21 de marzo de 2013•06:05 • actualizado a las 06:10
Lorenzo Meyer: ¿Derrota moral?
Lorenzo Meyer
BLOCH
El título de esta columna proviene de una tesis del
historiador francés Marc Bloch, retomada por José Ramón Cossío (ministro de la
Suprema Corte) y Enrique Florescano (historiador) para coordinar 12 ensayos -La
perspectiva mexicana en el siglo XXI (FCE, 2012)- que bien podrían considerarse
un intento de poner al día la segunda parte de Los grandes problemas
nacionales (1909), donde Andrés Molina Enríquez abordó los temas "del
orden primordial".
Bloch fue un famoso profesor medievalista fundador
de la Escuela de los Annales, que durante la Primera Guerra Mundial sirvió en
la infantería de su país y años después vivió en carne propia, como capitán del
Estado Mayor, la nada gloriosa derrota francesa de 1940, para terminar fusilado
en 1944 por actuar en la resistencia.
Al examinar la capitulación de Francia, Bloch
concluyó en La extraña derrota (1940) que las razones principales de ésta
habían sido, por un lado, la falta de previsión de los mandos franceses, su
pésima administración del Ejército y su "déficit intelectual" para
prever y actuar. Por otro lado, la ausencia de un compromiso real de las
diferentes clases sociales, en particular de las élites, con el interés
colectivo; en el momento de la crisis, la salvaguardia de los intereses
particulares tuvo prioridad sobre el interés nacional. La rendición de Francia
en 1940 fue, para Bloch, tanto una inexcusable derrota militar como moral.
NUESTRO PROBLEMA
Cossío y Florescano asumen que el proceso histórico
mexicano reciente puede desembocar en el equivalente a una derrota del proyecto
nacional: un crecimiento económico mediocre, una crisis del sistema de justicia
y del de seguridad pública, un federalismo "infame", una ciudadanía
precaria, un sistema educativo donde la insuficiencia está en la calidad más
que la cantidad, etcétera. Y para que no se repita el diagnóstico de Bloch, por
lo que se refiere a la falta de previsión, los coordinadores convocaron a 12
especialistas a examinar la situación que guarda México en otras tantas arenas
políticas y sociales.
TEMARIO
José Woldenberg se muestra cautamente optimista
ante el campo que le tocó examinar. Para él, "México [ya] vivió una
auténtica transición democrática" y ya arraigó un sistema plural de pesos
y contrapesos. Las insuficiencias de la joven democracia mexicana se localizan
en el área económica y se reflejan en una desigualdad social que la degrada.
Para el autor, la propuesta que en algún momento hizo Enrique Peña Nieto (EPN)
de tener una "cláusula de gobernabilidad" que diera al partido ganador
la mayoría absoluta, aunque no la hubiera tenido en las urnas, es inadmisible.
Sin embargo, como vimos en diciembre pasado, el ingenioso "Pacto por
México" le permitió a EPN sobrevolar al Congreso y aterrizar en un espacio
donde, y sin cláusula pero con la ayuda del PRD y el PAN, ha podido sacar
adelante la parte inicial de su proyecto.
En contraste, Mauricio Merino otea el federalismo y
lo encuentra "infame". Desde los 1980 México se alejó del manejo
centralista del presupuesto, pero ha caído en otras prácticas tan malas o
peores: los gobernadores han recibido mayores recursos pero sin haber tenido
que aceptar la rendición de cuentas y el resultado está a la vista:
endeudamiento irresponsable y corrupción a pasto.
Desde la perspectiva del ciudadano, Alberto Olvera
muestra que las herencias autoritarias siguen muy vivas. La llamada "clase
política" ha logrado preservar buena parte de su vieja
"soberanía" y mantener sus "poderes discrecionales". En
buena medida eso explica la ineficiencia de nuestro Estado, su pobre respuesta
ante las demandas de una ciudadanía desilusionada con un supuesto nuevo
régimen. Luis F. Aguilar aborda el tema de gobernabilidad y de la gobernanza
-definida esta última como la capacidad del sistema para encaminarse
coordinadamente en la dirección que supuestamente le han señalado los
ciudadanos, las instituciones y el gobierno. Sin embargo, es notorio el
distanciamiento que existe entre los ciudadanos, por un lado, y sus supuestos
representantes y las autoridades, por el otro. De ahí lo difícil que es hoy la
gobernanza.
Parte importante de las deficiencias en la
gobernabilidad se encuentran en la creciente inseguridad, donde el crimen
organizado ha arrancado al gobierno el control de regiones o áreas. Ernesto
López Portillo da cifras en abundancia que apuntan a un problema para el que no
se vislumbra solución efectiva. En 2010, el 24% de la población mayor de 18
años fue víctima de un delito y la parte de ella que entonces aceptó tener
"mucha confianza" en la policía fue de apenas 2.8%. Por tanto, no es
extraño que la "cifra negra" de delitos -los no denunciados- haya
aumentado hasta llegar al 92%. En este campo, la derrota ha sido completa.
El problema de la gobernanza también se conecta con
los resultados del ensayo de Jenaro Villamil sobre los medios masivos de
comunicación. Este campo está dominado por la televisión. Y hasta hoy, aquí no
ha habido transición democrática alguna. El viejo régimen ha sobrevivido
intacto y está por verse si la tan cantada reforma de las telecomunicaciones
propuesta por EPN será real. Entre tanto, la gran concentración de la propiedad
en este sector sigue actuando como veneno sobre los esfuerzos por democratizar
a México, pues no hay democracia política posible sin información plural,
veraz, oportuna y accesible.
Cristina Puga aborda el tema de la política de esa
parte de la elite del poder que son los empresarios. Aquí la transformación ha
sido notable y en buena medida se explica por el cambio en el modelo económico:
apertura y privatización. Hoy, el cabildeo es un instrumento muy usado por las
grandes concentraciones de capital. Y éstas cabildean en un medio donde el
poder del Estado ha disminuido y la representación efectiva de los intereses de
la contraparte, la masa ciudadana, casi no existe. Guadalupe González, con un
abanico de indicadores, demuestra que México sigue sin ocupar en el sistema
internacional un lugar acorde con sus posibilidades objetivas sino uno bastante
menor.
Desde tiempo atrás se ha subrayado que el problema
de la educación básica no es tanto de recursos y cobertura como de calidad, de
un gasto mal usado. Marco Antonio Fernández sostiene que la economía y la
democracia mexicanas no podrán salir de su mediocridad con una educación
mediocre, ni de su desigualdad con una educación que ofrece menos calidad a
quien menos tiene. Por otra parte, en el último medio siglo el aparato dedicado
a la educación superior ha crecido y mucho; de una matrícula de 78 mil
estudiantes en 1960 pasó a 2.9 millones en 2010. El porcentaje de personal
académico de tiempo completo y con doctorado también aumentó; según Manuel Gil
Antón, pasó de 11.9% en 1992 a 33.5% en 2007. ¿Una historia de éxito?
Posiblemente, pero se sugiere que el modelo ya dio de sí y lo que está en
juego, de nuevo, es la calidad.
Si a los mexicanos nos derrotaran los problemas de
este siglo, no podría ser por el "déficit intelectual" que Bloch
encontró en la Francia de 1940 pero sí, y mucho, por el otro factor: la falta
de compromiso de todos con el interés colectivo. Crearlo y sostenerlo es el
reto
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