EL DELFÍN
Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.
domingo, 7 de agosto de 2016
Campanas al vuelo
Campanas al vuelo
Jorge Durand
U
na golondrina no hace verano, pero para algunos analistas parece haber sido una buena noticia que la encuesta Current Population Survey (CPS) haya señalado un repunte importante en la migración mexicana, que se contabilizó en 740 mil migrantes en el periodo que va de julio de 2014 a julio de 2015.
Durante siete años consecutivos (2008-2014), los flujos migratorios irregulares de origen mexicano declinaron de manera sustancial, de 6.9 millones en 2007 a 5.6 en 2014. Es decir, 1.3 millones menos, una caída cercana a 20 por ciento, según el reporte del Pew Hispanic, que hace ya más de una década monitorea el fenómeno migratorio.
En un principio las conclusiones de la CPS dieron pie a comentarios muy diversos, pero sobre todo llamaron la atención de grupos antinmigrantes que muy pronto lanzaron la voz de alerta sobre la reactivación del fenómeno migratorio irregular.
El Center for Migration Studies, un think tank de ultraderecha radicado en Washington, pareció alegrarse con la noticia. Por fin tenía argumentos contundentes para rebatir las estadísticas del Pew Hisapanic, arguyendo que sólo había analizado los datos de 2014 y no el supuesto cambio radical que se dio en 2015.
Es más, la publicación en línea CR Conservative Review acusa directamente al Pew desde el mismo título del artículo: “Estudio del Pew, terriblemente deshonesto en la tendencia migratoria de México”.
Ciertamente el Pew no ha actualizado sus datos para 2015, pero el investigador principal en temas migratorios Jeff Passel aclaró públicamente su posición en una reunión de la Somede (Sociedad Mexicana de Demografía) realizada recientemente en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En opinión del especialista, las conclusiones de la encuesta mencionada (CPS) adolecen de serios problemas metodológicos.
También habría que tomar con pinzas el repunte en las remesas reportado por el Banco de México, porque no se señala un incremento de detenciones de mexicanos en la frontera, que suele ser el indicador de un aumento en la migración irregular. Es más, las aprehensiones en general fueron menores en 2015 (331 mil 335) con respecto de las de 2014 (479 mil 371). ( Border security report, 2014 y 2015).
De hecho, se requiere de cierto tiempo para tener una perspectiva adecuada y dar cuenta de un viraje sustancial del fenómeno migratorio, de que se ha marcado una tendencia. No es posible sacar conclusiones a partir de datos sueltos.
La metodología del Pew se basa, precisamente, en el estudio cuidadoso de un conjunto de fuentes estadísticas, incluidas las mexicanas. Durante más de una década esta metodología ha sido utilizada por diversas instituciones y analistas y hasta el momento no ha sido rebatida ni cuestionada. Es más, los analistas del gobierno del DHS la utilizan, con resultados similares a los del Pew.
Acusar al Pew Hispanic de deshonesto y tendencioso es francamente inadmisible. Pero así es el rejuego político en la actualidad, muy especialmente el debate electoral que utiliza como argumento fundamental para ganar votos el miedo y la amenaza que puede sobrevenir con una inmigración descontrolada.
Las razones que explican la caída de la migración mexicana son múltiples y complejas. En primer lugar hay que señalar el proceso de transición demográfica. En la década de 1970 el promedio de hijos por mujer era 6.5, una verdadera explosión demográfica. Las familias numerosas con un solo proveedor simplemente no podían mantenerse e invitaban a los hijos mayores a irse al norte. Ahora la situación ha cambiado radicalmente: con 2.3 hijos en promedio, esa opción ya no es urgente ni necesaria. Más aun después de la incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo.
En segundo lugar juega un papel relevante la economía estadunidense. La crisis de 2008 generó desempleo generalizado y afectó directamente a la comunidad migrante. Por otra parte, la remesa sistémica, que mantenía el flujo en movimiento (financiaba viajes y coyotes) dejó de funcionar, simplemente porque no había dinero y menos aún empleo para los nuevos migrantes.
La tercera razón es política. El muro sigue creciendo, al igual que los recursos para la Patrulla Fronteriza, de igual modo los costos y riesgos para la migración irregular. La política migratoria disuasiva y represiva ha provocado un doble efecto: los que cruzan la frontera se quedan indefinidamente, y los que son deportados ya no se arriesgan a volver por las posibles consecuencias punitivas.
La circularidad se ha roto en los dos sentidos. Pero los que se quedan en el otro lado ahora afrontan otra realidad: la deportación desde el interior de Estados Unidos sin importar familias, antigüedad y posibles derechos en caso de una reforma migratoria.
Finalmente, hay que tomar en cuenta un nuevo perfil del migrante mexicano, más educado y urbano. A diferencia de la migración centroamericana, los procesos de reunificación de las familias mexicanas se dieron en la década de los 90. En las regiones de migración histórica, los nuevos flujos tienden a ser legales y ha disminuido notablemente la emigración irregular.
Después de más de un quinquenio de haberse quedado sin argumentos acerca de la avalancha e invasión de migrantes mexicanos “ilegales”, ahora la derecha se lanza a la batalla con las endebles conclusiones de la CPS. Y en México se le hace eco con el repunte de la remesas.
El futuro es incierto, muy especialmente si la maquinaria económica de Estados Unidos empieza a demandar mano de obra y abre sus puertas. Ciertamente puede repuntar la migración irregular, pero no habrá marcha atrás en cuanto al cambio radical en los factores demográficos, políticos y migratorios.
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