Ayotzinapa: el odio y la mentira
Pedro Salmerón Sanginés
U
na ola de odio recorre las redes sociales. Millares de cuentas de Twitter, mayoritariamente desde el anonimato, repiten tres proposiciones brutales sobre los 43 normalistas desaparecidos: que eran delincuentes; que su muerte es merecida –y hasta ejemplar–; y que los padres son unos
vividoresque en lugar de aceptar la
verdad, utilizan su
dolorcomomodus vivendi o son tripulados por oportunistas. Estas tres propuestas dan por buena la
verdad histórica, que establece la muerte y posterior incineración de los 43 y que los autores del crimen son el alcalde de Iguala y sus funcionarios y policías, la policía de Cocula y los delincuentes del grupo Guerreros unidos (los 111 detenidos pertenecen a esos grupos). Algunos de esos tuiteros van más allá de la
verdad históricay achacan la autoría intelectual al PRD, al director de la normal de Ayotzinapa, o a Andrés Manuel López Obrador.
Esta posición no es espontánea: es lo que machaconamente han difundido durante un año los voceros del régimen (www.jornada.unam.mx ycon-temporanea.inah.gob.mx). Se han ganado su sueldo y sus prebendas: han logrado que numerosos mexicanos hagan suyas sus premisas. Pero, ¿para qué, cuál es su objetivo? En el fondo, hay concepciones racistas y clasistas muy enraizadas, que se aterran ante la protesta y la organización de la gente. También es evidente la intención de destruir mediante calumnias, el liderazgo opositor más importante de la actual coyuntura. Pero también se trata de un esfuerzo desesperado por eliminar o neutralizar la convicción generalizada entre un número creciente de ciudadanos:
fue el Estado.
Se trata de exculpar al gobernador de Guerrero y al sector del PRD al que pertenece, el sector del PRD aliado al gobierno y aprobó varias de sus reformas. Se trata de exculpar a las dependencias federales señaladas por su omisión o su complicidad. Por eso, se hacen sobrehumanos esfuerzos para limitarlo todo a un alcalde y a unos narcotraficantes, para que olvidemos que los 43 desaparecidos y los seis asesinados ese día son la gota que derramó el vaso de un país con 150 mil muertos y 27 mil desaparecidos en los últimos años.
Los propagandistas del régimen, que alimentan la ola de odio racista y clasista que satura las redes sociales, ignoran sistemáticamente todas las pruebas y testimonios sobre la complicidad, la omisión o la participación de la policía estatal y, sobre todo, la Policía Federal, la Procuraduría General de la República y el 27 batallón de infantería del Ejército Mexicano.
Una reciente investigación de estudiantes de periodismo del CIDE recuerda las denuncias previas contra José Luis Abarca, así como la proliferación de fosas clandestinas y desapariciones en aquella región. La investigación muestra la omisión sistemática de esa dependencia (es decir, un espejo de la impunidad reinante en el país), y su conclusión es clarísima: si la PGR hubiese hecho su trabajo, el 26 de septiembre de 2014, Abarca no habría sido el presidente municipal de Iguala, sino un presidiario.
¿La Policía Federal? Recordemos la emotiva crónica y la puntual denuncia del valeroso padre de uno de los futbolistas heridos aquella trágica noche, quien recuerda que en el lugar del atentado, mirando sin misericordia cómo su hijo se desangraba, estaba una patrulla de la Policía Federal, uno de cuyos elementos quiso impedir que levantara al joven. Recordemos también el reportaje (y las pruebas que lo respaldan) de Anabel Hernández y Steve Fischer.
En ese reportaje aparece el llamado C-4, el centro de coordinación de la fuerza pública de los tres niveles de gobierno, en el que se sabía en tiempo real todo lo que estaba ocurriendo. La participación del Ejército en dicho comando de control es protagónica y eso lo coloca en una situación que tendría que investigarse. Pero hay mucho más, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes recuerda los lugares en que según pruebas y testimonios, estuvo presente físicamente el Ejército durante aquella noche. Si a ello sumamos los antecedentes de la actuación militar en la región y los numerosos testimonios de su connivencia con el crimen organizado (sí, el mismo que según la
verdad históricafue el responsable de la tragedia del 26 de septiembre), descubrimos que tienen razón los padres en no creer en los resultados de la investigación hecha de ese modo y con esos objetivos.
Y mientras, sigan haciendo su tarea (propia de un manual de Goebbels), señores intelectuales al servicio del poder: culpen a las víctimas, vuélvanlos causantes de su desaparición forzada y háganlos odiosos a los ojos de las buenas conciencias. Enloden a quienes se solidarizan con ellos. Fabriquen culpables alternos en conspiraciones inventadas u oposiciones reales. Diluyan la culpa, distraigan, enloden… Sabemos que la mentira interesada no les quita el sueño.
Twitter: @HistoriaPedro
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