EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

jueves, 22 de octubre de 2015

Chile: no hay sociedad en el neoliberalismo

No hay sociedad en el neoliberalismo

21/10/2015
Opinión
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La estructura neoliberal es la gran arquitectura del capital, los canales históricos construyeron un hormigón reforzado, es el espacio de un capital transformado en su máxima expresión fetichista.  Conectado con los grandes ejes de acumulación mundial, la mercancía crea mercancía, teje un lenguaje social privatizador, monolítico, es una receta muy simple que se extiende como una filosofía pragmática y presentista, esta filosofía que es una miseria de la filosofía, otorga sentido, un sentido con chip lucrativo, estimulador, competitivo.

Los signos son una huella de esta reproducción del capital en nuestras vidas como un espacio también cultural, muy afianzado como ethos consumista, un ideario económico, político y simbólico, cruzado por una mediatización como contexto significativo, de ahí una operación que es semiológicamente conductista, los símbolos están asociados a determinados intereses, hay un orden social del sentido y eso ordena hasta arquetipos discursivos subjetivos, se construye el contenido de una intersubjetividad social, eso sustenta la opinión pública y tiene conexiones con un patio trasero atochado de cachureos de la salud mental de los chilenos.

Lo público es desprovisto de su discurso dejándolo como expresión de una operatividad legal, factual.  Es la estrechez de lo público y el afianzamiento de lo privado, el Estado privatiza el interés de lo público.  El Estado está para impulsar los negocios, darles un espacio legal y social amplio y fructífero en la sociedad, el Estado es un gestor de negocios, se ordena al lado del capital y el capital establece un copamiento de lo público en el neoliberalismo.

Hegemoniza los espacios de la sociedad con un principio simple y universal, pero no elegante, el neoliberalismo posee una cultura muy monocorde, donde la vida humana es un artefacto de mercado.

En una liquidación de los grandes relatos para una fragmentación tentacular cuyo horizonte es una totalidad.  Es una segmentación para una dominación, es una división del relato y de los individuos, de tal manera de licuar los espacios de compromisos interclase y establecer una hegemonía elitista, donde lo público es lo privado, solo basta ver los criterios punitivos que protegen la propiedad o la orientación en la inversión pública que fomenta la activación de negocios.  Se articula una privatización de la vida social, no hay sociedad.

Hay sectores sociales y económicos, que reordenan sus aspectos de relación en una dinámica neoliberal y transforman la relación del espacio urbano, individual y social, las cosas se ponen en un orden neoliberal caracterizando una significación que construye un contexto de gran pulsión de deseos.

La esquizofrenia neoliberal es la develación de una trama de significados que forman estas máquinas deseantes, que son los sujetos en el neoliberalismo.  Todo es fragmentado, los relatos, los sujetos, los espacios urbanos, se trata de la segmentación de la vida humana, de la parcialidad de un homus economicus.

La memoria se transforma en una operación formal, carece de sustancialidad, el país siempre mira hacia delante, no tiene atrás.  Hay un autismo histórico, un léxico mercadotécnico de los target que involucran la articulación de la industria del consumo, eso es carne, las orientaciones de mercado son una regulación de opinión y la creación de espacios socioculturales segmentados.

El marcador consumista dibuja el circulo donde parten las inversiones y estos son los mercados como unidades de vida social, de aldeas humanas produciendo esta relación social que es el capitalismo, justamente la captación de Marx es el entender que esta relación social es el alma del sistema, no su mera preponderancia económica sino su trascendencia como un principio ordenador de la sociedad, su característica cultural como eje troncal.

Nunca con mejor descripción que la del premio nacional de ciencias Tomás Moulian, esta Anatomía de un mito tragicómico, nos presenta un escenario marcado por sendos estilos, gatopardismo mediantes, transformismos, licuamientos y perdida de relatos culturales distintos, unos microcircuitos que son la electrónica moderna de nodos hayekianos, la receta práctica de la desaparición del dinero y su verbo representacional, el plástico que es la semiótica del marketing.  Esa múltiple plasticidad que aparece envolviendo los productos y decorando los servicios como un lenguaje siempre continuo, a revolución permanente, opondremos mejora continua, el amor de un sistema dulce en calorías que cambio la estética de la pobreza.

Construye un lenguaje completo que reproduce la sociedad, la ciudad, y el individuo, copa los espacios donde esa relación social se manifiesta.

La cultura molera es una identidad muy transversal que esta imbricada al ideario cultural de las capas medias vulnerables, es una correspondencia que transforma las culturas visuales por sobre las culturas escritas, y sitúa el consumo visual como un rasgo societal que se expresa como una costumbre, los individuos consumen imágenes y recorren las vitrinas que son muestrario de oferta fetiches, es un catálogo social esta sociología del Mall.

Es un catálogo social cuyas imágenes son el rostro del neoliberalismo en el sujeto, es una caricatura de felicidad y bienestar, justo donde las horas laborales del retail depredan los espacios de entretención de sus trabajadores.  Una bipolaridad inmanente que se extiende como significado relevante y extensivo.

No hay certezas que la sociedad exista en alguna parte del neoliberalismo, la individuación extrema descompone la unidad de la acción colectiva, y la sociedad son escaramuzas que emergen, como un fantasma que existió o como la historia del monstruo del Lago Ness, es algo que alguna vez estuvo, la tuvimos, pero la perdimos en el neoliberalismo.

El topo de Marx es un fantasma en este caso y eso es lo que no queremos entender que la sociedad se nos fue.  La detuvieron y la hicieron desaparecer en la historia.  No hay donde hacerla exconciudadanos.

Eddie Arias Villarroel, Sociólogo chileno, Magister en sociología y doctorando en Procesos Políticos y Sociales en América Latina.
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