Valientes
Abraham Nuncio
E
n un comunicado interno –hecho público–, José Antonio Fernández, presidente de Femsa (Cuauhtémoc-Moctezuma-Heineken, Oxxo, Coca Cola, entre diversas empresas), dio a conocer la conversación que sostuvo con el presidente López Obrador. Le hizo saber, según él, de temas relacionados con sus inversiones y la idea que tiene sobre la libre empresa y la seguridad. También le mencionó la importancia social que tiene el Tecnológico de Monterrey. Extraño añadido: tal institución no es un activo de Femsa, pues depende de una asociación civil fundada, a iniciativa del industrial Eugenio Garza Sada, por un grupo de empresarios de Monterrey.
Eugenio Garza Sada es invocado en el ámbito empresarial como ejemplo de virtudes. No tanto para seguirlo como para lucrar con su figura. De repente su nombre se torna mención nacional en medios y redes sociales. Voces estentóreas descalifican a Pedro Salmerón por llamar
jóvenes valientesa quienes participaron en la guerrilla. Se pide su destitución de la dirección del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. El historiador renunció dignamente al puesto. Los medios interesados en crear un clima adverso a Morena no citan completo el texto de sus declaraciones.
Es preciso aclarar: el comando guerrillero que planeaba secuestrar al líder industrial no logró su propósito, pues tanto él como su guardaespaldas y su chofer iban armados. Cuando dos de los guerrilleros quisieron bajar del auto en que viajaba Garza Sada, del interior se produjeron varios disparos. Anselmo Herrera Chávez y Javier Rodríguez Torres, dos de los guerrilleros, cayeron muertos en el lugar. En el fuego cruzado que se produjo de inmediato, tanto el industrial como su guardaespaldas fueron alcanzados por las balas de los guerrilleros y también murieron.
La ausencia del peritaje de ley sobre los cuerpos impidió saber qué balas mataron a quién. La pereza y el oportunismo sólo señalan buenos y malos. La 75 Legislatura del Congreso de Nuevo León, convertida en caja de resonancia del Consejo Coordinador Empresarial, ahora dirigido por un ejecutivo de Femsa, declaró a Pedro Salmerón persona non grata en el estado. Son intentos histéricos por cancelar el pasado.
A Ignacio Salas Obregón, Raúl Ramos Zavala, Jesús Piedra Ibarra (desaparecido por los cuerpos de seguridad) y a otros guerrilleros se les reconoce como jóvenes valientes en diversos círculos de Nuevo León. Las causas que defendieron no son muy diferentes a las que distinguieron a los guerrilleros de todas las luchas armadas en nuestra historia (de Hidalgo, Morelos y Guerrero, a Ignacio Zaragoza, Porfirio Díaz, Zapata, Villa y Marcos).
Ignacio Salas Obregón, que llegó a ser el principal dirigente de la Liga Comunista 23 de Septiembre, era un estudiante del Tec. Oseas, su nom de guerre, recibió las enseñanzas de los clérigos católicos designados por los directivos de esta institución para orientarlos espiritualmente: eran los principios de la teología de la liberación. De hecho se tradujeron, como ocurrió en los movimientos guerrilleros de toda América Latina (ver Héroes y fantasmas, de Benjamín Palacios Hernández), en una ideología sincrética católico-marxista. Del Tec se incorporaron a la guerrilla, al igual que Salas Obregón, otros estudiantes destacados. No respondieron a la idea del fundador de esta institución. Inspirado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, su alma máter, el de Monterrey no ha tenido, entre sus docentes, a alguien como Noam Chomsky, un prestigiado intelectual de izquierda. Pero, como siempre ha ocurrido, la crítica penetra hasta en los conventos, como nos lo mostró la gran monja jerónima Juana de Asbaje, y la crítica de las armas en centros de estudio donde se reproduce la ideología dominante a la que se pretende blindar por todos los medios.
Los movimientos pacíficos (los estudiantiles de 1968 y 1971 o aquellos donde participaron Genaro Vázquez Rojas, Lucio Cabañas, los hermanos Gámiz, después convertidos en valientes guerrilleros) fueron respondidos con represión, persecución, tortura y muerte por el Estado mexicano.
También se pretende oscurecer ciertas cuestiones que es imprescindible poner en claro. ¿Los líderes empresariales y sus organizaciones dijeron algo para que fuera respetado el estado de derecho en esos y otros casos violatorios de los derechos constitucionales y humanos? No que se sepa. La responsabilidad histórica recae en ellos como la parte privada del Estado violador de tales derechos. Celebran a los héroes que lucharon con las armas en la mano por intentar darnos independencia y libertad. Pero actúan como entonces lo hizo el Consulado de los Comerciantes de México: echando mano del anatema para descalificar a quienes no sirven sus intereses.
Es la cabeza de un hombre valiente y honrado, dijo un militar realista al ordenar que se bajara de una pica la cabeza de Hermenegildo Galeana, uno de los valientes brazos de Morelos que había caído en combate y al cual se lo había degollado. ¿Más calidad humana tenía un defensor de la corona española que los ciudadanos de una república independiente? Sí, sin duda: algunos continúan viviendo mentalmente en la Colonia.
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