La vacuna, una realidad
or fin se está concretando en la Ciudad de México el programa de vacunación que tantas expectativas ha generado. Y sin mayores trámites burocráticos, la población adulta mayor nos hemos podido proteger contra el Sars-Cov-2, un virus que ha demostrado gran potencia, como otros que han diezmado a la humanidad. Ha sido una experiencia emotiva el hecho de vacunarse, gratuitamente, sin privilegios y sin complicaciones para asistir al lugar de inoculación.
La sorpresa fue, aunque ya se tenía información de la forma eficaz en que han venido aplicando las vacunas, la calidad de la atención, que no se había visto en años recientes. Aunque también se tienen noticias de que en otros estados de la República ha habido irregularidades. En la CDMX ha sido un buen encuentro con otra forma de atención médica. Allí mismo, en el centro de vacunación, tuve atención de un médico muy joven, pero con la actitud de un conocedor especialista. Me comunicó que no tendría problema con la vacuna por el hecho de estar llevando un tratamiento médico.
Ya aclaradas las dudas, me condujeron con gran atención y amabilidad al lugar donde aplican la vacuna. El gimnasio, gran espacio de la prepa, estaba repleto, pero con un flujo ágil de gente que llegaba o que salía ya vacunada. Siempre organizadamente, íbamos tomando nuestro lugar conforme se nos instruía. El ambiente, lejos de ser de tensión por la inyección, era de festejo.
Por seguridad, la enfermera me mostró la jeringa nueva, todavía en su envoltura; me mostró también la pequeña botella que contenía la solución con el nombre Sinovac y, enfrente de mí, cargó la jeringa y me vacunó. Debo decir que no sentí dolor alguno, ni en ese momento ni horas después. Tampoco tuve ningún síntoma de los que me informaron que podrían aparecer. Después del periodo de observación, ya en otro sitio del plantel, recibimos otras instrucciones para el cuidado posterior y para estar al pendiente de la fecha en que se aplicará la segunda dosis.
En un segundo plano, ha sido emotivo regresar al lugar donde inicié mi carrera universitaria. La Preparatoria 5 José Vasconcelos, de Coapa, fue un lugar que, en lo personal, me dio las directrices, no sólo en mi vocación profesional, sino también en mi vida privada.
Después de 63 años una nueva cita me llevaría de nuevo a mi antiguo plantel, el más rural de la Ciudad de México. Me invaden los recuerdos de los años estudiantiles. Mis maestros, mis compañeros. Las clases se mezclaban con las jornadas de ajedrez en las bancas largas laterales a la, entonces pequeña, biblioteca. Vienen a mi memoria, también, las prácticas de lanzamiento de cohetes fabricados por nosotros mismos, en un área despejada del estacionamiento, un motivo de alegría para nosotros. Eran los inicios de los años 60, tiempos de euforia por los lanzamientos tanto de la Unión Soviética como de Estados Unidos.
La compra de las vacunas es una muestra de la realidad a la que tenemos que voltear sin miramientos: México no produce ese tipo de biológicos. Los gobiernos neoliberales terminaron con la industria de las vacunas que benefició por muchos años a la población. Somos sobrevivientes, gracias a la movilización del personal de la Secretaría de Salud, que pese a la falta de infraestructura y de personal especializado y suficiente, así como del escaso material y equipo para enfrentar la pandemia, pudo enfrentar la situación.
El sector salud que, en otros tiempos, antes de la debacle económica originada por los gobiernos tecnócratas, fue uno de los más fuertes. Con un futuro prometedor y con un desarrollo tecnológico aceptable, fue deteriorándose a causa de los ilegales desvíos presupuestales.
La movilización para conseguir las vacunas, lejos de ser un simulacro para demostrar fuerza política o para acallar las voces recalcitrantes anti-AMLO, fue realmente una hazaña lograda para beneficio de toda la población. Por el simple hecho de que las únicas proveedoras cercanas eran las farmacéuticas estadunidenses, ya estábamos en cierta desventaja. Empresas con las que se tuvo que negociar, además de hacerlo también con el presidente saliente de ese país, sin tener la certeza de que lo pactado con Trump sería respetado por el virtual ganador demócrata. Estados Unidos es productor de ese importante biológico, pero no olvidemos que su punto de vista es netamente comercial. La vacuna es un gran negocio para sus empresas farmacéuticas.
Pero, no obstante haber conseguido remesas que permitieron dar inicio, sin mayor tardanza, al programa de vacunación para todo el país, se presentaron adversidades y retrasos en la entrega por parte de algunas farmacéuticas. Gracias a la movilización de Marcelo Ebrard Casaubón, canciller de México, el retraso momentáneo de la aplicación de las vacunas se solucionó con la búsqueda de otras farmacéuticas en Inglaterra, China, Rusia e India. Debemos reconocer, asimismo, el seguimiento puntual de Jorge Alcocer Varela y Hugo López-Gatell Ramírez, cuya conducción del grupo que diseñó y echó a andar el programa, lograron remontar los problemas de la escasez de material, equipo y personal para la atención de pacientes. Y lograron, de igual forma, la coordinación para activar la vacunación.
Somos más de 700 mil adultos mayores los ya vacunados. Eso nos convierte en una potencial barrera contra el propio coronavirus. Lamentamos la pérdida de tantas personas que no tuvieron la oportunidad. Con nuestra inmunidad, estamos garantizando la protección de otros familiares o personas cercanas. Podemos decir que la vacuna es una realidad.
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