EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

lunes, 4 de abril de 2022

Cultura: no todo lo que brilla es Lopez

 No todo lo que brilla es López

L

a identidad del ex presidente Adolfo López Mateos siempre estuvo bajo un velo de misterio, escándalos y contradicciones. Sin estirar mucho las cosas, podría decirse que impersonó a su medio hermano Rafael, quien murió de un año y un mes, tres años antes de su nacimiento como Adolfo de Felipe Neri en 1908. El dato clave es que su presunto padre, Mariano López, había fallecido de neumonía en marzo de 1904. El niño Rafael Fernando López Mateos, de corta vida, nació en 1905; su padre lo antecedió por algunos meses, cuando tenía 43 años y dos hijos, Mariano (1900) y Elena (1901). Lo que todos habrían compartido es la madre, doña Elena Mateos. Mi bisabuelo Fernando López atestiguó la boda de su hermano chico y Elena en 1899, y siempre estuvieron muy cercanos. Mariano nació en 1860, cuando mi bisabuelo tenía seis años, en la misma localidad: Tlaltenango, Zacatecas. Fue dentista.

Dispensarán esta rápida genealogía, pero a partir de ahí la cosa se pone buena. Y todo aquí es genealogía. Doña Elena Mateos, capitalina, de una estirpe que presume a Francisco Zarco Mateos, Antonio Ramírez El Nigromante, Juan A. Mateos y ciertos héroes condecorados por Benito Juárez, enviudó a los 30 años, y aunque tuvo otros dos hijos, todos conservaron el López de un señor muerto años atrás.

La historia es conocida, claro. Al menos el enredo. Al llegar a senador en la década de 1940, Adolfo López Mateos enfrentó a los anti López de entonces. En 1958, una biografía oficial ideada por su padrino político, Isidro Fabela (fundador del mexiquense Grupo Atlacomulco), y el escritor por encargo Armando de María y Campos, salió al paso del delicado asunto, pues su padre biológico no era mexicano. Otro ingrediente fueron las versiones de que su nacimiento no ocurrió en México, sino en una localidad de Guatemala. Doble impedimento constitucional. La refriega arreció cuando el Partido Revolucionario Institucional lo destapó para suceder al presidente Adolfo Ruiz Cortines, de quien López Mateos era secretario del Trabajo. Una revisión genealógica muy completa es la de Javier Sanchiz Ruiz y Juan Gómez Gallardo Latapí en SciElo (número 51).

Mi abuela Lucero López no lo quería, aunque habían crecido en la misma casa, la de mi bisabuelo Fernando, quien acogió a los huérfanos de su hermano, Mariano y Elena, y a los hijos posteriores de Elena Mateos, Esperanza y Adolfo. Es bastardo, decía con sorna cuando mis padres y tíos acudían engalanados y fervorosos al Palacio Nacional para las cenas del Grito de la Independencia, invitados por nuestro tío Mariano López Mateos, el respetado hermano mayor del presidente.

El asunto es más truculento de lo que parece. Aquel hermanito, Rafael, enterrado en 1905 en el panteón Francés, según varios registros genealógicos sería hijo, lo mismo que Esperanza y Adolfo, de Gonzalo Murga Sunaga, nacido en Vizcaya, País Vasco. ¿Don Gonzalo ya andaba preñando a doña Elena con su marido Mariano en vida? Un chismesote, pues. Y más si añadimos que Esperanza Adolfina, todo un personaje, tal vez no fuera hija de Elena Mateos, sino de Murga y una aristócrata inglesa no identificada, pero se la habría endosado a doña Elena, y a mi bisabuelo. La versión proviene del gran fotógrafo de cine Rafael Figueroa Mateos, que en la vida real fue su primo y cuñado. El hecho es que Esperanza era la única rubia de los López Mateos.

Las historias se bifurcan. Esperanza, quien con Adolfo practicó el alpinismo y hay un refugio con su nombre en el volcán Iztaccíhuatl, fue una mujer extraordinaria y cosmopolita. En 1934 se casó con su primo Rodolfo Figueroa, hermano de Gabriel. Talentosa escritora y activista política, alter ego del misterioso novelista B. Traven, devino incómoda para su hermano priísta. Amiga íntima de Vicente Lombardo Toledano y fundadora del Partido Popular, entre 1950 y 1951 participó en la famosa huelga de Santa Rosita, y fue expulsada de Coahuila y amenazada por el mando militar. Ese mismo año murió de un tiro en la cabeza. Aunque en el acta de defunción su médico José Álvarez Amezquita sostenía que el tiro fue en la nuca, se adujo suicidio por dolores insoportables en la columna que le dejara un accidente de alpinismo en 1948.

Cercana al exilio alemán antinazi, Esperanza tradujo todas las novelas de Traven y gestionó la filmación de El tesoro de la Sierra Madre y La rebelión de los colgados. Se llegó a sugerir que ella era Traven. Éste aprobó las traducciones y los afanes de Esperanza, y la designó su agente en América Latina. Otra razón para la simpatía de Traven fue su extraordinario papel para traer a México en el barco Exodus a una gran cantidad de judíos que huían de Hitler. Aunque siguió casada con Rodolfo Figueroa, hacia 1941 tuvo de amante a Henry Schnautz, guardaespaldas de León Trotsky, en una relación romántica y tormentosa que la acercó a la comunidad judía. Su vida merecía una novela, y la obtuvo con su sobrina, la estupenda narradora Adriana González Mateos, en Otra máscara de Esperanza (Océano, 2014).

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