EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

lunes, 12 de septiembre de 2016

El fin de un proyecto ejemplar

El fin de un proyecto ejemplar Iván Restrepo
H ace justo un cuarto de siglo, el ingeniero Gerardo Cruickshank me detallaba el gran proyecto, el último de su vida: la recuperación del lago de Texcoco. Durante la época prehispánica las partes bajas de la planicie estaban cubiertas por un lago que en su mayor embalse abarcaba la quinta parte del valle de México. Llegaba a las estribaciones de la sierra de Pachuca; hasta Xochimilco y Chalco, Teotihuacán y Texcoco; Azcapotzalco y Tlalnepantla. Mediante canales, compuertas, bordos y albarradones, los aztecas edificaron centros ceremoniales, zonas habitacionales y áreas de cultivo en armonía con el medio natural. Pero desde la Conquista, una generación tras otra se afanó en desecar el valle con grandes obras de desagüe que, so pretexto de evitar inundaciones, contribuyeron a terminar con los lagos y a la deshidratación y abatimiento de los acuíferos. A ello se sumó un anárquico crecimiento demográfico. Todo ello causó deforestación, erosión de los suelos, desaparición de áreas verdes, desertización, fisuras en la estructura del subsuelo. Esto último, causa de inundaciones, agrietamientos y fallas que desarticulan todas las obras y servicios urbanos y afectan la estabilidad de las edificaciones. Por si ello fuera poco, prevalece la amenaza de inundaciones y escasez de agua para satisfacer la demanda de la población. Además, el suelo se sigue hundiendo, con depresiones dramáticas en Xochimilco y Xico, con más de 40 centímetros por año, me decía el ingeniero Cruickshank, entonces vocal ejecutivo de la Comisión Lago de Texcoco. Tan desesperanzador panorama, aseguraba, podía solucionarse a través de una gestión integral de la cuenca hidrológica. Con el aprovechamiento racional y eficiente de sus recursos, restaurando el suministro de agua, recargando los acuíferos y reduciendo al mismo tiempo la producción de polvo en el estiaje. De que todo eso era posible lo demostró Cruickshank con dicho plan, cuya extensión sumaba mil 600 kilómetros cuadrados. Sus éxitos fueron evidentes: se terminaron las tolvaneras que se abatían sobre la ciudad; se plantaron de pasto más de 5 mil hectáreas en las que prospera el ganado vacuno, lanar y otras especies; se controló la erosión en las zonas críticas de la montaña al reforestar sus laderas con más de 19 millones de ejemplares de especies arbóreas y frutales; se recuperaron suelos y rectificaron los cauces de algunos ríos, reduciendo el peligro de inundaciones; se terminaron cinco lagos y se construyeron dos plantas de tratamiento de aguas residuales. De continuar estos programas, me decía, a mediano plazo se completará la transformación del bioma adverso de desierto que persistía en la zona, por uno equilibrado de praderas, lagos y bosques para el hombre, las especies animales y vegetales; se creará un gran pulmón verde para el complejo urbano-industrial del área metropolitana y poblaciones circunvecinas. Y no menos importante: se establecerá un programa para el tratamiento y reuso de las aguas servidas y así incrementar los volúmenes de abastecimiento sin tener que recurrir a la importación de líquido de otras cuencas. En lo que hasta hace unas cuantas décadas fue lugar inhóspito arriban más de 500 mil ejemplares de 124 especies de aves migratorias, que casi habían desaparecido. Se rescataron especies a punto de extinguirse, como el pato mexicano (Anas diasi). Regresaron los típicos chichicuilotes y buena parte de la fauna y flora acuáticas originales, como el pez amarillo, el acocil, los ajolotes, las pupas, la pulga de agua, el ahuautle y la espirulina. Esa experiencia, me decía, se puede extender a toda la cuenca de México: Chalco, Xochimilco, Los Remedios, Lago de Guadalupe y también a otras regiones con alta degradación del acuífero, como la Mixteca, El Bajío y La Laguna. El ingeniero Cruickshank no vio terminado ni extendido su trabajo a otras áreas. Murió hace 10 años, no sin antes recibir merecidos reconocimientos. Su ejemplar tarea de recuperación ecológica en el lago de Texcoco la borrará el nuevo aeropuerto metropolitano. Un daño más al medio ambiente y a la población por el que será mal recordado el gobierno de Peña Nieto. Subir al inicio del texto

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