EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

domingo, 18 de octubre de 2020

Brasil: jugando a la guerra-amazonas-

 Jugando a la guerra

T

an pronto el país Rojo invadió al Azul por la frontera norte fueron movilizadas fuerzas para expulsar al intruso. En total han sido 3 mil 600 hombres con un arsenal formidable, que además de tanques, cañones y ametralladoras de alta potencia contaron con lanzacohetes con capacidad de alcanzar blancos a 80 kilómetros de distancia. Entre combustible, horas de vuelo y transporte por tierra, además de municiones, se quemó alrededor de un millón 500 mil dólares.

Así fue el ejercicio militar realizado en el estado de Amazonas entre el 8 y el 22 de septiembre. No por coincidencia, el operativo estaba en su auge cuando el secretario de Estado estadunidense, Mike Pompeo, visitó la región amazónica, el 18 de septiembre.

Ha sido un ejercicio militar sin precedentes en Brasil, ni siquiera en tiempos de la dictadura que duró de 1964 a 1985.

La región elegida para el ejercicio está distante de la frontera venezolana, en un radio de 300 kilómetros alrededor de Manaos, capital del estado de Amazonas.

Dos generales, el ministro de Defensa, Fernando Azevedo e Silva, y el comandante-jefe del Ejército, Edson Leal Pujol, visitaron la región del conflicto el 14 de septiembre.

Elegir la región y bautizar al invasor de rojo fue una evidente mención a la vecina Venezuela. Se fortaleció la impresión de que existen planes preocupantes entre Brasilia y Washington, teniendo como objetivo hostigar cada vez más al gobierno de Nicolás Maduro.

Vale recordar que el ultraderechista Jair Bolsonaro anunció que retirará las credenciales diplomáticas de los representantes de Maduro que actúan en Brasil. La secuencia de ataques y provocaciones diarias lanzadas contra el país vecino, siempre añadiendo menciones a Argentina, que según él se está transformando en una Venezuela, va creciendo.

Cuando de la visita de Mike Pompeo, el presidente de la Cámara de Diputados, el derechista Rodrigo Maia, la denunció como una afrenta a la altivez de nuestras políticas externa y de defensa.

El ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Henrique Fraga Araújo, le contestó reafirmando la política de vasallaje frente a Washington: Brasil y Estados Unidos están en la vanguardia de la solidaridad al pueblo venezolano.

Una de las teclas más accionadas por Bolsonaro a la hora de hostigar al vecino se refiere al ingreso, en el estado de Roraima, de levas de venezolanos que salen de Venezuela. A propósito: en los pasados días, pasó a insinuar que los estados sureños de Brasil empiezan a recibir argentinos que huyen del actual gobierno. No hay ninguna base en la realidad para tal afirmación. Pura provocación, otra vez.

Ha sido a partir del pasado agosto que el tono de hostigamiento aumentó. Bolsonaro dejó clara la intención de cambiar la estrategia de las fuerzas armadas frente a la inédita y esdrújula previsión del surgimiento de una rivalidad entre estados en la región.

Su gobierno dejó claro en proyectos enviados al Congreso que está previsto el surgimiento de tensiones y conflictos en áreas vecinas. ¿Con cuál base se da tal previsión?, nadie sabe.

Con la divulgación del reciente operativo crecieron en Brasil las críticas a la política de sumisión a Washington y Donald Trump, con el consecuente riesgo de que el país sea arrastrado a una aventura militar sin precedentes en Sudamérica. Se trata, dicen analistas, de un juego peligrosísimo.

A eso se suma la perspectiva, cada vez más palpable, de una victoria del demócrata Joe Binden en la carrera presidencial de Estados Unidos. Si la hipótesis se confirma, se da por descartado el inicio de una nueva etapa en la relación bilateral, remplazando la sumisión actual por tiempos de tensión, para empezar con el tema de la creciente devastación ambiental sufrida por el Brasil de Bolsonaro.

Internamente, se advierten los riesgos de la creciente militarización del gobierno ultraderechista.

Bolsonaro había asegurado, en la campaña electoral de 2018, que iría a esparcir uniformados por su gobierno. Ha sido una de las poquísimas promesas de campaña que viene cumpliendo: ahora mismo, nombró a tres militares para la dirección de la agencia nacional de protección de datos de los ciudadanos brasileños. Hay fuertes razones para temer que en lugar de protección lo que haya sea pura vigilancia.

Además, cabe recordar que el ultra-reaccionario general Augusto Heleno Ribeiro Pereira, ministro-jefe del Gabinete de Seguridad Institucional, admitió cándidamente que incluyó a agentes de información, o sea, espías, en la delegación brasileña que el pasado diciembre participó de la conferencia sobre el clima realizada en Madrid.

Su misión fue identificar y vigilar, tanto en las organizaciones no gubernamentales como en la misma delegación oficial brasileña, los enemigos de la patria que cuentan mentiras sobre Brasil.

Siquiera en la dictadura militar ocurrió algo semejante: eran funcionarios de las embajadas, fácilmente reconocibles, los encargados de vigilar a los enemigos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario