El nuevo presidente de Cataluña
José M. Murià
E
l retiro al cuarto para las doce del hoy ex presidente de la comunidad catalana Artur Mas, rechazado drásticamente por la ultraizquierda para encauzar el mandato parlamentario de llevar a su país a la independencia de España, ha dejado con los chones en la mano al gobierno de Madrid, todavía en trance de resolver el problema planteado por una reciente elección general que no permite aparentemente elegir a nadie.
Bastó verle la cara al presidente Rajoy y, sobre todo, oírlo, para caer en la cuenta de que la jugada lo había agarrado – cogido, dirían ellos– fuera de base. Ya se daba por hecho que env Cataluña debería haber nuevas elecciones parlamentarias y resultó que Mas, en vez de convocar a nuevas elecciones, propone a última hora otro candidato que gusta a todos los catalanistas y, en un juego rápido, es elegido un nuevo presidente de la Generalitat de Catalunya con una trayectoria independentista impoluta e, incluso, más clara y definida que la del propio Mas.
Por primera vez en la historia moderna, un presidente se dirige al parlamento diciendo, con la frescura de su juventud y la solidez de su capacidad política, palabras que años atrás le hubieran costado la vida:
¡Viva Cataluña libre!
También debe subrayarse que, a diferencia de sus cinco predecesores, cuando rindió protesta no juró fidelidad al rey y sí subrayó su compromiso con el pueblo de Cataluña.
Lo primero que puso en evidencia, una vez más, la asunción de Carles Puigdemont i Casamajó es el hecho de que los gobernantes españoles están condicionados para mandar en Cataluña y a que esta obedezca, mas no a gobernarla, pues ni siquiera pueden pronunciar con un mínimo de corrección apellidos que no son raros entre los catalanes, pero a los españoles les resultan casi de otro planeta… De ahí la ingeniosa salida a su incapacidad: “le llamaremos Carles…”
Este hombre era hasta ahora alcalde de la ciudad de Girona, la menos proclive de todas las ciudades de Cataluña a la españolería que encarna el neofranquismo del Partido Popular; además era presidente de la asociación de ayuntamientos independentistas, cuyo número es mayoritario. Dicho de otra manera, es un hombre que no genera reserva alguna en los catalanes de verdad.
No es necesario decir más, puesto que sus datos biográficos aparecen ya actualizados por doquier, pero lo que no se menciona es su gratitud explícita al México de Lázaro Cárdenas. Tuve la oportunidad de corroborarlo cuando el 13 de junio de 2014 estuvimos ambos codo con codo en el Aula Mayor de la Universitat de Girona. El motivo fue el homenaje que se le rindió a México y a nuestro TataLázaro, con motivo del 75 aniversario del arribo a Veracruz del barco que oficialmente inauguró la diáspora republicana hacia México.
Esa mañana, después del acto académico lleno hasta el tope, nos reunimos en la placita que está frente al edificio de humanidades de la referida casa de estudios para develar también una placa que dejó claro testimonio de la gratitud catalana.
Por cierto que, el hoy flamante presidente catalán, se quedó entonces con un palmo de narices ante la ausencia de la embajadora de México. Bueno, ni siquiera estuvo presente un mísero representante del consulado general de nuestro país en Barcelona. Es cierto que esta dependencia sí se disculpó por
compromisos contraídos con anterioridad.
Al eurodiputado Josep M. Terricabras
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