EL DELFÍN
Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.
sábado, 4 de febrero de 2017
Carta al jefe de Gobierno de la CDMX
Carta al jefe de Gobierno de la CDMX
Hugo Aboites*
C
iudadano Dr. Miguel A. Mancera: Hace tres décadas, cuando México enfrentó una crisis de profundidad semejante a la que ahora comienza, el gobierno federal tomó tres decisiones que marcaron durante años el curso de la historia del país. La primera fue negociar solos y desatender los llamados a formar una poderosa unidad latinoamericana de deudores. La segunda consistió en pensar y decidir el rumbo del país de manera cupular y excluyente, y la tercera, hacer un drástico recorte al gasto social, especialmente al de educación. Como consecuencia de todo esto, las grandes mayorías del país sufrieron un deterioro brutal en sus condiciones de vida y se incubó el actual desgarramiento social. Tampoco esas grandes mayorías tuvieron oportunidad de hacer oír su voz respecto de cómo debería responderse a los Trump de entonces: FMI, Banco Mundial y gobierno estadunidense. Como resultado, México no sólo negoció solo, sino que solos y por su cuenta sus gobernantes se allanaron, de antemano derrotados, frente a una masiva coalición de gobiernos y bancos internacionales.
Si las dos primeras y equivocadas decisiones resultaron en 30 años de pobreza, inseguridad y exclusión política para más de la mitad de los mexicanos, la tercera, la de los recortes en educación, marcó con la desesperanza a millones de jóvenes, hoy adultos, y trajo un enorme retroceso para la educación mexicana. Si en educación básica, en los años 80, 2 millones de niños dejaron la escuela y sólo hasta entrados los 90 la matrícula recuperó su crecimiento, en el nivel superior instituciones como la UNAM tardaron hasta 25 años en retornar al número de estudiantes que tenían en 1979.
Doctor Mancera, hoy a nivel nacional, la historia amenaza con repetirse, pero en el enorme espacio político que ha conquistado la población capitalina, se vuelven cada vez menos aceptables los retrocesos en el gasto social y en el sensible terreno de la educación superior. Me corresponde hablar por la Universidad Autónoma de la ciudad, aunque no es la única en problemas, y debo decirle que este año se nos asignaron recursos que no son lo deseable, pero que nos permitirían seguir aumentando la matrícula en mil estudiantes más cada año e incluso llegar a 2 mil, si no fuera por la forma en que se nos entregan. Me explico: en 2015 se nos otorgaron mil 59 millones de pesos como techo presupuestal, mismos que incluían los 150 millones de procedencia federal. En 2016, el techo presupuestal aumentó a mil 209 millones, precisamente porque también ese año se incluyeron 150 millones federales. Pero para 2017 el techo propuesto por el Gobierno de la ciudad y aprobado por la Asamblea se redujo a mil 146 millones de pesos, porque no se integraron al techo los 150 millones federales, los que este año, afortunadamente, también se nos asignaron.
Y esto tiene dos repercusiones muy problemáticas: la primera es que como los 150 millones no son parte del techo, no es prudente utilizarlos para gasto corriente que nos comprometa (como el caso más claro, los salarios, pero también becas estudiantiles, servicios e insumos). Porque son recursos esencialmente inciertos, el próximo año pueden cancelarse. La segunda repercusión es más de fondo: cualquier porcentaje de aumento que se nos otorgue para 2018 será calculado a partir de mil 146 millones, no de mil 296, como debería ser, si se hubieran incluido los 150 como parte del techo. El escenario es, entonces, de claro retroceso, ya que en 2018 probablemente ni siquiera llegaremos al techo que teníamos en 2016. Y, como ocurrió en el caso de la UNAM en los 80, el impacto que tiene un golpe fuerte al presupuesto escolar se propaga luego más allá de ese momento, como una lenta onda sísmica a lo largo de varios años más. Por eso nuestra preocupación y la inquietud de trabajadores y estudiantes, y por eso nos acogemos al amparo de la norma que sabiamente plantea que debe garantizarse, aunque sea un aumento mínimo cada año, para no romper el dinamismo de crecimiento. Así, el artículo 23 de la Ley de la Universidad, aprobada por la Asamblea, considera la asignación de recursos a la UACM “como programa prioritario para propósitos presupuestales y –agrega– el monto del financiamiento nunca será inferior al presupuesto del año previo.”
En resumen, no solicitamos más fondos, simplemente pedimos que, como en años anteriores, el total de lo que hoy se nos entrega –los mil 296 millones– se reconozca formalmente como el techo que se nos asigna. Corregir esta errata mínima significaría un cambio muy importante en la perspectiva a futuro de la UACM. Hace unos días, esta universidad abrió tres carreras más que darán cabida a cientos de estudiantes, y estamos en el horizonte de la apertura del plantel Magdalena Contreras, para ofrecer centenares de lugares adicionales. Es la clara voluntad de seguir creciendo. En la Ciudad de México, al menos, la historia de los 80 no tiene por qué repetirse. Agradezco mucho su atención.
*Rector de la UACM
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