Adelita Salazar, heroína de la lucha del 68
Elena Poniatowska
▲ Adela Salazar, en un boceto proporcionado a este diario por Margarita Castillejos.
L
a abogada Adela Salazar de Castillejos, defensora de sindicatos obreros independientes al lado de su marido, Armando Castillejos Ortiz, fue apresada por el Ejército el 18 de septiembre de 1968 en Ciudad Universitaria, aunque no era líder estudiantil, ni estudiante. La detuvieron por defender a los trabajadores de la Laminadora Kreimerman, Campos Hermanos, Ideal Standard y IUSA (sindicato del temible Alejo Peralta), y por su participación en múltiples movimientos de izquierda, como el de la Paz, de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Rina Lazo, Arturo García Bustos, el cancerólogo Guillermo Montaño, el médico Mario Salazar Mallén y otros. También la pareja Castillejos participó en el Movimiento de Liberación Nacional creado por Lázaro Cárdenas para la defensa de la revolución cubana.
Cuatro admirables mujeres fueron a dar a la cárcel de mujeres de Santa Marta Acatitla: la Tita, Roberta Avendaño, quien ya falleció; la Nacha,Ana Ignacia Rodríguez, amiga íntima de la Tita; Amada Velasco, y Adela Salazar de Castillejos, cuya presencia resultó una bendición para las presas, no sólo las del movimiento estudiantil de 1968, sino para las del orden común. Su carácter y capacidad de mando la hicieron muy popular. Resolvió casos de injusticia y, sobre todo, mantuvo en alto el ánimo de mujeres que todavía la recuerdan con cariño, como Ana Ignacia Rodríguez la Nacha, a quien Adelita ayudó a terminar su carrera.
Estudien, ordenaba Adelita, y ponía a leer a mujeres que no abrían un libro desde la primaria. Su ejemplo hizo escuela y dejó huella, incluso inició cursos de historia de México.
Tuve el privilegio de conocer a Adelita Salazar, a Armando Castillejos y a sus tres hijos hace años, y de visitarla en su casa en Chimalistac. Mientras Armando murió en un accidente automovilístico en 1979, Adelita le sobrevivió 36 años, hasta 2015. Para ella, esa muerte debió ser un golpe tremendo, porque no sólo fueron marido y mujer, sino que litigaron juntos y defendieron sindicatos como el del El Ánfora, cuyas tiendas de sartenes, cacerolas, vasos platos y toda clase de enseres domésticos aún brillan por su belleza en la calle de López.
–Cuando mi mamá estuvo en la cárcel, en 1968 –cuenta la maestra en ciencias, Margarita Castillejos, hija de Adelita y Armando, y esposa de Jorge Alcocer, secretario de Salud del gobierno de Andrés Manuel López Obrador–, puso en orden a todas las presas comunes con las que vivía, les enseñó a limpiar su celda y a cuidarse a sí mismas; sus camas estaban hechas a las siete de la mañana, porque, si no, mi mamá las ponía pintas. Creo que mi mamá hasta puso un salón de belleza en la cárcel. A todas las animaba a peinarse, a arreglarse, a no dejarse ir, porque si no cuidaban su aspecto físico, era muy fácil que se deprimieran. Apenas veía que una se desmoralizaba, le daba buenos consejos.
“Mi mamá fue humanista –se emociona Margarita Castillejos. Como abogada ayudó a muchas presas a que salieran de la cárcel porque no tenían abogado…”
–¿Por qué no tenían abogado?
–Porque no tenían con qué pagarlo. Mi mamá empezó a revisar sus juicios cuando salía al juzgado y las sacó libres. Sí, era admirable mi mamá, de carácter muy fuerte.
–Siempre recuerdo a tu mamá muy bien arreglada y sonriente. Jamás le oí una queja…
–Llevó su encarcelamiento con mucha dignidad. Mi mamá iba a salir libre en diciembre de 1968, pero por órdenes expresas de Fidel Velázquez permaneció en la cárcel dos años y un mes y salió a principios de 1971… Era muy delicada para la comida, de tal manera que nosotros, Margarita Bibiana, Adela y Armando, le llevábamos jamón, pan y queso los miércoles y los domingos. Muchos parientes y amigos la visitaron.
–Las presas políticas y las comunes no tenían los privilegios de los hombres, nada de visita conyugal, como ellos…
–Gracias a su estatura y al respeto que supo ganarse, a mi mamá le permitieron tener algunas visitas conyugales. A diferencia de mi mamá, Armando Castillejos estuvo en Lecumberri, en la crujía M con presos políticos, como Manuel Marcué Pardiñas, Heberto Castillo, José Revueltas, Eli de Gortari, Fausto Trejo, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca… El trato que recibieron ellos fue muy distinto al de las mujeres, porque pudieron hacer clubes de discusión política y de lectura. Cuando salieron, mis padres no se amedrentaron, siguieron luchando. Les propusieron salir antes si aceptaban irse fuera de México, pero ambos se negaron rotundamente… Cuando murió Armando, mi mamá tomó la estafeta tanto en la redacción de artículos semanales en Últimas Noticias, como en la defensa de los sindicatos independientes… Fue tres veces galardonada con el Premio Nacional de Periodismo por artículo de fondo.
Reconocida como parte del grupo de los grandes luchadores del pasado Demetrio Vallejo, Valentín Campa, Othón Salazar, Carlos Monsiváis y Jaime Avilés por Andrés Manuel López Obrador en su discurso en el Zócalo, al ganar las elecciones de 2018, Adelita Salazar de Castillejos pasa a formar parte de las heroínas de la historia de México.
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