EL DELFÍN

Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.

sábado, 4 de febrero de 2017

La fractura

La fractura Carlos Ímaz Gispert
E l grupo político empresarial que en los últimos 35 años ha hegemonizado los destinos de nuestro país hizo todo lo que les ordenó el imperio y ahora no entiende por qué les dan con la puerta en la nariz. Despreciados y amenazados por el nuevo comandante en jefe de Estados Unidos y sin legitimidad ni apoyo social en el país, se encuentran en el peor escenario posible. Al descampado, desconcertados y sin brújula, mienten, simulan y se pelean entre sí, mientras que Trump, sin los modales de sus predecesores, los humilla públicamente y hace jactanciosas demostraciones de poder a sus ofrecidas costillas. Todo ello tiene consecuencias mucho más allá de lo anecdótico, pues todo indica que el grupo hegemónico que domina el poder político en México se ha quedado sin asideros y caricaturescamente camina sobre un abismo. Lo refiero como grupo hegemónico porque lograron imponer, como si fuera general, su mezquino interés particular, articulado en lo que se conoce como el giro neoliberal; con el mercado internacional como elemento central de su apuesta económica, con una marcada concentración de las exportaciones al mercado estadunidense (mayor al 80 por ciento), y con la reducción del salario en México (disminución real acumulada mayor al 75 por ciento), es decir, en un subsidio a las empresas exportadoras tomado del salario de los trabajadores mexicanos. La cuota de admisión a su proyecto incluyó la privatización de los servicios y empresas públicas, el abandono del mercado interno, darle la espalda a Latinoamérica, deprimir al máximo los salarios, empobreciendo aún más a nuestra población, y entregar nuestros recursos mineros y energéticos al extranjero. Sin embargo, luego de llenarse los bolsillos y vivir la ilusión de ser parte del bloque económico de América del Norte, de golpe son expulsados del exclusivo banquete del que creían ser comensales de pleno derecho, luego de pagar tan alta membresía. ¿Por qué a pesar de las humillaciones y amenazas, el gobierno mexicano sigue haciendo como si aquí no pasara nada? Sin lugar a dudas que no es, como ellos afirman, por astucia diplomática, sino porque de hacer lo contrario tendrían que reconocer la fractura y el abierto conflicto de intereses que tienen con el nuevo grupo económico que llegó a la presidencia de Estados Unidos y eso, sabiendo que no cuentan con ningún apoyo popular, sería para ellos suicida. Habría que agregar que la fractura con el vecino del norte ha abierto también grietas profundas al interior del grupo hegemónico mexicano. Deserciones y descalificaciones se producen en cadena, incluso de personajes del grupo compacto que, por dar sólo un ejemplo, ahora proponen construir un museo de la corrupción donde se debería colgar la imagen de Enrique Peña Nieto y los gobernadores del nuevo PRI. Lo preocupante es que su debilidad y sumisión (agradable y constructiva, Peña dixit), hacen del grupo dominante y su gobierno el mejor aliado del norte, pues se aprestan a negociar convencidos de que su futuro depende de que la contraparte les deje salvar las apariencias, buscando preservar lo que puedan de un modelo que sólo ha beneficiado a 2 por ciento de las empresas establecidas en México, en su mayoría trasnacionales, y enriquecido obscenamente a un puñado de empresarios y políticos a costa de la mayoría de los mexicanos y de nuestros recursos naturales. Por fortuna, día a día crece en nuestro país el consenso en torno a la urgencia de reconstituir nuestra maltrecha soberanía nacional, que reside esencial y originariamente en el pueblo; rescatar nuestros recursos naturales y energéticos; detener la liberalización salvaje; revertir la llamadas reformas estructurales; rescatar el campo; regenerar el mercado interno; distribuir mucho mejor la riqueza; aumentar sustancialmente los salarios de abajo y disminuir los de arriba; reconocer los derechos de los pueblos indios; articularse con Latinoamérica y diversificar nuestro comercio con el mundo; acabar con la impunidad y empezar a hacer justicia a las víctimas del modelo económico, así como a las de la violencia estatal y social que lo nutren y acompañan. Lo que fue calificado como un peligro para México, hoy aparece como obvio y necesario para la mayoría de los mexicanos: cambiar el modelo económico y sacar del gobierno a los responsables de la tragedia nacional. Subir al inicio del texto

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