EL DELFÍN
Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.
lunes, 25 de enero de 2016
El banco central
El banco central
León Bendesky
E
l gobernador del Banco de México conduce una campaña de divulgación sobre las condiciones que afronta la economía mexicana. Esta presencia pública debe valorarse institucionalmente.
Tal actividad expresa el cambio en la situación financiera de esta economía y da cuenta, también, de las dificultades del banco central para aplicar los instrumentos tradicionales de los que dispone.
Las condiciones de estabilidad en el campo monetario se han modificado aún más en las semanas recientes. El banco reaccionó de manera inmediata al alza de las tasas de referencia que hizo la Fed en un cuarto de punto porcentual; igual se hizo con el objetivo de la tasa de interés en México. Así comienza a incrementarse el costo del crédito.
La depreciación del peso es muy significativa, en el último año ha acumulado 26 por ciento, y sólo desde noviembre se ha depreciado 12 por ciento (tipo Fix que establece el banco para pagos de cuentas en el exterior).
El discurso del gobernador al comienzo del año tenía los tintes convencionales de la confianza, pero se modifica de modo sostenido. Dijo el 4 de enero que México se ha preparado para enfrentar el difícil entorno externo y añadió enseguida, casi mecánicamente, que es necesario acelerar la implementación de las reformas para tener todos los motores del crecimiento prendidos.
La referencia a las reformas se orilla en la medida en que los ingresos de dólares y los recursos fiscales se están mermando, que el peso se achica rápidamente ante el dólar y que no cuajan las condiciones para acelerar el crecimiento de la producción, del empleo y los ingresos de los hogares.
La otra condición que señaló fue la importancia de que se consolide la recuperación de la economía de Estados Unidos, pues jalaría a la mexicana. Ese es ya un trámite usual del discurso de la política económica en el país, pero que dista de ser un elemento contundente para apoyar el crecimiento interno.
Aunque la venta de autos en Estados Unidos se ha recuperado, no ha significado un impulso para el sector automotriz en México. La producción industrial cae, la construcción y la producción manufacturera y de energía no repuntan.
En aquella economía no están asentadas las condiciones de la recuperación, y a eso se añade la inestabilidad global. Difícilmente actuará como locomotora de la actividad económica en México. No debe perderse de vista que incluso en la fase más intensa del aumento de las exportaciones al amparo de la entrada en vigor del TLCAN, la tasa de expansión del PIB no rebasó el promedio anual de largo plazo de 2.6 por ciento que se registra desde hace tres décadas. Enero está siendo muy malo económicamente a escala mundial y recrudece las condiciones de la crisis de 2008.
El 8 de marzo el gobernador indicó que hay una sobrerreacción del tipo de cambio ante la falta de claridad de China sobre el nuevo modelo de economía que seguirá. Esto debido a la desaceleración del ritmo de crecimiento que exhibe en los últimos 25 años. Pero el asunto rebasa la cuestión china que ha introducido un gran elemento de distorsión y volatilidad en los mercados. El valor del peso se deprecia esencialmente por las repercusiones internas que tiene la menor entrada de dólares por concepto de la exportación de petróleo y de manufacturas, y por la salida de capitales.
Tanto el gobernador como el secretario de Hacienda y los expertos de los bancos apuntan que cuando pase la turbulencia en el mercado cambiario el peso volverá a apreciarse. La verdad es que nadie sabe cuándo y cuánto. Lo cierto es que el costo ya habrá sido cargado a los bienes importados y a quienes pagaron deudas en dólares.
Cada vez es más difícil sostener que el tipo de cambio exprese los fundamentales de la economía y que se aprecie. Los fundamentales se están trastocando y ahí hay que concentrar la atención. La afirmación de que se está muy cerca de alcanzar un equilibrio financiero y un crecimiento acelerado, debe aclararse públicamente.
El banco central ha usado las reservas internacionales para contener la depreciación, sin mucho éxito. El gobernador afirma que la defensa del tipo de cambio se realiza a través de las tasas de interés. Esto representa otro cambio relevante en la gestión monetaria. Estamos en otro territorio, el de una potencial inestabilidad financiera, y ese no es desconocido en el país; hay historia.
En este punto queda pendiente la cuestión de la inflación, es decir, hasta dónde los registros por debajo de los objetivos del banco central podrán cumplirse ante la depreciación del peso y alza de las tasas de interés. El hecho que no debe soslayarse al respecto es la holgura con la que está funcionando la economía y que quiere decir que hay una deficiencia de la demanda agregada, se opera por debajo del potencial de crecimiento. La desaceleración productiva podría compensar las presiones financieras. Esas son las opciones que parecen estar delante.
El 18 de enero el gobernador afinaba su punto de vista con respecto a las condiciones económicas externas y su impacto en México: Los mercados emergentes deben prepararse para un golpe potencialmente grave, avisó al referirse al menor ritmo del crecimiento global que lleva al “hundimiento del precio de las materias primas. Pero ese es sólo el principio de la nueva trama posible.
En esos días Carstens propuso que los bancos centrales como el de México hicieran operaciones de conversión de deuda de largo plazo por otra de corto plazo y menos riesgo. La medida no convencional convertiría a los bancos en creadores de mercado aumentando la disponibilidad de dinero. La propuesta fue ampliamente comentada en la prensa, pero no ha ido a más.
Todo esto apunta a la estrechez de instrumentos para conducir la política monetaria y es un asunto clave en este periodo de distorsiones y mucha volatilidad en los mercados. Se trata de esa metáfora que indica que las autoridades están en una situación en que su efectividad se reduce y tratan de empujar una cuerda.
Para México la situación es muy delicada, pues se conjunta la dificultad de la gestión financiera y también fiscal. El entorno interno es muy débil, la estabilidad precaria y se suma un entorno externo de mucha fragilidad.
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