México, sus sismos y abdicación gubernamental
Tres sismos han marcado la vida trágica y estructural de México entero, pero sobre todo de su capital la Ciudad de México, antes Distrito Federal. El sismo de 1985 con magnitud 8.1; 2017 con magnitud 7.7 y; 2022 con magnitud 7.1, todos por cierto un 19 de septiembre, entre las 7 de la mañana y las 2 de la tarde.
Reconocidos como un fenómeno que rompe la corteza terrestre, produciendo vibraciones en todas direcciones percibidos en tierra como sacudidas y balanceos de duraciones variables, (Cenapred 2022), los sismos en México solo han evidenciado a lo largo de sus apariciones que aún no estamos preparados para mitigar sus efectos, pero sobre todo se ha evidenciado atender gubernamentalmente muy mal la contingencia.
El sismo de 1985, el más devastador de todos con aproximadamente 10 mil muertos y gran parte de la ciudad de México derrumbada, permitió mostrar la solidaridad del pueblo mexicano que, a transeúntes y residentes de sus colonias, los hizo voluntarios ayudando sin pensarlo a quienes habían quedado atrapados en los derrumbes diversos, jornada que fue replicada durante días y apoyada básicamente por cuerpos de rescate y soldados.
El sismo de 2017 con casi 400 muertos, dejó una estela de muerte de menor impacto afortunadamente, pero paradójicamente con un accionar muy vergonzoso porque para 2017 ya contábamos con la tecnología, la experiencia y los recursos en todos los sentidos que no teníamos en 1985. Es decir, que a pesar de que el impacto en fallecidos fue menor, los daños a provocados por el sismo de 2017, fueron y siguen siendo cuantiosos y como los de 1985, miles de daños sin atender.
El sismo de 19 de septiembre de 2022, precisamente una hora después del simulacro nacional anual, fue “una bomba para todos”, pero también otro recordatorio más para atender las calamidades como éstas de manera más integral y preventiva. Me explico, a pesar de que México está asentado sobre una zona altamente sísmica –donde los temblores o sismos son a diario pero en menor escala de la que se puede causar destrucción- las autoridades en turno provenientes de diferentes partidos políticos por las transiciones sexenales dadas, no ha tenido la capacidad e inteligencia suficiente, para buscar conjuntamente con los expertos del tema, políticas públicas con perspectiva de resiliencia, sustentabilidad, movilidad, atención de riegos y sobre todo prevención.
Se siguen construyendo viviendas, fraccionamientos, unidades habitacionales, escuelas, edificios altos, muy altos, en zonas donde no deberían estar, lo que significa que a la autoridad como decimos en México, les importa un comino, lo que pueda pasarle a esa gente que ante la necesidad compra y construye en lugares que sísmicamente debería estar prohibidos, sin dejar de mencionar que existe una presión a la compra y venta de suelo por acaparadores, coyotes, políticos y empresarios corruptos, que ven en la necesidad de vivienda una oportunidad de hacerse ricos, sin importar la vida de los demás. Eso sí, ellos no construyen allí sino en zonas seguras donde “sus familias viven tranquilos”.
Otro tema es que, se ha olvidado aquel proyecto de la Universidad Nacional Autónoma de México de hacer efectivo, no solo un Atlas de riesgo, sino una guía de atención a edificaciones citadinas, metropolitanas y rurales, para el monitoreo permanente y por supuesto la reubicación en su caso de esas personas que viven en zonas de alto riesgo, como son riveras de rio, cerros, acantilados, montañas etc. Tan solo en 2018 la UNAM registró 18 mil reproducciones de temblor que fueron menor a la magnitud de los destructivos que superan los 7.0 puntos.
Quien esto publica no toma los datos de referencias bibliográficas, sino de experiencias vividas en los dos primeros sismos.
El de 1985, participando oficialmente en 1987 en los programas de reconstrucción de la ciudad de México en la Delegación Cuauhtémoc, conociendo los programas a la perfección de esas fechas, Casa Propia, Fonahpo, Fase 1 y 2, Ficapro, Cruz Roja entre otros, afirmando categóricamente que aún existen campamentos de damnificados, viviendas con daños por sismo que se agravaron porque traían ya daños por tiempo sobre todo en el centro histórico de la capital de México, sin que a la fecha nadie haga nada, sí hay la atención pero más bien es clientelar y como si fuera limosna para los damnificados.
En los sismos de 19 de septiembre de 2017, me incorporé como voluntario en los trabajos de rescate de la Ciudad de México, en el área de carpintería donde docenas de personas sobre todo jóvenes, trabajábamos jornadas de 48 horas por 8 de descanso a fin de elaborar –para la zona cero- Álvaro Obregón 286, Col. Roma, polines para las lozas colapsadas de este edificio, cajas de vida y cubos de minero, así como elaboración de escales y dormitorios, para quienes en otras funciones de rescate, tanto nacionales como extranjeros, participaban.
En este etapa de mi vida, Álvaro Obregón 286, no solo conocí a más profundidad el dolor de las personas, sino más a fondo la corrupción rampante que no se ha ido de México y mucho menos cuando surge en desastres y tragedias como ésta. Porque fuimos testigos como civiles, de la información parcial que se daba a la prensa por parte del gobierno, sobre heridos, fallecidos, apoyos en dineros y especie. Basta mencionar que en esta zona de rescate literalmente desaparecieron o se esfumaron miles de herramientas de trabajo de rescate que iban desde simples clavos, martillos, serruchos, palas, taladros, cizallas hasta arneses y plantas de luz movibles, sin que pudiéramos hacer nada, porque “el estado era dueño y señor del escenario tanto operativo –sin hacer nada- como mediático” aunque nunca lo fue del rescate, donde si lo fue la gente del pueblo y los apoyos del extranjero. Otro tema que queda pendiente de saber es qué paso con los miles de millones de pesos que se juntaron para la reconstrucción de 2017, lo que solo queda documentado trágicamente sin que tampoco hagan nada, en el senado de la república, documento que será análisis en otra entrega.
Los mexicanos somos afortunados porque tenemos en la sangre el chip de la solidaridad, pero desafortunados, muy desafortunados por una clase política, o más bien apolítica, vergüenza nacional “en su mayoría”, que debemos erradicar para que no le hagan más daño a las presentes y futuras generaciones de mexicanos. La reconstrucción nacional de 1985, 2017 y 2022 no solo es por los sismos dados en los 19 de septiembre de estos años, sino también para extirpar de México una clase política vieja, reciclada, cínica y cobarde, que debe irse para siempre, proveniente por cierto de todos los partidos políticos existentes, lo que se traduce en que no son los partidos los buenos y malos de la película, sino los actores políticos o apolíticos que en ella, dicho por los mexicanos de a pie, encuentran como la rata de caño su modo de vivir en lo obscurito, pero como se dice la avestruz que esconde la cabeza cobardemente en el día.
No podemos engañar al mundo, porque el mundo no es tonto. Debemos seguir actuando y empoderando ciudadanos para que una clase política recicladora no se adueñe de la verdad. Por eso apostarle a los ciudadanos empoderados es lo que debe imperar.
Rafael Marín Marín es Secretario General del Frente Jurídico Nacional en Defensa de la Constitución y el Estado de Derecho y, Presidente de México Crítico. Agrupación Política Nacional.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fu
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