afecta, sigue tan tranquilo, lanzando improperios y agresiones a diestra y siniestra. Tiene una capacidad inigualable para denigrar y atacar a cualquier oponente.

Le viene desde chico, según relata su sobrina Mary en el libro Siempre demasiado y nunca suficiente, encontró la manera de ridiculizar a su hermano mayor y de hacerlo rabiar en cada reunión familiar. Su afición por la carilla y la burla es tan fuerte como su apego al dinero.

El cabeceo de Joe Biden en una larga y pesada reunión, le valió el apodo de Joe el dormilón una manera de decirle que está viejo y cansado y que no tiene energía para un puesto como el de presidente, algo que le sobra a él, con lo cual acentúa el contraste con el candidato oponente. También le ha dicho Joe 1% y El raro Joe, en realidad le sobran los apelativos y se los inventa con gran facilidad. En uno de sus tuits expresó que Biden era débil, mental y físicamente y que en una pelea de colegio hubiera caído rápido y llorando todo el tiempo.

A Bernie Sanders simplemente lo llama El loco Bernie, un apodo que suele utilizar bastante al igual que el de tonto o tonta para referirse a sus oponentes. Y a la senadora Elisabeth Warren que se distinguió por atacarlo directamente le puso el apodo de Pocahontas, en alusión a que ella afirmaba que tenía como ancestros a indios americanos. Algo que el análisis de ADN determinó que sí los tenía, pero en mínima cantidad.

De hecho se mueve en el filo de la navaja para no ser acusado de racista, la alusión a Pocahontas, (en cierto modo un símil de La Malinche) no fue del agrado de los indios americanos, pero tuvo mucho eco en la prensa y entre el público. Para muchos Warren quedó estigmatizada y ridiculizada.

Algo similar sucede con el apodo que le puso a Andrés Manuel López Obrador. Según Mark Feierstein, quien fuera acesor de Barack Obama para América Latina, en círculos cerrados de la Casa Blanca, se dice que le llama Juan Trump, una manera jocosa, pero esteriotipada, al referirse a un hispano-latino, lo que también se mueve en el borde del racismo. Por otra parte, denota al ponerle el mismo apellido suyo, que lo conoce a fondo y que son iguales. No le preocupa para nada que sea un presidente de izquierda. Lo tiene totalmente medido. De hecho, nunca se ha referido al presidente de México como un nuevo Chávez, algo que le hubiera encantado a la oposición mexicana, que sí hace el símil.

Por el contrario los apodos que le han puesto a este señor no han tenido mayor eco. Biden, un poco harto, le puso el apodo de Tweety por su propensión a utilizar este medio de comunicación, pero no tuvo impacto.

En las redes se le llamó Scrotus, en relación a Potus el acrónimo de la Presidencia y a ese pellejo masculino desechable. Según esto el significado es : So-Called Ruler of the United States, algo así como ‘el así llamado dirigente de Estados Unidos’. El apodo tiene un contenido sexual, alusivo al machismo, las aficiones del susodicho y a la Presidencia, pero la definición del acrónimo es demasiado larga y complicada como para que se convierta en popular.

En alguna ocasión, al referirse al manejo que se hacía de la pandemia, Nancy Pelosi, líder de la Cámara de Representantes del Congreso, dijo que el susodicho debía cuidarse, muy especialmente porque era obeso y Obama, por su parte, se ha referido a que la única forma de sacarlo de la Casa Blanca era cortándole el servicio de cable de la televisón o dejándolo sin Coca Light.

El físico, la cabellera y sus aficiones han sido destacadas y exageradas ampliamente, y con gran éxito por los caricaturistas, pero ningún apodo ha dado en el clavo.

Según Otto Santa Ana, profesor en UCLA y destacado analista del discurso, una manera de afectar y combatir el ego tan grande del actual candidato a la Casa Blanca, es no nombrarlo. Se volvería loco si por un día toda la prensa y la televisión dejara de nombrarlo. Todo su imperio ha sido construido con su nombre. No importa que se hable bien o mal de él, lo importante es que se hable. Algo que AMLO ha sabido hacer, a su manera, con las mañaneras.

Esfuerzo complicado el no nombrarlo, el mismo se encargó de poner su nombre en este artículo, al poner el apodo de AMLO.

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