Astillero
AMLO: no al gatopardismo // El violín, ¿o el avión? // Continúa Polevnsky // PAN, NL y las décimas
Julio Hernández López
▲ Militantes del partido Morena emiten su voto durante el quinto congreso nacional que ayer se llevó a cabo en Ciudad de México.Foto Cristina Rodríguez
A
ndrés Manuel López Obrador (AMLO) dedicó una parte significativa de su discurso de ayer, en un congreso de Morena, a tratar de repeler o diluir las percepciones de que en su gobierno por asumir (y ya desde ahora, en decisiones que están resultando polémicas) hubiera intenciones o indicios de retroceso o simulación.
Como es natural en una reunión de ese corte (el quinto congreso nacional extraordinario, ya el primero en pleno empoderamiento), el político tabasqueño reconoció los méritos de sus copartidarios y de la institución partidista en sí. Y enlistó sin atenuantes los compromisos que sostendrá.
Pero su lectura del pulso político actual lo llevó a dedicar varios párrafos a la tentativa de espantar fantasmas. En su gobierno, aseguró, habrá un cambio real, pues “no es más de lo mismo, no es simulación o gatopardismo. Transformar no es ejecutar o ‘dar el violín’, instrumento que se toma con la izquierda y se toca con la derecha” (ejemplo musical poco afortunado, a juicio de esta columna siempre propositiva, con partitura en si mayor, pues, en general, los zurdos son obligados cultural e industrialmente a utilizar los instrumentos hechos para diestros; en todo caso, el presidente electo pudo haber utilizado la frase de uso más generalizado:
dar el avión, aunque muy probablemente hubiera significado nombrar la soga del nuevo aeropuerto en la casa texcocana del probable ahogado por consultar).
Otro párrafo indicativo, con rocío de espray antifoxista: “No y no, lo nuestro es auténtico y será distinto. No vamos a decepcionar a nadie, como ha sucedido con movimientos que han creado expectativas y se han desvanecido, ni vamos a actuar como dirigentes, que al llegar al poder se traicionan a sí mismos y a sus seguidores. Recuérdese que en nuestro país, en 2000, se apostó a la alternancia y todo terminó en una farsa dañina, porque en vez de cambiar al régimen se le restauró con la simulación que significó el PRIAN, para causar mayores estragos durante los pasados tres sexenios. De modo que ahora sí el cambio va a fondo”.
Por lo pronto, no hubo cambio en las direcciones nacional y estatales de Morena, como ordenaba el estatuto original de ese partido. Ayer, en el congreso antes citado, se modificaron las partes de ese documento rector para
dar prioridad al inicio de la cuarta transformación del país, según avaló López Obrador. Con tales adecuaciones el congreso prorrogó la estancia de los actuales titulares, nacional y en los estados, de
los órganos de conducción, dirección y ejecución, para que permanezcan hasta el 20 de noviembre de 2019. Ya el año próximo habrá tres meses de campañas internas (del 20 de agosto al Día de la Revolución) para elegir a los siguientes directivos. La continuidad de Yeidckol Polevnsky se aprobó a mano alzada. Ah, y Polevnsky (es decir, AMLO) enviará delegados para sustituir a los dirigentes estatales que dejen el cargo para pasar a estructuras gubernamentales.
Los panistas también andan de mano alzada o, con más precisión, de puño en alto, en protesta por la decisión del Tribunal Electoral de Nuevo León que retiró los triunfos de panistas en los municipios de Monterrey y Guadalupe. En uno de esos episodios irónicos que la política suele generar, los defensores implacables de la
victoriade Felipe Calderón Hinojosa en 2006, por medio punto porcentual de diferencia, ahora están en pie de guerra, porque la autoridad electoral correspondiente ha asignado las dos presidencias de los importantes municipios norteños al Partido Revolucionario Institucional, por décimas de punto. Recurrirán, desde luego, a la instancia federal. El conflicto neoleonés le está ayudando al PAN a reagruparse y a asumir un cierto espíritu de lucha en momentos de grave crisis interna.
El Partido Revolucionario Institucional llegará este martes a su proceso de elección de nueva dirigencia en las peores condiciones de toda su historia: sin nada que realmente importe como para pelear con denuedo por el timón. Ritual sucesorio con traza de duelo mortuorio.
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