Ámsterdam
timamente resulta inevitable la tentación de establecer paralelismos, a menudo azarosos, entre la situación política mundial en los años 30 del siglo pasado y una época actual llena de incertidumbres sociales (temores de un conflicto bélico global, avances inquietantes de una ultraderecha electoral). Por ello es interesante ver la manera en que el cineasta David O. Russell (Joy, 2015; Los juegos del destino, 2012) ha elegido ambientar Ámsterdam (2022), su rocambolesca comedia de conspiraciones y espías, en un contexto histórico plagado de turbulencias políticas: el fin de la gran depresión económica y el arranque de la política del bienestar público (New Deal) impulsada por el presidente Franklin D. Roosevelt. En el guion del propio Russell, dos personajes, Burt Berendsen (Christian Bale), médico tuerto encargado de la reconstrucción facial de veteranos heridos de guerra, y Harold Woodman (John David Washington), abogado afroestadunidense, amigo suyo desde los tiempos de la Gran Guerra (1914-1918), se descubren accidentalmente involucrados en la misteriosa muerte de Bill Meekins, general incómodo para las élites financieras que buscan remplazar el gobierno civil de Roosevelt por un mando militar en la Casa Blanca, afín a sus intereses. Ese episodio marca el inicio de una serie de peripecias y situaciones bufas que en sus momentos de mayor absurdo remiten al cine de los hermanos Coen.
Para explicar el fuerte lazo de amistad que une a personajes tan disímbolos como Harold y Burt, la cinta opera un flash-back de década y media para recrear la vida bohemia que ambos compartieron en la inmediata posguerra en Europa, y toma como eje romántico la ciudad de Ámsterdam, donde conocen a la enfermera Valerie Voze (Margot Robbie), de quien el futuro abogado se enamora. Toda esta primera parte ofrece tantos saltos y giros narrativos, como la sorpresiva decisión de Valerie de alejarse de su pareja sentimental Harold, que por momentos la trama se antoja muy zigzagueante y confusa en su desarrollo dramático. El contexto histórico se insinúa con rápidos apuntes pintorescos y tampoco se ahonda mucho en el diseño de los personajes secundarios, algunos de cuales quedan confinados a la caricatura, como en el caso del notable actor Rami Malek (Freddy Mercury en Rapsodia Bohemia), presencia aquí esencialmente gesticulante. En lo general, se confía demasiado en el carisma combinado de las tres actuaciones centrales, en especial la de Christian Bale, quienes en efecto logran que la trama se vuelva, si no del todo coherente (algo que no pretende la lógica del absurdo por la que apuesta el director), al menos sí entretenida. El reparto es muy atractivo y tan multiestelar como en cualquier cinta reciente de Wes Anderson (La crónica francesa, 2021), aunque el hilo conductor de la trama no llega a ser tan sólido y eficaz como cabría esperar de un cineasta tan experimentado como David O. Russell.
Por esta dispersión narrativa que es un catálogo de gags humorísticos disparatados, cuando finalmente aborda de lleno el asunto grave que viene insinuando por más de una hora (el complot subversivo para derrocar una democracia y poner en su lugar una dictadura fascista –intento basado en un hecho real–), la cinta no acierta a encontrar o sostener el tono adecuado de drama, comedia o thriller, y su fusión de géneros se torna así tan aleatoria y caprichosa que vuelve poco convincente la materia misma que trata. El talento del notable veterano Robert de Niro (quien interpreta a un disruptivo general Gill Dillenbeck) hace que luego de un trayecto muy accidentado, la cinta llegue finalmente a buen puerto. Ámsterdam es una película muy ambiciosa que despacha con ligereza sorprendente un tema político estupendo y de actualidad incontestable. En 1935, el escritor estadunidense Sinclair Lewis escribió Eso no puede pasar aquí (It can’t happen here), novela que describe, con agudeza premonitoria, la manera en que Estados Unidos corre el riesgo de volverse un Estado totalitario. Áms-terdam transforma esa vieja pesadilla en una comedia negra –a ratos brillante, a ratos desarticulada– que gana en eficacia y aciertos por las actuaciones, siempre notables, que consiguen salvar la embarcación de un posible naufragio.
Se exhibe en salas de Cinemex y Cinépolis.
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