Costumbres en peligro
as cosas van mal en Francia. Este octubre se presenta como un otoño difícil: huelgas, manifestaciones, vida cara, inseguridad y violencia se suceden en aumento cada día y confirman que la moral francesa cae cada vez más bajo para entrar en una atmósfera francamente pesimista. Del París es una fiesta de Hemingway no parecen quedar muchos vestigios. Para colmo, siguiendo la tradición bien arraigada en Francia de un juego contradictorio, los ciudadanos como los comentadores, se dividen en dos campos: el de quienes pretenden que todo va bien y el de aquellos que sostienen que todo va mal. De un lado, el gobierno; del otro, la oposición política. O, más bien, las oposiciones, puesto que éstas son diversas y, en muchas ocasiones, opuestas entre ellas, de izquierda, de extrema izquierda, de izquierda ecologista y/o feminista, de derecha, de extrema derecha con matices de todo género.
Violencia criminal y delictiva, pero también violencia individual de quien pierde la calma en una altercación que lo saca de quicio a causa de la larga fila para obtener unos litros de gasolina. En efecto, la penuria de carburante, debida a las restricciones ligadas a la guerra en Ucrania y la interrupción de los intercambios comerciales con Rusia, provoca incidentes graves, e incluso catástrofes, al impedir a los automovilistas llenar su tanque a fin de poder circular libremente para ir a su lugar de empleo o realizar su trabajo de distribuidor, taxista y otras labores que obligan a desplazarse. Y cuando la situación se bloquea, la cólera sube cada día a un nivel más inquietante que, por el momento, llega sólo a los golpes entre dos individuos cuando uno de ellos abusa al aprovisionarse con una cubeta de gasolina después de llenar su tanque.
Como si todo esto no bastara, acaba de producirse una espantosa tragedia que lleva a su colmo la cólera y la desesperación de los franceses. Una adolescente de 12 años, Lola, fue asesinada después de ser torturada y violada. Lo más abominable de estos hechos es que, según la investigación policiaca, el crimen fue cometido por una mujer de 24 años, quien confesó, pero sin dar en el curso de sus confusas revelaciones ninguna explicación comprensible a su acto criminal.
Los siquiatras hacen sus estudios, pero el público no está dispuesto a satisfacerse con un análisis que permitiría, método ya utilizado por algunos abogados, escapar a un proceso en justicia si se la considera penalmente irresponsable, tal como establece el derecho francés.
Muchos ciudadanos rechazan este procedimiento y desean un castigo ejemplar, pues violencia y crimen se multiplican cada año. Un neologismo circula: ensalvajamiento, término introducido por Chevènement, antiguo ministro muy apegado a los valores de la República, inquieto por la pérdida de los valores republicanos entre la juventud, como por la pérdida de respeto a la autoridad, sobre todo desde las revueltas de mayo de 1968.
Hoy, el ensalvajamiento designa la metamorfosis de una sociedad donde las querellas ya no se deciden con palabras, sino con puñales. Los franceses no reconocen su país, lejos ahora de la Douce France cantada por Trenet. Cada día, los medios informan que unos salvajes
arreglaron sus cuentas con armas.
El tráfico de droga se ha desarrollado en forma considerable y los traficantes, jóvenes o no, a menudo organizados en bandas con métodos cuasi militares, no dudan en servirse de armas para matar como para beneficiarse con el negocio de armas que se venden bien.
Si se gana más dinero con el tráfico de droga, ¿por qué buscar un trabajo?, se preguntan jóvenes que sueñan enriquecerse por cualquier medio, pues el dinero se ha vuelto el valor universal más respetado. La cuestión no se plantea sólo en Francia y concierne a muchos países, entre los cuales no puede evitarse pensar con tristeza en México.
Un ambiguo bálsamo para la situación económica en Francia es el turismo en aumento mientras el euro baja.
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