EL DELFÍN

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viernes, 6 de enero de 2017

Economia Moral

Economía Moral Agnes Heller y las teorías de las necesidades humanas/ XVI Relaciones entre producción y estructura de necesidades en la sociedad ideal Julio Boltvinik
L as respuestas de Agnes Heller (AH) (Teoría de las Necesidades en Marx, TNM, Península, 1978, pp. 1221-142) a las preguntas sobre cinco aspectos de la Sociedad de Productores Asociados (SPA) que enuncié al final de la entrega del 30/12/16, las he comprimido en una visión expresionista en el cuadro y no las discutiré, para abordar de inmediato la cuestión central de las relaciones entre producción y estructura de necesidades (N) con la cual termina TNM (pp. 142-158). Por SPA, Marx entiende una estructura radicalmente nueva de las N en la cual el papel primario corresponde a la generalización de la N de trabajo y de plustrabajo, dice AH, y advierte que en este punto la totalidad de la teoría o resiste o se hunde. Para Marx, añade, N de trabajo y su conversión en N vital no tienen el mismo significado. Sostiene que, según los Grundrisse, en la SPA se cumplen las dos condiciones para que el trabajo se transforme en N vital: que deje de estar alienado, y que se convierta en trabajo atractivo; deja de existir el trabajo en sentido tradicional porque todo trabajo deviene esencialmente intelectual y se convierte en campo de la autorrealización humana y en una N vital determinante en la estructura de las N. En El capital sólo se cumpliría la primera condición y el trabajo no constituiría una actividad libre en la SPA (TNM, p.143): “El reino de la libertad sólo empieza donde termina el trabajo impuesto por la N y por la coacción de los fines externos; queda …más allá de la órbita de la verdadera producción material… La libertad, en este terreno, sólo puede consistir en que los productores asociados regulen racionalmente su intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar por él como por un poder ciego, y lo lleven a cabo con el menor grado posible de fuerzas y en las condiciones más adecuadas y más dignas de su naturaleza humana. Pero… seguirá siendo éste un reino de la N. Al otro lado de sus fronteras comienza el despliegue de las fuerzas humanas que se considera como fin en sí, el verdadero reino de la libertad, que sin embargo sólo puede florecer tomando como base aquel reino de la N. La condición fundamental para ello es la reducción de la jornada de trabajo” (Vol. III, p.759; edición del FCE; citado en TNM). AH hace tres pertinentes observaciones sobre este párrafo: 1) Dado que aquí sólo el tiempo libre representa el espacio para la actividad libre, la reducción del tiempo de trabajo necesario y la racionalización de la producción, cobran aún mayor importancia que en los Grundrisse. 2) No siendo trabajo atractivo, es válida la pregunta de por qué y para qué trabajan los seres humanos; 3) el programa aparece tan utópico, aunque expuesto con mayor realismo, como el de los Grundrisse. Tal abismo entre las actividades del trabajo y las del tiempo libre le parece inconcebible a AH (p. 144). La respuesta a la pregunta ¿por qué trabajan los hombres? la encuentra (dada la estructura actual de las N) en la coerción general hacia el trabajo, que seguiría prevaleciendo en el periodo de la dictadura del proletariado, etapa en la cual los hombres participan de los productos conforme a su trabajo; por ello, subsiste la regla: para poder vivir, los hombres deben trabajar. Pero cuando los hombres participan de los bienes según sus N, ésta coerción desaparece. La respuesta de Marx en El capital al por qué trabajan los hombres una vez eliminada toda forma de coerción y en ausencia de trabajo atractivo, es una estructura de N radicalmente nueva que transforma a los hombres en otros, para los cuales N y deber social coinciden. AH sólo puede imaginar un modelo así en una sociedad compuesta de comunidades. (p. 145), AH sólo encuentra en El capital una concepción coherente de la interacción entre N materiales y producción. Al respecto, cita tres pasajes. En el primero, Marx afirma que sólo allí donde la producción se encuentra sujeta al control de la sociedad se pueden coordinar el volumen de tiempo de trabajo social invertido en la producción de determinados artículos y el volumen de la N social que estos artículos satisfacen. En el segundo, afirma que abolido el régimen capitalista de producción, seguiría predominando la determinación del valor en el sentido de que serían más esenciales que nunca la regulación del tiempo de trabajo, la distribución del trabajo social entre los diferentes grupos de producción y la contabilidad de todo ello. En el tercero, Marx afirma que siempre habrá trabajo excedente (más allá de la satisfacción de N), tanto para asegurarse contra accidentes, como para hacer frente a la extensión progresiva del proceso de reproducción que se deriva del desarrollo de las N y del crecimiento de la población (El capital, Vol. III, pp.181, 787 y 758). Al reseñar en sus propias palabras estos textos, AH señala que la sociedad produce en proporción a las N, eliminando la casualidad del mercado y evitando así el despilfarro capitalista. A la pregunta cómo se logra la correspondencia entre producción y N, responde que en la SPA se medirán las N y el tiempo de trabajo disponible, se fijará el tiempo de trabajo socialmente necesario para cada actividad, y se asignarán las fuerzas productivas entre las ramas de la producción. Las N que deben ser medidas y para las cuales se debe producir son aquellas verdaderas N sociales que se identifican como N necesarias (p.146). Pero se pregunta cómo se pueden medir las verdaderas N sociales. En su respuesta dice que “las N de los individuos inmediatamente dirigidas al consumo son cualitativa y cuantitativamente casi idénticas, por lo que es sencillo fijar su calidad y cantidad mediante una muestra aleatoria. Hasta aquí se trataría de N iguales (o promedio) para todos. Pero enseguida matiza: a criterio de Marx la sociedad comunista debe estar caracterizada por la diversidad de las N individuales. Esto haría que una cuantificación del tipo descrita en El capital resultase absurda y llevase a un despilfarro aún mayor que en el capitalismo. AH concluye que “Marx no aplica la individualización de las N a aquellas dirigidas a bienes materiales; sólo se convertirían en individuales (y cualitativamente diferentes) los tipos de N no cuantificables, mientras que las demás (las verdaderas N materiales) no lo harían. Esto no llevaría a una imagen homogénea del individuo porque Marx considera que, para los miembros de la SPA las N materiales ocupan, en la estructura de N, un papel subordinado. Concluye Heller que sería así posible el desarrollo del SdeN individuales a pesar de su igualdad cualitativa y cuantitativa. (TNM, pp. 146-147). Es evidente que, por lo dicho antes, en la última frase Heller tendría que haber dicho: "a pesar de la igualdad cualitativa y cuantitativa de la porción de necesidades materiales". Pero esto no resolvería el problema que se deriva de la artificial distinción entre N materiales y no materiales. Como he insistido, la satisfacción de casi todas las N humanas requiere de algún uso de bienes o servicios (lo que la propia autora reconoce). www.julioboltvinik.org julioboltvinik@gmail.com

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