EL DELFÍN
Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.
domingo, 3 de abril de 2016
A la mitad del Foro
A la mitad del foro
La mala leche
León García
A
ntes de cambiarle nombre al Distrito Federal y dejarlo en CDMX, disponía el gobierno de la entidad que era y sigue siendo sede de la capital de la República, de un ingreso extraordinario al que llaman en el lerdo lenguaje tecnoburocrático, de capitalidad. Una rentita anual equivalente, o casi, a los 5 mil millones de pesos adicionales que Miguel Ángel Mancera anunció que pediría al Ejecutivo de la Unión. A Enrique Peña Nieto, pues.
Recursos para atender el transporte público, la extensión del Metro tantos años abandonado, a la que recurrió Marcelo Ebrard con las fatales obras de la línea 12 y de los trenes que intercomuniquen a las entidades atrapadas por la contaminación y la sobrepoblación en el valle de México y serranías circunvecinas. Megalópolis, la bautizaron los gobernadores de la pluralidad que ensayan el mando único de cacicazgos viejos y el ansia de anticipar su sueño de convertirse en candidatos del sistema plural de partidos a la Presidencia de la República: estado de México, Hidalgo, Puebla y Morelos. Y CDMX, Ciudad de México, no la Ciudad de México, como Ciudad Juárez no es la Ciudad Juárez, recordó en estos días de fiebre constituyente el constitucionalista Diego Valadés.
Nudo gordiano que pretenden deshacer con medidas de emergencia y sin filo. Hoy no circula. Va de nuevo. Saben, todo mundo sabe, que esa medida no resuelve el envenenamiento del aire, la contaminación y sus graves efectos sobre la salud pública. Los que hacen como que hacen política impusieron revisión y clasificación de los vehículos y el grado de contaminantes que generan a su paso por las embotelladas calles y avenidas de la todavía capital de la República. Se multiplicó el número de automóviles particulares, el parque vehicular, dicen los expertos. Los que pudieron, y fueron muchos, compraron otro coche para usarlo el día que al suyo le tocará no circular. Y los que fueran regentes y luego jefes de Gobierno del Distrito Federal, hoy CDMX, invirtieron en la construcción de una extensa maraña de segundos pisos para facilitar el flujo de autos particulares.
Imposible, repudiar el aburguesado remedio a la parálisis circulatoria. Algo es algo, y la inversión es también privada y se compensa con el cobro de peaje. Para los pobres que se multiplican y la clase media proletarizada en las crisis recurrentes, los destartalados autobuses de antaño, los microbuses que brotaron por miles en los tiempos del Negro Durazo; o en el mejor de los casos, los metrobuses que gozan de carril exclusivo para circular libremente y redujeron un carril al flujo vehicular. Saque sus propias consecuencias. Ah, con el aumento imponente de contaminantes, los que dictan medidas temporales de urgencia se dieron cuenta de los miles y miles de topes que hay en toda la ciudad, que el freno y arranque incrementa el consumo de carburantes y la contaminación ambiental: a derruirlos de inmediato.
El impulsor del Congreso Constituyente de CDMX mantuvo la proporcionalidad de notables, de los designados directamente y los elegidos por el espíritu de los borbones que llegaban acompañados de sus gentes de armas hasta las puertas de las Cortes de Cádiz. Hay un poder central en la órbita del centralismo por constituirse en CDMX, así como lo hay en la Federación que rodea a la imaginaria megalópolis, en la que los mandones del sistema múltiple concentran poder suficiente para responderle al de CDMX: ¡No! En Puebla, no, aquí mando yo y ya designé a mi candidato para vencer al del PRI. ¡No! En Hidalgo, no, aquí tenemos ya aspirante a gobernador del PRI para comicios extraordinarios en los que por primera vez elegiremos simultáneamente gobernador, diputados locales y presidentes municipales. ¡No! En Morelos, hay aire puro porque hay mando único, y aquí mando yo.
En el estado de México gobierna Eruviel Ávila, del PRI, y no tiene por qué preocuparse por derrotar al partido que lo hizo candidato cuando esperaban a otro, lo que Carlos Salinas llamó años antes “la nomenklatura”, anticipándose a la voz del tabasqueño López Obrador que condena desde el púlpito a la mafia del PRIAN. Ojo, el de Tabasco ve un sistema bipartidista al estilo estadunidense, pero con satélites al borde del hoyo negro. Ahí, lo que queda del PRD sigue ciegamente al líder externo, al pastor no militante, al que recurrieron Los Chuchos cuando perdieron posiciones y recursos fiscales. Agustín Basave esgrime el báculo: lo único importante es vencer al PRI.
Nada ha cambiado. La proeza de sacar al PRI de Los Pinos, resistir la incontinencia verbal de Vicente Fox durante seis años; ver a Felipillo santo convertirse en mariscal de campo y declarar la guerra al narcotráfico, imponer al país el estado de excepción ficticio y sembrar de tumbas el territorio nacional; asistir a la segunda alternancia, el tan temido retorno al poder del priato, la dictadura perfecta, según el ingenio del peruano Vargas Llosa. El Gatopardo era un tierno gatito, y de pronto los que olvidaron la reforma política para emprender la cadena de reformas electorales interminables subieron a la rueda de la fortuna, pero nadie se baja. Enrique Peña Nieto negoció, hizo política, concedió para concertar y logró el inesperado Pacto. Y a la mitad del camino se le adelantan los madrugadores, los adormilados por la transición en presente continuo.
Ya empezó la campaña presidencial de 2018, y aunque usted no lo crea, Miguel Ángel Mancera, el inocente y puro, designado sucesor por el hoy autodesterrado Marcelo Ebrard, ha manifestado ser la encarnación del candidato independiente que los sesudos y tenaces enemigos del sistema político mexicano, del nacionalismo revolucionario que creían cadáver, han proclamado esperanza del cambio verdadero: el aspirante independiente. No hay tal cosa, pero el llamado a vencer al inmortal partido único necesita de esa cualidad porque sería poco democrático admitir que se trata de candidatos sin partido. Que no es lo mismo. Y quien lo dude, vea al norte y llore las desventuras de El Bronco, recibido como el mesías del Cerro de la Silla.
El sistema plural de partidos se dispersa y la izquierda del PRD abandona los usos tribales para obedecer la voz de su pastor y apoyar en Chihuahua a Javier Corral, candidato del PAN a gobernador: no hubo alianza. Ni hace falta. En Zacatecas se impone a uno y se le desconoce para que otro sea el candidato: Rafael Flores o Pedro de León, tanto monta tanto... hay que derrotar al PRI, aunque sea con un priísta. En Puebla tampoco hay alianza; ahí, en la tierra de Maximino Ávila Camacho gobierna Rafael Moreno Valle, y éste ya designó al sucesor para el corto periodo de dos años. En Quintana Roo, para vencer al PRI, han hecho su candidato a Pedro Joaquín, heredero de origen tricolor.
Todos unidos en el combate imaginario contra el partido que decía ser heredero de la Revolución Mexicana. Y se fortalece el centralismo donde se había impuesto un frágil federalismo. Va a ganar el PRI en las elecciones de este 2016.
La nuestra es clase política sin ideologías confrontadas y a merced de los dogmas de la ortodoxia neoconservadora. Nuevo recorte al gasto público, anuncia Hacienda. El aristocrático secretario Meade es portador de buenas nuevas: leche a un peso el litro en los municipios más pobres de esta pobre República. Pero Liconsa ejercerá 3 mil 455 millones de pesos menos de presupuesto: 100 mil productores se verán afectados; 300 mil litros diarios irán al mercado libre y no a la mesa de los pobres. Eso sí es mala leche, señores de la disciplina fiscal.
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