EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

domingo, 20 de junio de 2021

Cine: La fiera y la fiesta

 La fiera y la fiesta

L

a fiera y la fiesta (2019), coproducción de República Dominicana, Argentina y México, y largometraje más reciente de la dupla de realizadores Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas ( Cochochi, 2007; Jean Gentil, 2010), es un tributo exuberante a la figura ya legendaria del cineasta dominicano Jean-Louis Jorge (1947-2000). En lugar de plasmar ese reconocimiento mediante un documental (expresión que esta pareja de directores manejan con gran solvencia), lo que se ha elegido aquí es hacerlo por medio de una ficción en la que continuamente se intercalan hechos reales. Aunque la trama es deliberadamente fragmentaria, su eje central es la llegada a República Dominicana de Vera (Geraldine Chaplin), una actriz veterana que ha conocido esplendores hoy casi apagados y quien intenta por todos los medios y afrontando obstáculos a diario renovados, actuar y dirigir una nueva película. Su equipo de filmación lo integran viejos conocidos suyos, algunos cómplices de generación, otros colaboradores artísticos, interesados todos ellos en recuperar el legado del cineasta y productor independiente J.L. Jorge que algunos de ellos conocieron, pero sobre todo la esencia de su estilo arrebatado y kitsch que, a juicio de la crítica europea, habría de colocarlo a medio camino entre el alemán Werner Schroeter y el español Pedro Almodóvar.

Ciertamente es interesante la idea del homenaje al cineasta dueño de una breve, pero intensa carrera que incluye las cintas La serpiente de la luna de los piratas (1973) y Melodrama (1976), películas de las cuales La fiera y la fiesta nos permite disfrutar algunas escenas y adentrarnos en la arriesgada apuesta estilística del director dominicano. Lo más notable es, sin embargo, la manera en que se permite aquí vislumbrar, mediante ese tributo póstumo, las vivencias de un grupo de artistas, los camaradas bohemios de Jorge, disfrutando un autoexilio europeo durante las décadas de los años 70 y 80 lo mismo en la contracultura underground que en el glamour de discotecas de moda como el ya mítico Le Palace parisino. En anotaciones breves, precisas, los cineastas aluden a la tumultuosa vida del artista Jorge en una época y un lugar por donde también transitaba, entre otros cineastas trasterrados, el mexicano Teo Hernández, autor de obras de una experimentación formal fulgurante. ¿Cómo transmitir a una generación nacida bajo la tiranía de las redes sociales, el clima de desenfado libertario que vivió Jorge en aquellas tierras de placer y olvido? ¿La experiencia emancipadora del exilio y el vagabundeo infatigable? Toda esa reminiscencia anima el malestar que aqueja a la directora Vera al pretender plasmar su vivencia generacional intransferible en una película que a todas luces parece una atribulada experiencia condenada al fracaso. A los continuos desplantes de diva enfurruñada y caprichosa que a la menor provocación asesta a todo su equipo la muy temperamental Vera, Víctor (Jaime Pina), el productor de la cinta, opone su escepticismo calculador y una resistencia tenaz, en tanto las personas más cercana a la directora, el cinefotógrafo colombiano Martín (Luis Ospina) o el infaltable conde de las noches berlinesas Henry (estupendo Udo Kier), apenas aciertan a reaccionar con una condescendencia piadosa.

Son muchos los percances y contratiempos en la filmación que acomete Vera, pero ninguno se equipara a la tormenta cerebral que se apodera de la realizadora veterana cuando intuye el cierre inevitable de su carrera artística y, de modo más agudo aun, el de su propia vida, sabiéndose ya enferma, guardando ese secreto muy a resguardo de atenciones inoportunas. La siempre vigorosa Vera –cuerpo anciano con elasticidad adolescente– tiene escasa o nula paciencia con quienes no calibran la importancia del proyecto que a ella le apasiona. Le estorban la comprensión inútil de sus colaboradores, le impacientan las pasividades juveniles. Nada parece estar a tono con su creatividad exigente y colapsada. La suya es una experiencia de soledad radical que posiblemente el cineasta Jean-Louis Jorge habría aceptado como espejo leal de su personalidad controvertida y de su propia carrera. La fiera y la fiesta, una incitación oportuna a descubrir, en alguna eventual proyección en Cineteca, el arte fílmico y la naturaleza real de aquella figura misteriosa.

Se exhibe en la sala 5 de la Cineteca Nacional. 14:00 y 18:30 horas.

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