EL DELFÍN
Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.
martes, 23 de agosto de 2016
Ideas y creencias: la 3 de 3 de AMLO
Ideas y creencias: la 3 de 3 de AMLO
Pedro Salmerón Sanginés
“L
as ideas se tienen, en las creencias se está”, sentenció José Ortega y Gasset para distinguir dos clases de pensamiento. Aunque difiero con muchas partes de aquel ensayo clásico, coincido en la distinción central que hace entre las ideas, que a uno se le ocurren o adopta y que, correctas o erróneas, requieren reflexión, articulado lógico y fundamentos. Por el contrario, las creencias nos vienen dadas, forman el continente de nuestra vida y no solemos discutirlas: las aceptamos cual nos las legaron y se nos confunden con la realidad misma. Pierden, por tanto, su carácter de ideas. Las ideas las producimos, las sostenemos, las discutimos, las propagamos, combatimos en su pro y hasta somos capaces de morir por ellas
Con las creencias propiamente no hacemos nada, sino que simplemente estamos en ellas. Por eso, no solemos formular (ni cuestionar) nuestras creencias: están ahí y guían nuestra forma de estar en el mundo
hasta que, añado yo, las hacemos conscientes y por tanto, podemos formularlas lógicamente y entonces, cambiarlas si así queremos.
La filosofía de lo mexicano y la historia nacional en tono priísta (que mostré en mis dos artículos anteriores) quizá fueron ideas para Octavio Paz o Emilio Uranga, pero el PRI y sus aliados, a través de planes de estudio, libros de texto, discursos políticos, sermones y homilías, películas, telenovelas y otros mecanismos, se encargaron de convertirlas en creencias, de hacerlas parte de nosotros mismos, lo mismo que la adjunta cultura política priísta, que parafraseando a Alberto Aziz Nassif podemos reducir a premisas como estas: el presidente es el patriarca de la nación; el PRI siempre gana, y cuando pierde, arrebata; quien quiera dedicarse a la vida política debe entrar al PRI; el estado de derecho es parte del país legal que tiene poco que ver con el país real; la corrupción no es un problema mientras alcance para el reparto clientelar.
La libertad (aparente) de las redes sociales nos permite medir la fuerza de estas creencias pues, además de ser un campo altamente propicio para la circulación de información horizontal, también lo son para el desfogue de rencores, para la calumnia muchas veces interesada y la manipulación de opinión inducida. Infinidad de veces hemos visto la inducción en Twitter, pero también, cómo operan las creencias. En estos días me llaman poderosamente la atención las reacciones frente a la llamada #3de3 de López Obrador, basadas en dos creencias sistemáticamente inducidas: todos son iguales (es decir, corruptos) y AMLO es un peligro para México.
Por lo tanto, cuando se les presenta una triple declaración en la que un político muestra que, a diferencia de sus similares de otros partidos, no se ha enriquecido en el ejercicio (o durante el tiempo en que ejerció) de un cargo público, la reacción inmediata es miente. No nos preocupa que los presidentes nacionales de los otros partidos tengan fortunas declaradas. Ni siquiera lo discutimos, creemos que así es la política. Lo que nos exalta y nos descoloca es que un político carezca de fortuna.
No importa que las declaraciones de AMLO sean detalladas y verificables. Hay que creer. Y frente a la creencia no hay argumento posible. No importa que preguntemos, ¿puede usted mostrar cuántas propiedades no declaradas tiene, o cuántas tienen sus hijos o su cónyuge?; ¿puede usted mostrar qué ingresos obtuvo, que no consten en sus declaraciones?, ¿tiene parientes cercanos o prestanombres al frente de compañías no declaradas?, ¿no escribe sus libros y no se venden, dejándole las regalías que públicamente se declaran? Muéstrenlo, como se ha mostrado, tras investigaciones periodísticas, la riqueza o las propiedades inexplicables de Enrique Peña Nieto (o su señora esposa), Luis Videgaray, Miguel Ángel Yunes y su espejo Javier Duarte, y tantos otros.
La calumnia y el libelo son armas recurrentes en la vida pública. Diseñadas para destruir reputaciones, tienen numerosas rutas y herramientas. Una de ellas consiste en calumniar, y luego exigir al calumniado que pruebe no ser o hacer lo que los calumniadores inventan. Pretenden no entender que un acusado sólo puede presentar pruebas de descargo sobre acusaciones concretas, es decir, refutar pruebas, no probar inocencia en el aire. Es inevitable, lo era desde antes: cada vez que en las redes sociales les pido a los que creen que AMLO es corrupto, a los que aseguran que es un peligro para México, que prueben de alguna manera sus dichos, que exhiban un solo documento, una prueba por pequeña que sea, se desatan los insultos: así funcionan, nos mostró Ortega y Gasset, las creencias como distintas de las ideas.
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