EL DELFÍN
Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.
viernes, 23 de septiembre de 2016
Economia Moral
Economía Moral
Agnes Heller y las teorías de las necesidades humanas / II
La visión de las necesidades de la joven Agnes Heller
Julio Boltvinik
E
n Teoría, Praxis y Necesidades Humanas (TPN), ensayo escrito en 1961 y traducido al español como apéndice de su libro Teoría de las necesidades en Marx (Ediciones Península, Barcelona, 1978, pp. 161-182), Agnes Heller (AH) adopta una definición de necesidad (N) problemática porque hace del concepto de N un subconjunto de los deseos y porque supone, falsamente, que todas las N son conscientes: “La N es deseo conciente, aspiración, intención dirigida en todo momento hacia un cierto objeto y que motiva la acción como tal”. El bebé llora porque tiene hambre, pero no expresa así un deseo consciente. El diabético necesita insulina pero no es consciente de ello. AH sostiene otra tesis dudosa: que el objeto de las N (satisfactor) siempre es un “producto social”, trátese “de un modo de vida o del ‘hombre otro’”, pero añade certeramente que la objetivación social delimita la extensión de las N y que ello “explica por qué las N son personales…y al mismo tiempo sociales (desde el momento en que el objeto de toda N viene ‘proporcionado’ por la objetivación social)”. Los individuos no saben que su cuerpo necesita calcio y esa N es personal. Para AH no existen N naturales, lo que es un corolario de la tesis previa que el objeto de la N siempre es un producto social. Pero ilustra el corolario con el ejemplo del aire, lo que la orilla a negar lo evidente: “El aire no es objeto de una N, constituye, por el contrario, una condición de nuestra existencia, mientras que el hecho de que prefiramos el aire fresco y limpio al contaminado es ya la manifestación de una N”. (Si antes AH había igualado N con deseo, ahora lo hace con preferencia). Aunque la idea de base es profunda y acertada: la tendencia de la especie humana a modificar la naturaleza y a convertirla en un producto humano (de entorno natural a cultural), es sólo una tendencia, de tal manera que el carácter natural/social de los objetos no es una dicotomía absoluta. La inexistencia de objetos/satisfactores naturales se acerca a la verdad (sin alcanzarla) en una metrópoli, pero es falsa para campesinos que consumen aire, agua, y diversos alimentos directamente de la naturaleza no transformada por el ser humano. Frecuentemente AH no distingue N de satisfactores y eso la lleva a múltiples errores.
La joven AH adopta una clasificación de N que dice tomar de Marx sin las referencias del caso: ‘N existenciales’ y ‘N propiamente humanas’. Las primeras son ontológicamente primarias, pues están basadas en el instinto de auto-conservación. Tales son: la N de alimentarse, la N sexual, la N de contacto social y de cooperación, la N de actividad. Éstas tampoco pueden ser consideradas naturales a su juicio. Es evidente la contradicción entre la afirmación sobre la base instintiva de estas N y la negación de su carácter natural. Si tienen base instintiva entonces son N comunes a la especie y, por tanto, como tales, invariantes en el tiempo y el espacio; en consecuencia, naturales y no sociales. Lo que cambia, y lo que tiene que referirse a sociedades concretas (o a tipologías sociales a cierto nivel de generalidad), es el modo de satisfacción de dichas N.
Las N propiamente humanas (NPH) se distinguen por el hecho de que en los deseos (intencionalidades dirigidas hacia sus objetos), el impulso natural no desarrolla ningún papel. Nótese que esta frase implica que en las N existenciales sí desempeñan un papel los impulsos naturales, contradiciendo su negación del carácter natural de todas las N. AH pone los siguientes ejemplos de NPH: el descanso superior al necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo, una actividad cultural, el juego en los adultos, la reflexión, la amistad, el amor, la realización de sí en la objetivación, la actividad moral. Es muy interesante la lista. Obsérvese que todos sus elementos son o bien actividades del sujeto o bien relaciones. Como he afirmado muchas veces, a medida que nos movemos de las N de mayor prepotencia (las fisiológicas) a las de menor en la jerarquía de Maslow, el papel de satisfactores principales va pasando de los bienes y servicios a las relaciones (en las necesidades emocionales), y después a las actividades del sujeto (en la autoestima y en al autorrealización); también los recursos centrales van pasando de los ingresos al tiempo y a las capacidades del sujeto. AH captó esto y lo refleja en su espléndida lista, aunque el amor es una N que compartimos con muchos animales.
AH incluye como parte de las NPH las N humanas alienadas (NPHA), como la N de dinero, de poder y de posesión, que han tomado la delantera a las restantes NPH” en paralelo a la constricción de la clase obrera a la lucha por la satisfacción tan sólo de las N existenciales. Mientras las N humanas no alienadas (NPHNA) se distinguen por su carácter cualitativo, las NPHA lo hacen por su carácter cuantitativo. El desarrollo de las NPHNA no se distingue por una acumulación de objetos útiles para su satisfacción, sino por la evolución de su multilateralidad, ‘riqueza’ en términos de Marx. AH no se percata que la razón del carácter cualitativo de estas N está ya implícito en la naturaleza de sus satisfactores centrales: relaciones y actividades. Lo que importa es la profundidad de las relaciones y la realización de sí en la consagración del individuo a las actividades que la hacen posible. El carácter cuantitativo de las N alienadas se expresa en que nunca alcanzan su saciedad, dice AH, y añade que esta acumulación sólo puede ser interrumpida por el proceso de desarrollo de las N cualitativas, por su progresivo dominio, lo que expresa una verdad muy profunda. De aquí deriva AH una visión del concepto de comunismo en Marx como el proceso social que expande siempre el dominio de las NPHNA sobre las existenciales y sobre las NPHA. La triada de grupos de N a las que llega AH es muy valiosa: existenciales; propiamente humanas, clasificadas en no alienadas y alienadas (Véase Cuadro).
La joven Heller, de 32 años, sostiene que en el capitalismo, caracterizado por ser la primera sociedad dinámica, abierta (en el sentido que en ella no hay necesidades reservadas a un estrato social particular, aunque advierte que no todos puedan contar con los recursos para satisfacer las N), y que no está basada en comunidades orgánicas (por tanto, donde la comunidad no define un sistema de valores-necesidades que el individuo debe aceptar en mayor o menor medida), se hace posible la formación de jerarquías de necesidades personales divergentes. Otra vez parece necesario distinguir necesidades y satisfactores. Mientras es muy dudosa la idea de jerarquías de necesidades individuales, sería quizás más defendible la de jerarquía de satisfactores personales. En la próxima entrega analizaré la asociación que AH hace de esta tipología de N con la tipología que formula de praxis de transformación en este ensayo juvenil.
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