EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

jueves, 7 de diciembre de 2017

Meade, ni democrata ni independiente

Meade, ni demócrata ni independiente Octavio Rodríguez Araujo
P eña Nieto cree que hizo la gran jugada al designar a José Antonio Meade como su sucesor por parte del PRI. Creyó, sin duda, que escogiendo a un no priísta él y su partido (con muy bajas simpatías ambos) pasarían a segundo plano en el campo político electoral en curso. Pero no es así y nadie con cinco dedos de frente lo piensa de verdad. El PRI es el PRI y si retomó el poder presidencial en 2012 fue porque el PAN resultó peor que el tricolor a pesar de que ambos son de derecha (neoliberales), igual de corruptos y autoritarios y, por si no fuera suficiente, incapaces de pensar en un México distinto al que han venido construyendo juntos desde que Salinas de Gortari los incorporó a sus políticas antipopulares y entreguistas. Dicho sea de paso, cuando los panistas aceptaron ser cómplices de Salinas de Gortari perdieron para siempre su perfil opositor; lo estamos viendo ahora sobre todo con los calderonistas que ya expresaron su inclinación por el voto útil por Meade. Para ellos como para los tricolores el partido es lo de menos, lo que les importa es el sistema del que han sido beneficiarios. El futuro candidato priísta no podrá demostrar su carácter independiente después de haber avalado y en parte ejecutado las más importantes políticas corruptas y antipopulares de los gobiernos a los que sirvió. Si fuera más inteligente o tuviera un mínimo de sentido autocrítico debería declarar que sirvió a gobiernos panistas y priístas porque sus políticas han sido las mismas y no, como quieren creer algunos desinformados, distintas. Fox fue continuador de las políticas de Zedillo y Calderón también, razón por la cual los priístas apoyaron la candidatura de Calderón y éste a Peña y sus políticas públicas, sobre todo la económica. Son lo mismo y ni siquiera los perredistas que quieren alianza con el PAN lo podrían negar. Por más que lo intente, Meade no podrá desligarse de esas políticas con las que, además, él coincide por formación profesional y por convicción personal. Tampoco podrá deslindarse de las pequeñas y grandes corruptelas de los gobiernos y los partidos a los que sirvió, directa e indirectamente. En realidad, más que independiente, Meade Kuribreña es un candidato absolutamente dependiente, en primer lugar de quien lo lanzó al ruedo contra el sentir de muchos de sus correligionarios, en segundo término del partido que ahora le tocará abanderar y en tercer lugar de los poderes fácticos que seguramente ya abrieron las botellas de champán para brindar por el esperado éxito (en sus cuentas alegres) de su candidato. El futuro candidato priísta tampoco podrá presumir ni demostrar que estará compitiendo como consecuencia de un acto democrático dentro de las filas del partido al que ha pedido que lo acepte como uno de los suyos. Ningún candidato priísta, desde López Portillo, ha sido tan obviamente designado por el presidente saliente como Meade. Peña no guardó ninguna forma ni buscó las apariencias de democracia: simplemente lo señaló y a partir de entonces la tarea de su sucesor ha consistido, en primer lugar, en buscar personalmente, como abonero de casa en casa, el apoyo de los dirigentes de los sectores y, en paralelo, el apoyo de quienes aspiraban al puesto que tiene ahora. ¿Qué les habrá dicho Meade a Osorio Chong, De la Madrid, Narro y a otros que aspiraban a gobernar México? No lo sé, pero imagino que les dijo algo así como: oye, mano, ni modo, yo fui el elegido y, para que ganemos, todos debemos cerrar filas; ya habrá para todos, como sabes, y si gano no olvidaré tu comprensión y el gesto de tomarte la foto con éste tu amigo. ¿De qué democracia podrá presumir el ungido durante el proceso electoral? De ninguna, por lo que tampoco se verá obligado a respetarla como fórmula para ganar votos y llegar, si puede, a la Presidencia. Mucho menos respetará la democracia al ejercer el cargo al que ahora, sin problemas de conciencia, aspira por obra y gracia de dedo de Peña. Éste, por su lado, espera que el designado le cuide las espaldas y que no saque a relucir la suciedad e impericia de su gobierno más allá de lo que ya es inocultable. Ni independiente ni demócrata. Un simple tecnócrata que, como tal, ejercerá el poder si logra vencer a su oposición más significativa –lo que no veo fácil para él por más que cuente con los principales medios de comunicación y con carretadas de dinero–. Así las cosas, si sus opositores se ponen las pilas buscarán aprovechar el nulo prestigio de alguien que no ha tenido ocasión de demostrar un mínimo de sensibilidad política y de simpatía por el pueblo que aspira a gobernar. A diferencia de Aquiles, Meade tiene dos talones vulnerables: el de la democracia y el de la independencia; cualquiera lo puede atacar por ahí y no tendrá defensa que valga pues Peña ya lo puso en evidencia y todos somos testigos. Lo ungió sin disimulo y lo hizo su comparsa y su continuador a la vista de todos. El problema, porque sí existe, es que la oposición sea y actúe como tal y, además, con inteligencia (si no es mucho pedir). Los opositores, incluso los más tibios, tienen la mesa puesta. De ellos depende que la aprovechen o que tiren los platos al suelo y rieguen la sopa a diestra y siniestra. rodriguezaraujo.unam.mx Subir al inicio del texto

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