El Tren Maya
José Blanco
E
l Presidente ha trabajado duro y seguramente lo acompaña un sentimiento de satisfacción por los numerosos logros sociales de 2019. Aunque siempre está ahí una enorme tarea pendiente de ser realizada.
El gobierno de AMLO cabalga contradicciones, resistencias y oposiciones: son inevitables, forman parte del proceso social por necesidad; más aún cuando avanza en un sendero de transformaciones múltiples. Cada acto, cada obra, entraña beneficios para algunos, no para otros, y disconformidad para algunos más. Eso sucede con el Tren Maya y el Corredor Transístmico, entre otras obras.
El sureste (SE) de México ha sido rezagado por toda la historia. En todos los indicadores esa región se halla en profunda desconexión del resto del país; por ejemplo, para el conjunto de Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán, hacia el primer lustro de este siglo 55.1 por ciento de las unidades productivas eran micro (25.7 por ciento era la proporción nacional) y su productividad media era más de seis veces inferior al promedio del sector de microempresas a escala nacional: una brecha inimaginable (otro México). Si se elimina a Quintana Roo, ese indicador empeora sensiblemente; y más aún si también se elimina Yucatán. Ello se debe a su extremo rezago en materia de infraestructura: falta aguda de redes de carreteras principales y rurales, redes ferroviarias, comunicación moderna, electricidad y otras formas de energía, transporte, tecnologías… Dada la decisión ancestral de no llevar inversión pública (IP) al SE, esos indicadores no pueden estar hoy muy lejos de los señalados; en algunas zonas incluso pudieron haber empeorado (véase Colmex, UNAM, J. Ros, ¿Cómo salir de la trampa del lento crecimiento y alta desigualdad?, 2015).
A la fecha, los bajos niveles de crecimiento del PIB nacional resultan de tasas positivas –en algunos estados, muy altas–, de las regiones centro y norte, y tasas negativas persistentes del SE. Ello se debe, como apunto, al enorme rezago de su infraestructura, lo que deriva a su vez de la ausencia de IP. Una infraestructura creciente eleva la productividad tanto del capital como del trabajo y la tasa de retorno del capital se incrementa dando lugar a mayor inversión pública y privada, creándose así un bucle ascendente positivo; los costos de ajustes del capital también se reducen, con efectos positivos sobre la inversión, especialmente en las pequeñas unidades productivas. Una espiral ascendente en inversión pública y privada, en infraestructura, crecimiento, empleo, exige también altos niveles de recursos públicos en alimentación, salud y educación.
El amplio plan de infraestructura para el SE de la 4T, no sólo beneficiará a la población del SE, sino que incidirá en los indicadores referidos en todo el país. No es sólo que tasas positivas de crecimiento en el SE se sumarían a las del centro y norte, arrojando mejor desempeño económico al país como conjunto; además, dado el relativamente bajo contenido importado de la inversión en infraestructura, habría efectos multiplicadores por todo el país, desde el principio. Posteriormente el incremento constante de los intercambios de todo tipo entre el SE y el resto de México acarrearía beneficios a todos. Es decir, el plan de infraestructura de la 4T para el SE importa a todos los mexicanos.
Es muy claro, ese plan debe ser negociado y acordado con los pobladores del SE. Nada debe quedar decidido por el impacto general de las obras; con precisión: de qué forma se beneficiará a las poblaciones; no sólo a las de la ruta del Tren Maya, sino a todos en el SE, y no sólo el Tren Maya, sino toda la obra de infraestructura.
También es muy claro, existen comunidades en el SE en posición ortogonal respecto a los objetivos de la 4T, en relación con su plan de infraestructura. Se trata en este caso de una contradicción irreductible e insuperable entre los intereses preferentes manifestados por organismos como el Congreso Nacional Indígena, el Concejo Indígena de Gobierno y la comandancia del EZLN, y los intereses del conjunto del país, no sólo los del gobierno. No es posible enfrentar políticamente esa contradicción; al gobierno sólo cabe poner en acto un extremo respeto por la naturaleza, y un extremo respeto por la ley.
Es digna la posición de esos organismos. Pero también es de poner bajo seria consideración el hecho histórico de que el desarrollo del Homo sapiens fue posible debido al permanente intercambio de materia entre los humanos y el resto de la naturaleza. La producción y reproducción de su vida consiste en producir, esto es, transformar la naturaleza para adaptarla a su consumo necesario: se trata de su vida como parte que es de la naturaleza misma, en una acumulación sin fin de destrezas y conocimiento. Desde hace unas décadas existe conciencia general creciente sobre la necesidad imperiosa de transformar la naturaleza sin degradarla: es una lucha de todos. Tal como siempre lo supieron las comunidades aludidas.
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