¿Cómo entender la militarización de México en la presidencia de AMLO?
A dos años de terminar su periodo presidencial, Andrés Manuel López Obrador dejará unas fuerzas armadas muy fortalecidas y una profunda ortodoxia económica. El autor analiza las consecuencias de la militarización bajo la presidencia de AMLO.
En un artículo reciente para Politics, junto con dos colegas sugerí la hipótesis de que el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador colocaba a México frente a dos escenarios: el de una transición post-neoliberal fallida o el de una transición débil.
Lejos de revertir la militarización, como prometió cuando era candidato, AMLO la ha aumentado. El presupuesto de las fuerzas armadas ha crecido como nunca, así como sus funciones. En política social, AMLO ha actuado más desde el centro que desde la izquierda. ¿Pero dónde ubicar su política militar?
La ecuación civil-militar
La revolución que México vivió entre 1910 y 1917 produjo una refundación del aparato estatal, incluyendo al Ejército. Creado a partir de las fuerzas armadas que ganaron la guerra civil, el Ejército y sus líderes pronto adquirieron centralidad en la posrevolución. No fue hasta 1942 que México volvió a tener un presidente civil.
Desde entonces, ha prevalecido un consenso político donde el poder militar está subordinado al poder civil. La democratización que sobrevino en el cambio de siglo no alteró este consenso, pero desde entonces sí ha incrementado gradualmente el poderío militar con la guerra del narco que el presidente Felipe Calderón inició en 2006.
Aunque en teoría el Ejército mexicano tiene como finalidad enfrentar amenazas externas, en la práctica siempre se ha centrado en la seguridad interior. Durante la Guerra Fría, esta vocación fue justificada por los militares argumentando que el descontento tenía influencia extranjera, en especial referencia al comunismo. El despliegue de soldados contra estudiantes el 2 de octubre de 1968 fue sólo el caso más conocido de una práctica constante en escenarios tanto urbanos como rurales a lo largo de todo el país.
A diferencia de esa época, en la actualidad no existe el pretexto (ni real ni ficticio) de una amenaza proveniente del extranjero. Esta situación colocó a las fuerzas armadas en un limbo jurídico desde 2006, al asumir tareas propias de la Policía Federal. Un limbo que solo tenía dos soluciones: regresar al Ejército a los cuarteles o legalizar la presencia del Ejército en las calles. AMLO prometió lo primero, pero llevó a la práctica lo segundo.
AMLO, consumador de Calderón
Además de ser el presidente, AMLO es el líder y fundador del actual partido dominante en México, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Desde la democratización, no había habido una presidencia tan poderosa. La última vez que el partido gobernante tuvo también mayoría en el Poder Legislativo fue en 1997, en los últimos estertores del autoritarismo. Y no cualquier tipo de mayoría. Entre 2018 y 2021, AMLO y su partido contaron con la capacidad de reformar la Constitución a placer, un lujo muy escaso entre los progresismos latinoamericanos. Como contraste, el actual Chile de Gabriel Boric vio un largo proceso constituyente ser finalmente derrotado en un referéndum. El México de AMLO requería una simple e infrecuente línea recta: la voluntad de la actual élite gobernante.
En efecto, AMLO sí ha reformado la Constitución, pero no hacia la izquierda. La presencia del Ejército y Marina en las calles, llevando a cabo tareas de seguridad interna desde que inició la llamada guerra contra el narco en 2006, era una irregularidad jurídica que AMLO zanjó. El Decreto de reforma constitucional no. 235, de marzo de 2019, regularizó la militarización por cinco años, hasta 2024, pero además creó a la Guardia Nacional en sustitución de la Policía Federal. La Reforma 235 no solo completó lo que Calderón comenzó, sino que lo superó al colocar a la nueva corporación armada, la Guardia Nacional, bajo mando militar y subordinada al Ejército, a diferencia de su predecesora, la Policía Federal, que tenía mando civil y estaba subordinada a una institución civil, la Secretaría de Seguridad Pública.
En este contexto debe leerse la nueva reforma constitucional en curso de AMLO, que ha extendido la presencia militar en las calles de cinco a nueve años (hasta 2028). ¿Se va a volver a ampliar cumplido este plazo? Lo que sí sabemos es que la próxima presidencia, que gobernará entre 2024 y 2030, quedará acotada en este aspecto por las actuales decisiones de AMLO.
Austeridad, pero no para el Ejército
Uno de los pilares del sexenio de AMLO ha sido la llamada austeridad republicana. Igual que en el resto del mundo neoliberal, el actual gobierno de México también reivindica los recortes presupuestarios. Lo original aquí es que esta política se presenta como “de izquierda”.
Sin embargo, y a diferencia de los recortes en el resto de la administración pública, el gasto del Ejército ha aumentado a un ritmo promedio de 16% anual en los tres primeros años de AMLO. Gracias a este ritmo, en 2021 el gasto el Ejército ya era 54% superior al de 2018, el último año de Enrique Peña Nieto. No sólo eso. Como puede observarse en la Figura 1, AMLO ha aumentado la brecha entre el gasto ejercido por el Ejército y el asignado originalmente.
Esto solo había ocurrido antes con Calderón, cuando en los tres años finales de su gobierno (2010-2012) el gasto anual del Ejército rebasó al presupuesto original en un 19% promedio. Con López Obrador, el gasto del Ejército ha rebasado al presupuesto original en un 20% promedio, y esto apenas en sus tres primeros años en el cargo (2018-2021).
Si Calderón asignó a las fuerzas armadas funciones de seguridad pública, AMLO además le ha añadido funciones empresariales, encargándole tareas como construir las sucursales de sus Bancos del Bienestar, administrar los puertos y aduanas del país y construir y administrar (y disfrutar las ganancias de) el Tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucía. En consecuencia, el gasto del Ejército y Marina ya rebasa al de Salud, algo que no ocurría desde 2005, como se ve en la Figura 2. En su primer año en el poder, López Obrador recortó el gasto en Salud y solo lo aumentó en los años siguientes por la pandemia y sin superar al gasto militar.
La militarización de AMLO no responde a un cambio de ideas. No hay que olvidar que, en 2006, en reunión privada con el embajador de Estados Unidos en México, AMLO prometía “dar mayor poder y autoridad al ejército en operaciones antinarcóticos”, a petición explícita de la Casa Blanca. Sin embargo, en público prometía lo contrario. ¿Cuál era el auténtico? ¿El político reunido en la Embajada estadounidense o el orador en un mitin? Lo que alguien dice puede ser relevante, pero no tanto como lo que hace.
¿Cuál izquierda?
Sin recibir reforma alguna, las fuerzas armadas han visto aumentar sus finanzas y sus funciones. Aparte de la presidencia, ellas son el único otro componente del Estado mexicano que se ha fortalecido en este sexenio. Este Ejército y su cadena de mando es el mismo que participó en la desaparición de 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa. El mismo Ejército que se ha negado a aclarar dicha participación, que ha entorpecido las investigaciones al respecto y que ha sido liberado de 16 órdenes de aprehensión que se habían emitido en contra de militares por este caso.
La reciente filtración de documentos reservados del Ejército por un grupo de hacktivistas, ha puesto de relieve la personalidad de una institución que considera a los padres de niños con cáncer y a los grupos feministas como una amenaza equiparable a los cárteles de la droga. En vez de poner un freno al creciente poderío militar, AMLO lo ha acelerado.
A dos años de terminar el sexenio, el escenario de una transición post-neoliberal fallida no solo se cristaliza cada vez más sino que puede quedarse corto. No solo estamos frente a un dirigente que continúa (si no es que profundiza) la ortodoxia económica que critica. Estamos frente a un progresismo fallido que en el terreno militar ha rebasado a la derecha por la derecha. Con este tipo de “izquierda”, ¿para qué queremos derecha?
Notas:
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• Encabezamiento: The Guardia Nacional or National Guard, public security of Mexico / Luxbox (Shutterstock)
Ramón I. Centeno es profesor asociado de política en la Universidad de Sonora, México. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) de México.
Fuente: https://blogs.lse.ac.uk/latamcaribbean/2022/11/17/militarizacion-mexico-presidencia-amlo/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
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