¿Qué hacer?
as previsiones globales del crecimiento económico para 2022 y 2023 se han reducido, según el Fondo Monetario Internacional ( Perspectivas de la Economía Mundial, abril 2022). El PIB mundial creció 6.1 por ciento en 2021 y para este año y el siguiente se estima que lo hará 3.6 por ciento. Las economías avanzadas se expandieron 5.2 por ciento el año pasado y se prevé que lo harán 3.3 y 2.4 este y el año entrante. En el caso de las economías emergentes y en desarrollo los datos son 6.8, 3.8 y 4.4 respectivamente. Para México, cuyo PIB creció 4.8 el año pasado se espera una expansión de 2 y 2.5 por ciento.
El crecimiento de los precios es, igualmente, un fenómeno general. Existen factores compartidos que la provocan entre distintas economías y otros que son de carácter particular. Entre los primeros destacan los asociados con las secuelas de la pandemia, a los que se suman las fuertes fricciones en las cadenas globales de abasto y, luego, las que se derivan de la guerra en Europa.
Los precios han subido progresivamente y con un repunte reciente muy notorio; además han mostrado rigidez. Los países más ricos no registraron tasas de inflación superiores a 5 por ciento entre mediados de 2012 y 2021, ahora 44 por ciento de ellos registran aumentos de los precios por arriba de ese nivel y 71 de los países emergentes y en desarrollo.
El índice de los precios de los alimentos de la FAO promedió 159.3 puntos en marzo pasado, 12.6 por ciento más con respecto a febrero. Esto refleja el incremento en los rubros de aceites vegetales, cereales y carne y también se elevaron los precios del azúcar y los productos lácteos. En cuanto al índice global de precios de productos energéticos, en abril de 2020 llegó a 52.77 y se había elevado a 338.33 en marzo de 2022.
Los bancos centrales replantean las políticas monetarias y de modo ostensible la Reserva Federal aumentará las tasas de interés como medio de contención en las próximas semanas, pero a costa de lo que puede derivar una recesión productiva de importancia. Se estima que la inflación siga siendo elevada este año e incluso el entrante. La inflación es el fenómeno económico más crítico globalmente.
En México los precios al consumidor crecieron en marzo 0.99 por ciento con respecto al mes anterior y 7.45 anualmente. En la primera quincena de abril continuó la tendencia alcista; el índice de precios subió 0.16 por ciento frente a la quincena anterior y la inflación general alcanzó 7.72 por ciento.
El impulso de los precios proviene del conjunto de los bienes y servicios agropecuarios, energéticos y las tarifas autorizadas por el gobierno; la denominada inflación no subyacente. Este segmento del índice creció 9.38 por ciento a tasa anual en la primera quincena de abril, mientras que el subyacente fue 7.16 por ciento. El efecto adverso desde el punto de vista distributivo es cada vez más severo. Este diario reportó que en los dos primeros meses del año el país gastó 27 por ciento más en la compra de granos básicos. (https://www.jornada.com.mx/2022/04/24/economia/014n1eco).
El abasto de alimentos está dislocado; Ucrania y Rusia producen en conjunto 14 por ciento de trigo del mundo y dan cuenta de 30 por ciento de las exportaciones de ese cereal. Rusia es un importante exportador de fertilizantes y ha suspendido su exportación.
En general las cadenas de abasto globales siguen obstaculizadas, como muestra la saturación del puerto de Shanghái, ahora afectado además por el rebrote del covid. Las repercusiones sobre el movimiento de las mercancías y los precios son notorias y se advierten en muchos otros puntos del mundo. La guerra en Ucrania ha afectado las rutas de transporte aéreo, como ocurre en el espacio ruso, y del marítimo en las vías que abarcan el Mar Negro.
La pandemia, la guerra y una creciente inestabilidad financiera tensan las condiciones económicas mundiales.
¿Qué hacer aquí con un escenario como este? Aceptar la inercia es una condición cada vez más riesgosa, puesto que la dinámica productiva tiene escaso impulso y las fuerzas para una eventual renovación del crecimiento se van minando constantemente.
Es imperioso distinguir hoy de manera clara las condiciones existentes de corto plazo y las posibilidades que hay para enfrentar la carestía y la reducida expansión productiva.
La política monetaria no puede hacer esto de modo exclusivo y habrá que usar los instrumentos fiscales disponibles y otros más para reducir las presiones económicas y sociales ya observables y que se van a agravar.
Han de reforzarse los esquemas de protección social en materia alimentaria y de salud. Han de protegerse a los negocios pequeños y medianos que ya resintieron fuertemente las consecuencias de la pandemia y el muy escaso apoyo gubernamental; otro golpe podría ser decisivo para sus posibilidades de subsistencia. Lo mismo ocurre con el empleo que resentirá el escaso crecimiento de la economía y el aumento de la informalidad.
En el mediano plazo hay ciertos proyectos públicos y privados que podrían reforzar la actividad económica; el sector público y el privado tendrían que actuar en concierto para armar el entramado que haga posible la eventual e indispensable expansión productiva que estará ausente en este sexenio. Esto exige una adaptación oportuna del escenario político y económico que hay en el país.
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