Crear valor
León Bendesky
P
ara comprender el proceso de crecimiento de la economía y así provocar la expansión productiva del ingreso y su mejor distribución es necesario distinguir de la manera más clara posible el asunto del valor.
Hay tres cuestiones relevantes al respecto: ¿Quién lo crea? ¿Quién lo extrae?, y ¿Quién lo destruye? Esto es precisamente lo que plantea en un libro reciente Mariana Mazzucato. La confusión entre estos tres fenómenos, sugiere la autora, es una fuente de ineficiencia, empobrecimiento y de la desigualdad reinante en la economía global.
La noción de valor es clave en la formulación de cómo funciona una economía. Las cosas tiene valor porque sirven para algo –por su uso–, pero tienen también un valor de cambio que proviene de la necesidad de canjear unas cosas por otras; éstas son las mercancías, los servicios o los títulos financieros sean de deuda (bonos) o de propiedad (acciones) y también el trabajo.
La manera convencional de tratar el asunto del valor es por medio de las condiciones de la oferta y la demanda en el mercado. El precio, entonces, se asimila con el valor. Lo que no entra en el campo del mercado no tiene precio y, por lo tanto, tampoco un valor reconocido económicamente (el trabajo doméstico).
Mazzucato argumenta que además hay que considerar lo que ocurre en la interrelación del mercado y el gobierno para distinguir entre quienes crean valor (riqueza) y quienes sólo lo extraen y se lo apropian.
Esto tiene que ver con un aspecto de índole colectivo, como ocurre por ejemplo con el medio ambiente o las inversiones con rendimientos sociales de mediano y largo plazo, y que hoy no son rentables para el capital privado (infraestructura, educación).
Hoy, en la economía de mercado se generan grandes acumulaciones de riqueza privada a partir de la extracción de valor creada en otros segmentos de la sociedad.
Un caso que destaca la autora son ciertas actividades predominantes en el sector financiero, como fue la enorme acumulación de deuda en el mercado inmobiliario, una causa primordial de la crisis de 2008. Esto dejó un gran sobrendeudamiento de las familias mientras representó ganancias extraordinarias para los que promovieron y manipularon esas deudas. Se extrajo y se apropió valor por un lado, mientras se destruía por otro.
Buena parte de la intermediación financiera es esencialmente especulativa y de manipulación de los precios de los activos en los mercados. Esta es una práctica predominante de los bancos más grandes y significa ese mismo tipo de extracción de valor.
La pugna en torno a la regulación de las actividades financieras se ubica en este plano. Los intereses económicos que están en juego son enormes y el debate político y teórico sobre el libre mercado y la regulación es muy intenso. El efecto sobre las inversiones productivas de largo plazo es adverso y, con ello, el mismo potencial de crecimiento del producto y su distribución en la sociedad.
Mazzucato destaca también lo que sucede en el sector de las tecnologías de la información en el que se generan grandes beneficios por concepto de los derechos de la propiedad intelectual y las patentes (como lo señala en el caso de la industria farmacéutica).
Este aspecto tiene que ver igualmente con el poder monopólico de las empresas tecnológicas como Google, Facebook y otras, que restringen las opciones para los consumidores y fijan los precios y extraen valor.
La discusión sobre el carácter de la actividad económica del gobierno ofrece ángulos interesantes. Esto ocurre con cuestiones como la educación, la salud, las obras de infraestructura, el financiamiento de la investigación básica o la promoción directa de inversiones productivas. Indica el caso del gobierno de Estados Unidos que jugó un papel clave en el desarrollo de tecnologías transformadoras como Internet y el GPS, que hoy se aplican ampliamente en el sector privado.
Los puntos que señala refieren de nuevo a la distinción entre los procesos que crean valor y aquellos por medio de los que éste se extrae y destruye.
Los conceptos dominantes en el análisis económico y la misma medición del producto que se genera cada año (PIB), se refieren a las transacciones en el mercado y, por ello, a los precios a los que se intercambian. Esto provoca que casi por definición se considere que toda actividad del gobierno es improductiva y que sólo extrae valor de la sociedad.
El impacto que esto tiene en la definición de las políticas públicas (incluyendo la austeridad) es políticamente muy relevante. Por cierto que la capacidad económica de los gobiernos es muy diferente y, con ello, los efectos de la inyección de recursos para crear valor. También lo son las consecuencias en la extracción de valor de la sociedad (la inflación, los impuestos sin contraparte equivalente o la corrupción y la ineptitud), lo que tiende a situarlos en la discusión pública como entes parasitarios.
Estos son temas que habrían de estar en la agenda de las discusiones políticas en todas partes. Hoy mismo en México se ejecutan políticas de relevancia, como puede ser entre otras el caso de la estrategia comercial, decisiones de inversión, presupuestales, de la generación y asignación de recursos privados y públicos, y muchos más que se pierden en una pugna política chata y con campañas electores que parecen fuera de foco.
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