EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

martes, 7 de agosto de 2018

Bartlett en 1988: un apunte



     
    Bartlett en 1988: un apunte
    Pedro Salmerón Sanginés
    M
    is alumnos pueden corroborar que siempre recomiendo La herencia. Arqueología de la sucesión presidencial en México, de Jorge G. Castañeda, para entender cómo funcionaba el dedazo en la etapa final de la era priísta. Más allá de mis diferencias políticas con el autor (todas), el libro de Castañeda es el más claro, detallado y documentado que se ha escrito sobre el tema. Hoy, que se puso de moda el fraude de 1988, regresé a ese libro para tomar las siguientes notas.
    El 14 de octubre de 1987, el PARM lanzó la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas. Para algunos personajes del equipo de Salinas, Manuel Bartlett, en su carácter de secretario de Gobernación debió controlar a esa vieja organización palera. Tras contrastar varias de sus fuentes orales, Castañeda concluye: el descuido de Bartlett con el PARM, de buena o mala fe provocó lo que Salinas llama la primera crisis de su ascenso a la ­Presidencia.
    Castañeda también sugiere que de haber sido Bartlett el candidato, Cárdenas y Muñoz Ledo quizá no habrían roto con el PRI, porque el secretario de Gobernación no era partidario del proyecto neoliberal…
    “Muchos se han preguntado si Cárdenas y Muñoz Ledo se habrían comportado de igual manera en la hipótesis de una candidatura de Manuel Bartlett, por ejemplo. La interrogante no carece de pertinencia, ya que imperaba una anterior amistad entre Bartlett y Cárdenas… una relación cordial entre Cárdenas y Muñoz Ledo… y una menor identificación explícita del poblano-tabasqueño con el modelo económico en boga.”
    La interrogante es ociosa, concluye Castañeda, pues de su análisis se desprende que en la contienda por la candidatura priísta, Salinas había vencido tiempo atrás justamente gracias a su compromiso con el modelo, y a su ferocidad anticardenista/populista.
    Más grave para lo que significaba el priísmo y para el círculo íntimo de Salinas, es que Bartlett no asumió la tarea de “meticulosidad… merecidamente legendaria”, de organizar la elección para garantizar el triunfo del PRI. Y tras esa omisión, cometió lo que para el corazón del priísmo fue un error garrafal:
    “Según José Newman… hasta poco tiempo antes de la elección de 1988 principal operador electoral del aparato oficial, los problemas comienzan con un cambio de parecer repentino, irreflexivo y parcialmente inexplicable de Manuel Bartlett”: ceder a la demanda de la oposición de entregar públicamente resultados rápidos y preliminares. Bartlett se había negado a hacerlo hasta que en la última sesión de la Comisión Federal Electoral (CFE) previa a los comicios Bartlett da la voltereta y accede. Newman no acusa frontalmente a Bartlett de haber aceptado eso a sabiendas de que la decisión causaría incontables problemas para el PRI y Salinas, pero no puede evitar un murmullo de suspicacia.
    El 6 de julio, cuando los números preliminares muestran una tendencia cada vez más desfavorable al PRI, un experimentado testigo de esos días, dice: “Bartlett opta por detener la información… y salva la elección así. Se compusieron las cosas en forma natural o no natural”. Continúa Castañeda: “Carlos Salinas persiste en reprocharle (…) el haber manejado con desaseo los acontecimientos de aquella noche, si no en el fondo, al menos en la forma”. Semanas más tarde aparecería un desplegado en la cadena de periódicos El Sol, ¿Quién es Cassio Bruto?, que acusaba directamente a Bartlett de haber traicionado al PRI y a Salinas. (Aún así, la deuda de Salinas con Bartlett no es despreciable, termina Castañeda. Con razón).
    La misma noche del 6 de julio, una parte del equipo de Salinas encabezado por Córdoba y Chirinos, en alianza con parte del aparato del PRI y buena parte del gobierno, incluyendo a Manuel Bartlett, se propuso asegurar un resultado igual o superior a 50 por ciento de la votación (o sea, añado yo: cometer el fraude).
    Ahora bien, si después de que por órdenes de Bartlett (autorizado por De la Madrid) se parara el flujo de información, ¿quién operó el enderezamiento del resultado electoral? Bartlett dijo a Castañeda: Yo terminé al mandar todo el trabajo de la CFE a la Cámara; el colegio electoral lo manejan Camacho y Guillermo Jiménez Morales. Manuel Camacho aceptó que influyó sobre diputados de oposición cuyos votos necesitaba, pero afirma: no metí las mano en los paquetes.
    ¿Quién las metió entonces? Parece sugerirse que el equipo de Salinas encabezado por Chirinos y Córdoba.
    Y hasta aquí la glosa. La reciente designación de Bartlett ha hecho que quienes negaron durante tres décadas el monumental fraude de 1988, ahora lo reconozcan… pero quieran personalizarlo y que olvidemos que fue un fraude de Estado. Repito dos cosas que dije en la cam­paña: no me gusta el pasado de Bartlett, pero desde hace años ha sido un consistente defensor de la soberanía energética y un aliado de AMLO; y que la gente tiene historia: cambia.
    Twitter: @Historiapedro

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