Biden reflota la Guerra Fría
Rusia responde con expulsiones a las sanciones de EE.UU.
Rusia y Estados Unidos reviven una vez más los ecos de la Guerra Fría. El gobierno de Vladimir Putin anunció medidas de “reciprocidad” contra Estados Unidos: expulsó a diez diplomáticos estadounidenses además de otras medidas en respuesta a las sanciones anunciadas el día anterior desde Washington.
“El presidente ruso ha aprobado estas medidas en respuesta a los actos absolutamente inamistosos y gratuitos anunciados por Washington contra Rusia, nuestros ciudadanos, personas físicas y jurídicas, y nuestro sistema financiero», declaró Serguei Lavrov, el ministro de Exteriores ruso, en una rueda de prensa.
Esa fue la respuesta de Mosú a un paquete de 32 medidas que la Administración de Joe Biden preparó durante varias semanas en respuesta a la presunta interferencia en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020, ataques cibernéticos contra varias agencias federales y grandes compañías de EEUU que habrían comenzado desde 2019 y penetraron en sus sistemas a través de un programa de la empresa SolarWinds.
Sirvieron también como causales los movimientos militares de Rusia en la frontera con Ucrania, así como sus acciones en Afganistán.
La más significativa de las medidas rusas es la expulsión simétrica de 10 integrantes del cuerpo diplomático estadounidense en la Federación Rusa, así como la sugerencia al embajador John Sullivan de que viaje a Washington para celebrar consultas con su gobierno respecto a qué tipo de relación quiere con Moscú.
Pero también se prohibirá a la embajada estadounidense que contrate ciudadanos de otros países para realizar labores administrativas y técnicas, se impedirá la llegada incontrolada de ciudadanos estadounidenses con pasaporte diplomático para estancias de corta duración y se restringirá la movilidad de la legación de esa nación en territorio ruso.
Lavrov reconoció que Rusia no posee los recursos para presionar a EEUU con mecanismos de asfixia económica, como los que éste usa contra sus rivales, por lo que en ese ámbito se limitará a resistir los embates.
La batería de sanciones con que el gobierno de Joe Biden busca amedrentar a Putin supone una anticipada escalada en las tensiones recrudecidas de manera sensible desde el cambio de administración en enero pasado.
Un mes atrás la relación bilateral sufrió un temblor fuerte con la sorprendente conducta de Biden al manifestar que el mandatario ruso es un asesino. Sin tratar de reparar ese desliz diplomático, sus acciones tienden a volver insalvable el distanciamiento y el retorno a la guerra fría.
EEUU quiere de todas formas dejar en claro que es el hegemón. Las medidas, sanciones, contra el Estado ruso y contra empresas y personas de ese país (por «acciones internacionales desestabilizadoras”, según Washington) seguramente no tengan influencia alguna en Moscú, si es que Biden suponía que su prepotencia modificaría las orientaciones del Kremlin en asuntos internos o externos.
Por el contrario, todo hace pensar en que supondrán nuevos obstáculos a la resolución pacífica de los diversos problemas en que se ven enfrentados los intereses de una y otra parte, como la prolongada guerra civil siria o el conflicto entre Kiev y las regiones separatistas de Ucrania que se alzaron en armas tras el golpe de Estado de 2014.
Ucrania – instigado por o con el apoyo de Estados Unidos- y Rusia pueden estar al borde de la guerra, lo que supone terribles consecuencias para toda Eurasia, desde que el 24 de marzo, el presidente ucraniano Volodomir Zelensky – antes actor, comediante, guionista, político- firmó una declaración de guerra contra Rusia, donde establece que recuperar Crimea (de Rusia desde el referendo de marzo de 2014) es ahora la política oficial de Kiev.
El decreto Zelensky es la prueba tangible que cualquier guerra será provocada por Kiev, señala el analista Pepe Escobar. A Washington no parece importarle si Ucrania resistirá algún tiempo o volará en pedazos al instante: el cálculo es que que pueden ganar con cualquiera de los dos resultados.
Lo importante para EEUU no es una imposible victoria en Donbass o el Mar Negro, sino reconstruir la Cortina de Hierro de la Guerra Fría entre los países de la Unión Europea y Rusia. Y eso, primordialmente, pasa por ganar la «guerra azul» (la guerra del gas), señala el analista Andrés Pierantoni. La interrogante es para qué reconstruir esa Cortina de Hierro si Rusia es hoy un país capitalista y deseoso de inversiones de, y comercio con Occidente.
Cabe recordar que el enemigo estratégico de Washington es China, que puede contar con el arsenal nuclear y los hidrocarburos rusos, y si los países de la Unión Europea migran de una posición otanista -defensora de las políticas y estrategias guerreristas de EEUU- a una postura neutral entre ambos bloques, la correlación de fuerzas se desbalance a a favor del bloque euroasiático.
También inquietan el desacuerdo en torno al programa nuclear iraní, un conflicto que amenaza con desestabilizar a la ya volátil región de Medio Oriente, y que sólo puede desactivarse con el concurso de los dos principales poseedores de arsenales atómicos, Rusia y Estados Unidos.
La experiencia muestra que las sanciones unilaterales no hacen sino reforzar la posición interna de los gobernantes a los que Washington busca defenestrar. Hoy Washington empuja de manera inexorable hacia una creciente polarización de bloques, divididos ya no tanto por diferencias ideológicas, sino por la descarnada ambición de ocupar los espacios de influencia, de hegemonía, de cara al desconocido mundo de la pospandemia.
*Economista del Observatorio de Estudios Macroeconómicos (Nueva York), Analista de temas de EEUU y Europa, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
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