A la mitad del foro
Una soberanía, dos sistemas
León García Soler
El presidente de China, Xi Jinping, en la ONU.
Una soberanía, dos sistemas, sentenció Deng Xiao Ping, y empezó el milagro del desarrollo sostenido durante más de una décadaFoto Reuters
E
n el acelerado paso por la sede neoyorquina de la ONU y la dispersa atención global por la abundancia de jefes de Estado y de gobierno en la tribuna; las tramas explosivas de las guerras, sus muertos y los miles que buscan refugio en la nueva Europa, donde topan con la xenofobia y el racismo del viejo continente, Enrique Peña Nieto tropezó con los prejuicios caseros al hablar de los males del populismo de cualquier signo. Medios, redes y actores de la cosa pública local y provinciana dieron respuesta inmediata al agravio.
A mí que me apunten en la lista; respondió Andrés Manuel López Obrador, atento pescador de gazapos y beneficiario de ataques sin destinatario preciso. ¿Quién iba a culparlo o acusarlo de oportunista, además de
populistapor decreto presidencial? La ausencia de pruebas no es prueba de ausencia, precisó un científico en respuesta al debate sin respuesta entre quienes creen que hay vida en otras galaxias y los que rechazan la expectativa porque no se ha encontrado prueba alguna de que no estamos solos en el Cosmos. Bizancio y las cabezas de un alfiler en el tercer milenio. Las agencias internacionales de noticias siguieron la trama discursiva y enviaron la noticia: el gobierno mexicano responde a Donald Trump en el pleno de la ONU.
Resulta que Peña Nieto habló de populistas, pero también del amargo conflicto de los migrantes en el mundo entero. Y diría que son víctimas de mayor persecución cuando la ambición mueve a quienes buscan el poder a culparlos de los males que padece el país al que llegan los migrantes en busca de refugio, tanto de la violencia armada como de la marginación económica y la ausencia de esperanzas. Ausencia que, por otra parte, sí prueba la persecución de los nómadas de nuestro tiempo en su tierra de origen, en aquella por la que se ven obligados a aventurarse (como los centroamericanos y otros hermanos de la América nuestra) en busca delsueño americano, de empleo y esperanza. Nadie aplaudió que el presidente de México diera cabal respuesta a la estulticia de Trump.
Y nadie le reprochó la ausencia de autocrítica, del reconocimiento de lo mal que tratamos en México a los que buscan refugio y cruzan el infierno de la impunidad que rige en el territorio mexicano, en el nuestro, el que gobierna Peña Nieto. De pronto, la tierra de Morelos y de Juárez es un vasto vacío en el que los navegantes de la transición van a la deriva, sin rumbo, en busca de un sistema de variables a prueba: del cesarismo sexenal a la democracia sin adjetivos y los partidos sin objetivos; del retorno del priísmo de todos tan temido, en manos de la oligarquía desilusionada por la incapacidad supina del panismo acondicionado a la demanda del libre mercado: victoria de las ilusiones que produjo los desilusionados que previó Manuel Gómez Morín. No hay nostálgicos del pasado en la segunda alternancia. Lo ignoran, lo desprecian y pretenden rescribir la historia para reducir el tamaño de aquellos que
parecían gigantes.
Ni modo ni manera, dijo Pánfilo Natera. Esa ausencia no carece de pruebas. Pero en el maremágnum de la pluralidad uniforme en su vocación de servir a la oligarquía, a los dueños del capital acumulado en la era de la mayor desigualdad, los de la clase gobernante, clase política a pesar de sí misma, coinciden en recetas que aplican con terquedad de boticarios:
La misma medicina a la misma hora. Y ahí los del pragmatismo son mayoría, sólida pluralidad. De ahí el incuestionable logro del Pacto por México. Y la aparición en escena del desafinado coro que clama por una candidatura presidencial independiente que nos evitará las molestias de la división de poderes y el federalismo. Pero nos podría dar un Berlusconi o un Fujimori.
Primero, lo del inesperado encuentro de Enrique Peña Nieto y Xi Jinping, presidente de la República Popular China. En la ONU, también. Pero ante todo en la encrucijada de la adaptación impuesta a ambas naciones por la globalidad del capitalismo financiero y la modernidad mercantilista. Deng Xiao Ping respondió con sutileza china a quienes le preguntaron cómo iban a coincidir, a ser gobernadas, una región capitalista de libre mercado, junto al resto de la nación comunista, igualitaria, con una enorme población rural:
Una soberanía; dos sistemas. Respondió el viejo sobreviviente de la revolución cultural maoísta. Y empezó el milagro del desarrollo sostenido, del crecimiento de 10 por ciento anual del PIB durante más de una década.
Ahí coincidieron Jinping y Peña Nieto. México vivió más de una década con 6 o 7 por ciento anual de crecimiento del PIB. Vino el desplome del 82, siguió el remolino del 94 y a duras penas crece más de 2 por ciento anual nuestra economía. China redujo su crecimiento y ahora se habla de una caída a 7 por ciento anual del PIB. Cuestión del tiempo y del tamaño. Lo que era milagro mexicano resulta ahora fracaso chino, según los oráculos del neoconservadurismo que no acepta dos sistemas bajo una sola soberanía y habla de economía de Estado, de centralismo comunista a cargo del desarrollo capitalista. Es vigente la fórmula del viejo Deng:
No importa el color del gato, sino que atrape ratones. Encuentro en la ONU y la coincidencia de la creación de zonas económicas especiales como respuesta al reto de la desigualdad.
No hablo de nuevo milagro mexicano, ni de imitaciones ilógicas. La dualidad nuestra no resulta en dos sistemas opuestos, o casi, sino en la desigualdad acentuada en el sur del país, más que todo a causa del centralismo impuesto por la necesidad de constituir un Estado mexicano moderno, fuerte y capaz de resistir los resabios caciquiles y al intervencionismo extranjero. Pero también por el desprecio ignaro de quienes se aferraron a la visión de dos Méxicos: el norte rico y criollo; el sur indígena y pobre. De ahí que el PIB per cápita de la región sureste haya sido de apenas 7 por ciento en los pasados 30 años, mientras en el centro, bajío y norte del país fue de 47 por ciento.
En Chiapas, Peña Nieto anunció la iniciativa de ley de zonas económicas especiales. Incentivos fiscales, ordenamiento territorial, nueva infraestructura y modernización de la existente; facilidades al tránsito de bienes, financiamiento, zonas francas aduanales, así como inversión pública y privada de miles de millones de pesos; desarrollar el corredor istmeño Coatzacoalcos-Salina Cruz, así como el puerto Lázaro Cárdenas en Michoacán, y Guerrero, territorio de miseria, imperio del narcotráfico. Zona de gobiernos plurales: Manuel Velasco en Chiapas, Gabino Cué en Oaxaca, Javier Duarte en Veracruz, en Michoacán Silvano Aureoles y Héctor Astudillo en Guerrero.
Arturo Núñez en Tabasco, Rolando Zapata en Yucatán, Roberto Borge en Quintana Roo, así como Alejandro Moreno Cárdenas, flamante relevo generacional en Campeche, han de participar en la urgente tarea. En China construyeron trenes de alta velocidad, puertos y ciudades para albergar a 60 millones que dejaban la vida rural para incorporarse a la vida urbana.
Pluralidad no es parálisis. Como lo demostró la decisión de hacer política que sirvió a César Camacho en la Junta de Coordinación Política para lograr acuerdo unánime en la integración de las 56 comisiones legislativas de la Cámara de Diputados. Está en chino abatir el rezago social y la miseria en las zonas económicas especiales del sureste, pero dejarlo para mañana nos condenaría al hambre y la desigualdad en la era en que Forbes informa que los multibillonarios pierden menos que el resto de los mortales en tiempos de crisis.
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