s difícil evitar una sensación de vergüenza ante lo dicho y hecho en relación con algo muy extraño denominado conmemoración de la caída de Tenochtitlan
.
Es pena ajena. No es de todo mundo. Pero la verdad es que quienes
pasan por el sistema educativo mexicano, aunque sea por pocos años, son
formateados para que adopten como propia, en la cabeza y el corazón, una
invención muy extravagante que se llama historia de México
, de la que forma parte ese episodio
.
Los niños deben aprender de memoria, con devoción religiosa, textos tan vergonzosos como el Himno Nacional Mexicano, con todas sus atrocidades. Deben también participar en rituales insensatos y hasta emocionarse ante gestos fuera de lugar y de sentido. Pocas personas se enteran que México fue inventado como Estado y nunca ha podido ser nación. Ni siquiera la definición elemental que alude a quienes nacen en un lugar se aplica en nuestro caso. Se pone la etiqueta de mexicano a personas que no nacieron aquí, y se le niega a muchas otras que han estado en este suelo por cientos o hasta miles de años.
Desde el principio se trató de construir la nación con elementos
ajenos. El discurso oficial para dar a conocer nuestra primera
Constitución estableció el principio de la importación de ideales: Si
en todos nuestros pasos nos hemos propuesto por modelo la república
feliz de Estados Unidos del Norte, imitémoslos en la prudencia con que
se han conducido en posición muy parecida a la nuestra, pero es
necesario entender que nosotros necesitamos de mayor esfuerzo para
conseguir el mismo objeto: nuestros hábitos, la corrupción que nos
dejaron de herencia nuestros anteriores gobiernos, la naturaleza de
nuestra organización política, de nuestra legislación y la gran masa de
hombres que hoy no encuentran la precisa subsistencia por causas que
están a la vista de todos, constituyen otras tantas diferencias
esenciales, que hacen más peligrosa nuestra situación
. El párrafo culmina en la ilusión, promesa y compromiso de llegar por fin al templo de la felicidad, la gloria y el reposo
.
Resulta vergonzoso que se mencionaran desde 1824 condiciones como la
corrupción o la miseria que nos definen hasta hoy. Pero es aún más
vergonzoso que la construcción nacional
se concibiera como mera
copia de nuestros vecinos. No sólo imitamos el nombre: somos Estados
Unidos Mexicanos, no México. También, hasta hoy, imitamos todo lo demás.
El american way of life sigue siendo credo y obsesión de
muchas personas, desde las más altas esferas del gobierno, la academia y
la sociedad hasta el último pueblo aislado, al que han llegado de
regreso quienes fueron en busca del american dream. Se reconoce
mundialmente que Oaxaca es un paraíso gastronómico. Es una vergüenza
que haya ahí niños y jóvenes que se resisten a comer si no les sirven
una hamburguesa con cátsup. En vez de las deliciosas y variadas aguas
frescas locales, exigen refrescos de cola con sus tóxicos.
Es sabido que la arqueología es el más creativo de los géneros literarios. Con unas cuantas piedras que alguien encuentra por ahí pretende describir una civilización. La historia no se queda muy atrás, aunque se afana en que su tarea tenga un sello específico: colonizar el pasado con imágenes, miradas y categorías del presente.
En estos días se han estado usando abundantemente esos recursos, con textos de dudosa calidad, para referirse a lo que supuestamente ocurrió hace 500 años. Ninguna de las fuentes es confiable, pero se presentan como hechos un conjunto de mitos que se han utilizado siempre para dominar.
La extrema derecha española usó la fecha para reafirmar su versión
tradicional, la que define a Occidente: que la invasión habría tenido el
propósito de civilizar a salvajes violentos e inhumanos. Ahí mismo, sin
embargo, en la ciudad en la cual seguían rezando esa letanía insensata,
les informaron que nunca habían sido conquistados quienes hoy hablan en
nombre de los pueblos que vivían aquí hace cinco siglos. Quienes el
gobierno mexicano llama extemporáneos
fueron a mostrar
valientemente lo que han sido y son. Fueron también a desafiar tanto
ideas como prácticas del régimen dominante, ese régimen que habría tomado Tenochtitlan y hoy se dedica a destruir el mundo.
Criollos y mestizos dieron forma a la primera Constitución de México, en la cual se menciona una sola vez, como tribus extranjeras, a los pueblos que constituían la mayoría de la población del nuevo país. Son también criollos y mestizos quienes hoy presumen de haber enchufado al país a la economía estadunidense y siguen usando como modelo esa república. Acostumbran negar la inmensa carga de racismo y sexismo que existe en la condición mestiza que han asumido sin sentido crítico.
En uno de los momentos más atroces de la historia humana, cuando la
guerra total arrasa todo a su paso y se han desvanecido los horizontes
que se empleaban de guía, los pueblos verdaderos abren hoy caminos
creativos de construcción de la nueva era. No cayeron
ni entonces ni ahora. Al contrario. Son semillas de lo nuevo. Y están floreciendo.
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