Por Alfredo Jalife-Rahme
Fue muy reservada la “cumbre energética de Norteamérica” del 10 y 11 de junio en Nueva York, patrocinada por el omnipotente banco de inversiones Goldman Sachs –que provee de “recursos humanos” al sector financierista de los gobiernos trasatlánticos–, donde se deslizó, lejos de los reflectores acostumbrados, el director entreguista de Pemex, Emilio Lozoya Austin, otro apparatchik itamita, quien participó en un panel deslucido.
Los multimedia de Estados Unidos –ya no se diga los desinformadores del “México neoliberal itamita”, con la excepción de algunas notas marginales que espulgué– pasaron deliberadamente por alto la trascendental cumbre energética a la que asistieron el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el secretario de Estado, John Kerry.
David Giambusso reseña que en la “cumbre de Goldman Sachs, Biden urgió a inversiones en infraestructura y en energía renovable ”con el fin de “arrear (sic) el boom (sic) energético de las décadas (sic) por venir”.
Joe Biden prosigue obstinadamente con el contumaz discurso mendaz y pugnaz sobre la “revolución energética de Estados Unidos” como la “nueva Arabia Saudita del siglo XXI”, pese a las aparatosas refutaciones de la EIA, a menos que el vicepresidente considere ya como expropiadas las pletóricas reservas del “México neoliberal itamita”: tanto en las aguas profundas del Golfo de México como en la Cuenca de Burgos y el noreste “mexicano”, donde la dupla Peña/Videgaray participará como lejana “observadora” sin capacidad tecnológica ni de vigilancia, ni física ni contable.
Joe Biden emitió la aburrida arenga “transformadora” de la propaganda de la dupla Peña/Videgaray que convertirá a Estados Unidos (nota: ¡no a México!) en una “superpotencia (¡supersic!) energética”, cuando Estados Unidos se encuentra –que no México– “en medio de una transformación (sic) energética que literalmente está cambiando el mundo”.
Estados Unidos debe invertir sincrónicamente en la infraestructura que ha quedado rezagada y Joe Biden advirtió que específicamente la “infraestructura del gas natural (léase: gasoductos y terminales para su licuación) necesitaba reparaciones”, así como “triplicar la presente tasa de inversión”.
El polémico vicepresidente –que acaba de agraviar a los alemanes como “xenófobos”– exultó que Estados Unidos es “el principal exportador de productos del petróleo –nota: de elevado valor agregado– y el mayor productor de gas natural”, además de que la administración Obama ha triplicado la energía eólica y ha incrementado más de 10 veces la energía solar.
Joe Biden no está actualizado de los estrujantes desmentidos de la EIA que podaron en 96 por ciento las cuentas alegres sobre las reservas del yacimiento Monterey, que hubiera abastecido con dos terceras partes el total de extracción del gas shale (esquisto/lutita/grisú/bituminoso/pizarra) de Estados Unidos, y alardea que el boom del shale gas estadunidense ha apaciguado los mercados foráneos, donde “la menor demanda de Estados Unidos ha dado mayores opciones de combustible fuera de Rusia y la OPEP a las empresas europeas y asiáticas”.
La cosmogonía ultrarreduccionista de Joe Biden extrapola desde el vacío que la “suficiencia (¡supersic!) energética” de Estados Unidos “incrementa su habilidad para influir en los eventos en el mundo” y “reduce la habilidad de algunos países de usar a la energía como arma”. ¡Ajá!
Aconsejó a los banqueros apostar en el carbón cuando Obama acaba de anunciar parámetros para restringir su emisión, mientras advertía sobre el riesgo de que Estados Unidos importe energía renovable.
Maria Galucci, de International Business Times, reporta su visión de la cumbre muy reservada y coloca en relieve la apuesta de Joe Biden en la “energía limpia” debido al impacto del cambio climático cuando “el boom energético debe ser visto como una transición (sic) no sólo hacia una mayor independencia energética, sino también en energía renovable”.
Desde luego que la “independencia” energética de Estados Unidos pasa por la “dependencia” del “México neoliberal itamita” bajo el esquema de “seguridad energética de Norteamérica”, próxima a ser colocada bajo el paraguas militar del Comando Norte (NorthCom).
Ya expuse que los infogramas de Goldman Sachs demuestran que el principal sostén de “Norteamérica” provendrá de las pletóricas reservas de hidrocarburos del “México neoliberal itamita”.
Maria Galucci reporta que la cumbre de Goldman Sachs congregó a la “ crème de la crème” de los sectores público y privado de Estados Unidos/Canadá/México (“Norteamérica”), cuando los tres países “han creado una relación comercial de un millón de millones de dólares (un trillón en anglosajón)” y su “cooperación (¡supersic!) en energía crece cada día más íntimamente” (sic), con algunos “escollos” como es el caso del oleo/gasoducto Keystone XL de Canadá. Joe Biden no exhibió ningún “escollo” del lado del sumiso “México neoliberal itamita”.
Dejo de lado los megaescándalos del mancillado Goldman Sachs, que se dispone a tomar el lugar de otros bancos de inversiones para crear la especulativa burbuja financierista en el “México neoliberal itamita”, tanto en las aguas profundas del Golfo de México como con el shale gas del noreste mexicano.
¿Asistió a la cumbre de marras y amarres el mayor banco inversionista del mundo Black Rock, que preside el israelí-estadunidense Larry Fink?
El tropismo energético/gasero del clan Biden es proverbial: Hunker, hijo del controvertido vicepresidente, es copropietario de la principal gasera privada de Ucrania.
Antes del “espíritu de Toluca”, donde Obama selló con Peña la “seguridad energética de Norteamérica”, Joe Biden –en forma insólita contraviniendo la verticalidad del protocolo– sehabía reunido con Videgaray, mientras Emilio Lozoya Austin, miembro del “Instituto México” (sic) del Wilson Center/ITAM (apadrinado por el Departamento de Estado), recibía instrucciones de Condy Rice, directiva de Chevron, ex secretaria de Estado y ex asesora de Seguridad Nacional de Baby Bush.
¿Cuál es la dimensión geopolítica de la “cumbre energética de Norteamérica”?
Mediante las pletóricas reservas de sus dos vecinos sumisos, México y Canadá, y bajo la metáfora de “Norteamérica” diseñada para cándidos, Estados Unidos responde así alhistórico acuerdo gasero de Rusia y China, que asienta un nuevo orden geoestratégico tripolar: Estados Unidos, Rusia y China.
(Tomado de La Jornada. Más información en www.alfredojalife.com)
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