▲ Las acciones cerraron con ganancias para los tres principales indicadores en la bolsa de Nueva York. El Dow Jones subió 0.43 por ciento, el Standard and Poor’s 0.33 y el Nasdaq sumó 0.13 por ciento, aunque en toda la semana éste tuvo retroceso.Foto Ap
U
na de las herencias peñanietista más dañinas para la nación y el próximo gobierno es, sin duda, la abultadísima deuda pública federal, cuyo costo financiero –pago de intereses– el próximo año representará poco más de 16 por ciento del presupuesto de egresos de la federación, es decir por arriba de 800 mil millones de pesos, un monto ligeramente inferior al costo que a los mexicanos implica el pago anual de su burocracia.
Con Fox, Calderón y Peña Nieto en Los Pinos (especialmente en el caso de los últimos), tal débito se multiplicó por cinco (de 2 a 10 billones de pesos, en números cerrados) y el pago de intereses creció de forma exponencial, en lo que constituye un círculo perverso de contratar deuda para pagar intereses.
De esa barbaridad da cuenta el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC, de cuyo análisis se toman los siguientes pasajes):
el hecho del crecimiento exacerbado de la deuda externa del país se resume en casi 108 mil millones de dólares más en este sexenio, hasta el primer trimestre de 2018, y 173 mil millones adicionales en la administración de Felipe Calderón. ¿Y dónde quedó esa catarata de dinero?
En 1982 (último año de gobierno de José López Portillo) estalló la crisis de la deuda externa mexicana, y en ese entonces su saldo nominal ascendía a 86 mil millones de dólares; al cierre del primer trimestre de 2018, con EPN en Los Pinos, ese monto creció a 453 mil 500 millones de dólares, de tal suerte que un rápido endeudamiento sin una dirección productiva puede desencadenar un entorno adverso y de insostenibilidad en las finanzas públicas y con eso incrementar los riesgos asociados con la dependencia de recursos externos.
En México, la evidencia de la evolución de la deuda externa muestra que su crecimiento ha sido acelerado, en particular durante el último sexenio, donde la deuda externa total creció 31.2 por ciento, aun cuando durante la administración de Felipe Calderón ya se había generado un incremento de 100.4 por ciento. La trayectoria de crecimiento que marca el endeudamiento externo en México muestra los mayores saldos históricos en cuanto al incremento de éste durante los últimos dos sexenios.
En este sentido, con Calderón y Peña Nieto la deuda externa se incrementó 281 mil millones de dólares, un monto superior incluso a la suma acumulada del endeudamiento registrado de los seis sexenios previos, es decir, de Luis Echeverría a Vicente Fox.
Así, con Calderón el monto de endeudamiento público externo resultó 2.8 veces superior al contratado por López Portillo y 1.74 tantos por arriba si la comparación se hace con Peña Nieto. ¿Y dónde está el crecimiento, el desarrollo y el bienestar para los mexicanos que esa catarata de recursos debió procurar?
De 1990 a 2018, los mexicanos habrán pagado 6.6 billones de pesos en intereses, donde la mayor parte se dio en los gobiernos de Calderón y Peña Nieto; sólo los últimos seis años representan 42 por ciento de ese monto (2.7 billones), un incremento de 75 por ciento en comparación con el sexenio de Calderón (1.5 billones).
En los últimos nueve años el costo financiero de la deuda resultó equivalente al presupuesto de egresos para el país de un año, a casi 13 por ciento del presupuesto de educación pública, 29 del destinado a salud, 33 a desarrollo social, y a 42 de comunicaciones y transportes.
Todo eso se ha dado en un entorno donde la economía no ha generado mayor crecimiento. Por el contrario, aún frente a más recursos, mantiene su inercia cercana a 2.5 por ciento como promedio anual, al tiempo que compromete recursos que podrían ser destinados a desarrollo social, educación, salud e infraestructura.
Las rebanadas del pastel:
De
minoría rapaza compañeros de cama (
la luna de miel con los empresarios ya es matrimonio, según dice Alfonso Romo). No cabe duda de que el cinismo de los barones –incluido el vocero de AMLO– resulta verdaderamente repugnante.Fuente: Carlos Fernandez Vega
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