La capilla de la virgen de Guadalupe en Notre Dame de París
Elena Poniatowska
▲ La capilla de la Morenita no sufrió afectación alguna en el incendio que dañó la catedral de Notre Dame en abril de 2018. El grabado es de Alfred-Alexandre Delauney, de finales del siglo XIX.Foto La Jornada
G
érard Fontaine recuerda, en París, cómo el 12 de diciembre de 2018, bajo las bóvedas iluminadas de la catedral de Notre Dame, estallaba el canto de los mariachis en su traje de gala. “Estas son Las mañanitas que cantaba el rey David a las muchachas bonitas se las cantamos así”. Por vigesimoctava vez, los mexicanos de París festejaban con una misa el aniversario a la virgen de Guadalupe en el santuario nacional de Francia y hacían sonreír a los beatos y arrepentirse a los pecadores.
Gérard Fontaine, escritor y crítico de arte, quien en septiembre de 2002 fue consejero cultural de la embajada de Francia en México y director del Instituto Francés de América Latina (IFAL), así como autor de una Guía de México, a la que todos hemos recurrido, nos explica ahora que la de la virgen de Guadalupe es la quinta capilla lateral norte de la nave, exactamente frente al sitio donde, al romperse la bóveda, la flecha de la catedral cayó sobre las losas el 15 de abril de 2018, ante el espanto de los franceses.
Hoy, por ser día de tu santo, te las cantamos a ti / Despierta, mi bien, despierta, mira que ya amaneció. La Morenita, patrona de México, acostumbrada a los terremotos, no se inmutó. También en París, la capilla consagrada a la virgen de Guadalupe después de la Segunda Guerra Mundial es amada y muy frecuentada no sólo por miles de viajeros guadalupanos, sino por visitantes de otros países. Dice Gérard Fontaine que “seguramente fueron los mismos guadalupanos quienes salvaron de las llamas su capilla y 76 lienzos ofrecidos por la Confraternidad de los Orfebres, que no sufrieron quemadura alguna, salvo los estragos del tiempo, y fueron restaurados en el taller de Viollet-le-Duc. La virgen de Guadalupe es un mosaico de oro, ofrecido por el gobierno mexicano y hecho por el taller de mosaicos del Vaticano expresamente para esa capilla en Notre Dame de París.
Cuando Antonieta Rivas Mercado decidió darse la muerte frente al altar mayor de Notre Dame, no previó que profanaría la casa de Dios y que por su culpa se cerrarían las puertas de catedral para limpiarla durante más de tres días. Antonieta se suicidó el 11 de febrero de 1931 ante el altar mayor con la pistola que José Vasconcelos siempre llevaba consigo. Vasconcelos, también en París, esperaba en el café de siempre a una mujer excepcional que lo acompañó en su campaña a presidente de la República en 1929.
Después de las matanzas en caliente de la Revolución Mexicana, Antonieta Rivas Mercado logró patrocinar a artistas e intelectuales como Salvador Novo y Xavier Villaurrutia, al crear el Teatro Ulises. Impulsó a Andrés Henestrosa y al pintor Manuel Rodríguez Lozano y logró un enorme reconocimiento a la cultura mexicana.
Su trágica muerte en la catedral de Notre Dame inspiró la cinta Antonieta, dirigida por Carlos Saura, pero la película no es memorable, aunque sí habría que recordar los libros Antonieta, de Fabienne Bradu, y A la sombra del ángel, de Kathryn S. Blair.
Secretaria de Carlos Chávez en Bellas Artes, Antonieta amó el arte al igual que amó a sus amigos los Contemporáneos y divulgó la obra de escritores europeos de la talla de André Gide y Jean Giraudoux, así como dio a conocer el Ulises de James Joyce, que al principio nadie entendía en México y en ninguna otra parte.
En México publicamos sus cartas a Manuel Rodríguez Lozano, un hombre muy guapo aunque medio regular como pintor, a pesar de su extraordinario retrato de Salvador Novo. Federico García Lorca, quien trató a Antonieta en Nueva York, la consideró
una de las mujeres más inteligentes que he conocido.
Todo esto viene al caso porque Evelyn Stebelska Cheuvreux dirige en París, con pericia y conocimiento de causa, la asociación Les amis du Méxique y organiza exposiciones y conferencias sobre cultura mexicana. Evelyn fue una de las espectadoras que permaneció de pie del otro lado del Sena, con los ojos llenos de lágrimas viendo el incendio de Notre Dame. (Vive en el Pont de l’Alma, en un edificio encima del puente donde lady Di encontró la muerte).
Ahora los mariachis mexicanos de los que tanto se acuerda Gérard Fontaine se reunirán a cantarle a la virgen de Guadalupe el 12 de diciembre en la iglesia de La Madeleine, que parece un templo griego y Leonora Carrington consideraba surrealista. En cambio, a mí me emociona ver a los guitarristas y trompetistas mexicanos de Garibaldi entonar:
Yo soy como el chile verde, Llorona, picante pero sabrosoa los pies de las clásicas altas columnas griegas fundadoras de nuestra civilización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario