EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

martes, 13 de septiembre de 2016

Mexico SA

México SA ¿Ciencia, tecnología o quimera? Poda presupuestal y Ley del 1% Tres décadas en lista de espera Carlos Fernández-Vega
S iempre anunciada y sistemáticamente incumplida, en un cajón perdido y lleno de telarañas permanece la promesa gubernamental de invertir el equivalente de cuando menos uno por ciento del producto interno bruto en ciencia y tecnología nacional, con el fin de potenciar la soberanía y el desarrollo del país. México acumula más de tres décadas en espera de que alguien, finalmente, transforme esa quimera en realidad, pues tal inversión permanece varada en una cota que no ha pasado de 0.4 por ciento del PIB, proporción que ha logrado mantener al país anclado en el último lugar dentro de la comunidad de naciones que da cuerpo a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Cuando menos desde el sexenio de Miguel de la Madrid no ha faltado el funcionario de primer nivel (incluido el de Los Pinos, o comenzando por él) que se comprometa a destinar recursos públicos no menores a uno por ciento del PIB para el fin señalado pero, como siempre, la oferta no trasciende el discurso. De hecho, el propio Enrique Peña Nieto asegura que al finalizar su sexenio tal cota se alcanzará. Eso dice, pero su práctica en cuatro años dista siquiera de rozar la mitad de la proporción comprometida. De hecho, para 2017 (quinto año en Los Pinos) ya anunció un recorte presupuestal a ciencia y tecnología. De acuerdo con información de la Cámara de Diputados, en los tiempos del México en movimiento (EPN dixit) el presupuesto público federal total destinado al citado renglón registró su máximo en 2015, cuando a duras penas representó 0.34 por ciento del producto interno bruto (en 1990 fue de 0.33 por ciento). Esa misma fuente detalla que en 2016 la citada proporción se redujo a 0.31 (también se le ajustó el monto de recursos) y para 2017 será aún menor, pues se recortará el presupuesto asignado a esa área estratégica. Y el problema de EPN, como el de sus antecesores (cuando menos desde Fox), es no sólo el incumplimiento de la oferta, sino la abierta violación de la Ley de Ciencia y Tecnología, que en su artículo 9 bis claramente obliga a que “el monto anual que el Estado –federación, entidades federativas y municipios– destinen a las actividades de investigación científica y desarrollo tecnológico, deberá ser tal que el gasto nacional en este renglón no podrá ser menor a uno por ciento del producto interno bruto del país mediante los apoyos, mecanismos e instrumentos previstos” en dicha legislación. Y en el caso de Peña Nieto suman cuatro años –y va por el cinco– de incumplimiento. El 3 de enero de 2013, al dar posesión a Enrique Cabrero como director de Conacyt, el inquilino de Los Pinos subrayó que los mexicanos no deben tener dudas, porque la ciencia y la tecnología serán prioridad en su gobierno. Y para demostrarlo saca la tijera y se va sobre el presupuesto de esta área, con todo y que en aquella ocasión el propio Cabrero advirtió que “México ha llegado tarde a su integración en la sociedad del conocimiento… Nos hemos quedado atrás en el fomento de una política científica y tecnológica”. Y como vamos, no sólo rezagado se mantendrá sino cada día más dependiente de la ciencia y tecnología foráneas. Será una prioridad, dijo Peña Nieto al comienzo de su mandato, tal cual lo hicieron Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y hasta al primitivo de Vicente Fox (quien otorgó crecientes recursos no a las instituciones del Estado, sino a las grandes empresas, muchas de ellas trasnacionales con operaciones en México). Felipe Calderón ni siquiera se tomó la molestia, pero EPN retomó el discurso. Y el resultado es que los recursos destinados a ciencia y tecnología han sido recortados una y otra vez, en un sexenio y otro, como si se tratara de algo no estratégico para el desarrollo nacional, y no pasan de representar 0.4 por ciento, si bien va. En cambio, no hay quién detenga las erogaciones para cubrir el servicio de la deuda pública, y para 2017 de cada peso presupuestal que se gaste, 12 centavos terminarán en los bolsillos de los acreedores, mientras la deuda sigue al alza. Sólo el avioncito que se compró la Presidencia de la República –para el uso de su inquilino y amigos que lo acompañan– costó el equivalente a una tercera parte del presupuesto previsto para el Conacyt en 2017. He allí una muestra de las prioridades. La OCDE –a la que, desde 1994, el gobierno mexicano sigue fielmente, cuando le conviene– documenta que “durante muchos años México ha realizado inversiones insuficientes en ciencia, tecnología e innovación. Como resultado, el potencial de crecimiento de su economía es inferior al de otros países. Esta situación debe mejorar si México aspira a alcanzar un nivel de competitividad comparable al de otras economías emergentes… Debería aprovechar plenamente sus recursos para impulsar un desarrollo basado en el conocimiento y aprovechar sus activos en la materia, que comprenden polos de excelencia en la educación superior y la investigación científica, un acervo considerable de técnicos e ingenieros altamente calificados, una rica cantera de emprendedores y, sobre todo, una población joven”. También la Cepal aporta al tema: en los años de la industrialización por sustitución de importaciones (antes del terremoto neoliberal), el sector público cumplió, directa e indirectamente, un papel fundamental al apoyar la generación de capacidades tecnológicas y crear una infraestructura institucional de ciencia y tecnología. De ahí surgieron los consejos nacionales de ciencia y tecnología, entre cuyos objetivos se encontraba la creación de institutos de investigación y universidades, la modificación del sistema universitario y la promoción y el sustentamiento de proyectos de investigación. Pero arribó el régimen neoliberal, y “se trataba de implementar, sobre nuevas bases, una política de ciencia y tecnología de no intervención en la que el mercado suplantara al Estado en su papel de promotor activo del desarrollo… Como consecuencia, se fortaleció la tendencia a importar conocimiento y tecnología del exterior”. Y en el balance, resume la Cepal, las políticas de los años noventa fueron más eficientes a la hora de desmontar el sistema de oferta de tecnología heredado de la industrialización por sustitución de importaciones, que al momento de construir uno nuevo. Entonces, ¿para cuándo el uno por ciento del PIB? Tampoco en el sexenio de EPN. Las rebanadas del pastel Todo apunta a que el peso mexicano dará el grito, y muy fuerte, antes del 15 de septiembre, porque es inminente que el tipo de cambio llegue a 20 por uno antes de esa fecha. Ayer se vendió a 19.40. Twitter: @cafevega D.R.: cfvmexico_sa@hotmail.com Subir al inicio del texto

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