EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

viernes, 27 de octubre de 2017

Mexico SA

México SA TLCAN: dos perdedores Trump: palo y zanahoria Peso-dólar: 19.50 por uno Carlos Fernández-Vega
D esde el momento mismo en el que se anunció la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), Canadá pintó su raya: amamos a los amigos mexicanos, pero nuestros intereses nacionales están primero; la amistad viene después. Y en este contexto, parte de la chamba de Chrystia Freeland, canciller de la nación de la hoja de arce, ha sido tratar de convencer al salvaje de la Casa Blanca de que el problema es México, no su país. Queda claro que con ese tipo de solidaridad México no requiere mayores amistades ni llegará muy lejos, pero todo indica que tampoco Canadá saldría muy bien librado en esto de la modernización del acuerdo –hasta ahora– trilateral, porque a Trump simple y sencillamente no le importan las consecuencias de su bárbara estrategia negociadora. De hecho, como bien lo advierte el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), en teoría, México y Canadá apostaron por la globalización, pero en la práctica se consolidaron en una relación de dependencia comercial con Estados Unidos: 80 por ciento de las exportaciones mexicanas va a ese país, y 76 por ciento de las canadienses va al mismo mercado. Hoy enfrentan las consecuencias de la mono globalización de sus exportaciones. El IDIC divulgó su análisis temático México y Canadá, ¿oportunidad perdida? El costo de la monoglobalización, del que se toman los siguientes pasajes. Poco ha cambiado desde 1993: un año antes de la entrada en vigor del TLCAN, Canadá enviaba poco más de 80 por ciento de sus exportaciones a Estados Unidos; en el caso de México rondaba 90 por ciento. El resultado es claro, el proceso de globalización y apertura comercial aplicado por ambos países no sirvió para diversificar el destino de sus exportaciones. Tampoco incrementó significativamente el monto del intercambio comercial entre México y Canadá: en 1993 las importaciones de productos canadienses representaban cerca de 650 millones de dólares, en 2016 fueron de 5 mil 600 millones, cifra lejanísima de 200 mil millones que proceden de Estados Unidos. Las exportaciones de México a Canadá se incrementaron al pasar de 2 mil 900 millones de dólares en 1993 a 25 mil millones en 2016. No obstante, es evidente que esta cifra es significativamente inferior a los 294 mil millones que México exportó a Estados Unidos en el mismo año. No es sorpresa la modesta integración comercial que prevalece entre México y Canadá, diversos análisis realizados en este último país durante el proceso que dio origen al TLCAN enfatizaban el escaso interés existente por el mercado mexicano, sólo algunas empresas terminaron por incursionar en él, aunque algunas ya lo habían hecho antes del TLCAN. Los estudios mostraban una preocupación por la ampliación de un acuerdo que, en principio, sólo sería bilateral. Estados Unidos y Canadá ya habían creado un marco legal explícito para su creciente vinculación. México entró a dicho proceso gracias a la visión geopolítica y geoeconómica del presidente George Bush. Estados Unidos requería conformar un bloque comercial que le permitiera enfrentar la consolidación de lo que terminó siendo la Unión Europea y el desafío que en aquel entonces representaba el bloque soviético. Gracias a ello se pudo conformar el TLCAN, acuerdo entre naciones asimétricas que confiaron en que el libre comercio sería suficiente para enfrentar los retos globales. La reserva de los analistas canadienses era que los bajos costos laborales y la facilidad de eludir los compromisos ambientales en México podrían desviar las inversiones que Estados Unidos realizaba en Canadá. Parte de ello se hizo realidad: Canadá entró en un proceso que debilitó su sector industrial, particularmente en las provincias que se habían integrado al sistema industrial norteamericano situado alrededor de los Grandes Lagos, y confió en que el sector de los servicios sería suficiente para impulsar su economía. El punto culminante del error en la estrategia de política económica que condujo a la desindustrialización de Canadá se dio en 2009, cuando la crisis financiera propició un profundo cambio en el sector automotriz que favoreció a México y que se vinculó con el sistemático traslado de las manufacturas al este asiático que había iniciado desde los primeros albores de la década de los años 90. Electrónica, computación, textiles, vestido, fabricación de maquinaria y equipo mecánico y eléctrico, plásticos, industria química, juguetes, calzado, por citar algunos de los más relevantes, se trasladaron al Pacífico asiático: Canadá perdió competitividad industrial, es decir capacidad de generar valor agregado, frente a las economías orientales que habían invertido enormes recursos para incrementar la productividad de sus empresas. Canadá no tuvo respuesta a ello, su industria había perdido productividad y capacidad de competir frente a las empresas asiáticas que hoy son líderes en el registro de patentes e innovación tecnológica y frente a la ventaja comparativa de México. Su mercado interno es sólido pero dependiente de lo que ocurre en Estados Unidos. El PIB de todas las provincias canadienses que comparten frontera con la principal potencia global depende del intercambio comercial que se realiza diariamente con dicha nación (el valor de 35 a 50 por ciento del PIB de cada provincia). La dependencia de Canadá respecto de lo que ocurra en la economía estadunidense es evidente. Durante el actual proceso de renegociación se han dado cuenta de ello. El problema es que la perspectiva de visión geopolítica ha cambiado. Trump pretende subordinar a trasnacionales y socios comerciales a los intereses estratégicos de su administración: recobrar empleos e inversión. Con una estrategia de zanahoria y garrote, Trump intenta negociar con sus empresas una reforma fiscal que haga más rentable invertir en Estados Unidos, cambios a la regulación energética para incentivar la inversión en petróleo, gas y carbón, y apostar por lo Hecho en Estados Unidos, todo como parte de la zanahoria. El endurecimiento de la regulación de comercio internacional y de las compras del gobierno estadunidense son parte del garrote. Para México y Canadá la época del comercio internacional como sustituto de una política económica de desarrollo productivo ha terminado. Las rebanadas del pastel Y mientras Emilio Azcárraga deja la dirección general de Televisa para despachar como presidente ejecutivo de su consejo de administración, el tipo de cambio no da concesiones: con todo y coberturas, ayer cerró en 19.50 por uno (Banamex). Twitter: @cafevega cfvmexico_sa@hotmail.com Subir al inicio del texto

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