Economía moral
Historia de una vocación, 31ª entrega // Nueva mirada al Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP)
ace unos meses firmé un contrato con Policy Press, sello editorial de la Universidad de Bristol, Gran Bretaña, para la publicación de un libro mío con el título provisional que, en español, sería Un enfoque integrado para conceptualizar y medir la pobreza. Crítica de la Economía Política de la Pobreza. El manuscrito final, que debo entregar muy pronto, está casi completo. El capítulo 8 es una explicación detallada, con un ejemplo de aplicación práctica, del Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP), mismo que desarrollé entre 1990 y 1992 y he venido aplicando desde entonces. El propósito principal del libro es dar a conocer al público que no lee español mis aportaciones sobre conceptualización, medición de la pobreza y fundamentación de ambas tareas. Casi todo el contenido del libro ha sido publicado, aunque de forma muy dispersa, y en un periodo muy amplio, en español. Pero al empezar a redactar el capítulo 8 para el libro en inglés, me percaté que hace mucho no había publicado una descripción detallada del MMIP. Me puse a hacerla basándome en lo publicado por mi y por el EvalúaCDMX y empecé a identificar detalles, en la solución de algunos indicadores, que requerían una mejor solución. Esto me ha llevado, en esos casos, a revisar la metodología (y la conceptualización que está detrás) de esos indicadores. En general, el MMIP ha sido criticado por mis colegas minimalistas por fijar umbrales muy altos para identificar las carencias y, por tanto, por sobrestimar la pobreza. Sin embargo, uno de los ejemplos más importantes de la revisión que estoy haciendo (sin originalmente habérmelo propuesto), es la de la necesidad humana de mantener la temperatura corporal dentro de ciertos límites. He llegado a la conclusión que en el MMIP se me olvidó el frío que, en ocasiones, llega ser más devastador que el hambre, como lo reflejan magistralmente Akira Kurosawa en su película Dersu Uzala, el cazador, y Primo Levi en su libro Si esto es un nombre (o Sobreviviendo en Auschwitz). Dándole muchas vueltas al por qué de esta imperdonable omisión, me acordé que en las múltiples y acaloradas discusiones mantenidas para la conformación de la Canasta Normativa de Satisfactores Esenciales (CNSE) en Coplamar (1981-1982), me rendí en la discusión sobre el calentador de agua como satisfactor integrante de la CNSE. El argumento para dejarlo fuera fue que bañarse y lavarse las manos con agua a la temperatura que sale de la llave es más que suficiente, es decir, que el agua caliente (o tibia) no es un satisfactor esencial en México. Aunque el ventilador fue incluido, no recuerdo que se haya discutido el calefactor. Además de haber quedado fuera de la CNSE el calentador de gas y el calefactor, también quedaron fuera el gas y la electricidad consumidos por ellos, aunque si se estimó la electricidad consumida por el ventilador. Por ambos lados se subestimó el costo de la CNSE, que es igual a la línea de pobreza (LP) y, por tanto, se subestimó la pobreza. En parte esta omisión está relacionada con el hecho que sólo definimos dos CNSE, una para el medio urbano y otra para el rural (con mínimas diferencias), sin hacer distinciones climáticas. Esta línea de olvido del frío (no del calor excesivo, de ahí la presencia del ventilador) ha sido la prevaleciente en el MMIP desde las primeras aplicaciones hasta hoy, con la excepción que ahora relato, pero que no tuvo continuidad.
En 2007, el Coneval (creado en 2006) y El Colegio de México convocaron a seis expertos a presentar propuestas de metodología multidimensional de medición de la pobreza para México que acataran lo establecido en los artículos 36 y 37 de la LGDS (Ley General de Desarrollo Social) que obliga al Coneval a desechar las mediciones unidimensionales de ingresos y medir la pobreza en México usando los indicadores ahí enumerados. Fui convocado como parte del grupo de seis expertos, que incluyó a Satya R. Chakravarty, de la India; James E. Foster, de EU; David Gordon, de Gran Bretaña, así como Rubén Hernández Cid y Humberto Soto de la Rosa, del Departamento de Estadística del ITAM, que juntos presentaron una propuesta. Las cinco propuestas fueron publicadas en el libro Medición multidimensional de la pobreza en México de El Colegio de México y Coneval (2010, 661 pp.). Mi capítulo, el primero del libro, comprende las pp. 43-277. Puesto que en la lista de 8 indicadores incluidos en la LGDS no se encuentra el tiempo libre que el MMIP siempre ha incluido, y en cambio se incluye la alimentación que en el MMIP siempre se ha incluido como una parte de la pobreza de ingresos, me vi obligado a presentar una propuesta distinta al MMIP que había venido aplicando por muchos años. Para alimentación, adopté la metodología de contrastar el gasto en alimentos reportado por el hogar con el costo de una canasta normativa de alimentos. Liberado de las cadenas de mi propia práctica por estos cambios obligados, desarrollé un indicador mejorado de adecuación energética respecto del que había utilizado usualmente y que sólo combinaba energía eléctrica y combustible para cocinar, en pleno olvido de la energía requerida para calentar agua y los espacios de la vivienda. Construí, por tanto, un indicador de adecuación energética que además de electricidad (acceso y confiabilidad de la fuente, calificado por la calidad de la instalación medida por el cociente focos /habitaciones) y combustible para cocinar, incluyó calentador de agua (o boiler) y calefacción que, combinados llamé capacidad de calefacción del hogar. Sin embargo, como lo señalé en mi capítulo en el libro Colmex-Coneval, mientras el calentador de agua se necesita en todo el país, el de calefacción de la vivienda se vuelve esencial en partes del territorio nacional, sobre todo en los meses de invierno (con la excepción de las costas y buena parte del sureste de México)
(p. 170). Argumenté añadiendo: “Estudios sobre la capacidad de termorregulación muestran que el cuerpo humano es incapaz de mantener una temperatura normal si la de su entorno no está entre 15° y 30 °C. Es sabido, además, que las temperaturas menores a 10° sin la ropa apropiada son peligrosas para la vida humana. Considerando esto, los municipios con temperaturas promedio mensual de 10° (o menos) y hasta 12 °C y con -2 °C de temperatura mínima promedio durante diciembre, enero y febrero, se clasificaron como municipios fríos. Sólo quienes viven en municipios fríos necesitan calefactor. En los demás municipios se supone que en el hogar siempre prevalece una temperatura no fría y no necesitan calefactor. Con esto, introduje, por primera vez en la historia del MMIP, una distinción climática para identificar satisfactores esenciales en sitios específicos. Un paso importante que ahora estoy tratando de hacer operativo para 2020 e incluirlo como parte del indicador de adecuación energética. En el libro referido obtuve (Cuadro IV.24 de mi capítulo) 62.5 por ciento de población carenciada en energía, contra el valor del indicador tradicional de adecuación energética de 15.9 por ciento en 2020 que sólo considera electricidad y combustible para cocinar. En el trabajo citado, consideré satisfecho el requerimiento de calefactor con un calefactor por hogar, pero me parece evidente que en diversas horas del día pueden requerirse más de uno en viviendas con varias habitaciones y habitantes. En eso estoy. Ya les contaré a qué llego. Hay otras modificaciones que me gustaría hacer en el MMIP
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