EL DELFÍN
Este es un espacio para la difusión de conocimientos sobre Ciencia Política que derivan de la Carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México.
jueves, 14 de abril de 2016
Peru
Perú
Octavio Rodríguez Araujo
E
n Perú no hubo elecciones durante los gobiernos militares de Juan Velasco Alvarado y Francisco Morales Bermúdez, salvo la de la Asamblea Constituyente de 1978 que produjo una nueva constitución más democrática que la anterior. Ambos militares, y sobre todo el primero, quisieron asumir una suerte de bonapartismo antimperialista, contrario a la oligarquía empresarial y, por lo mismo, estatista. Empero, el saldo de sus políticas no fue el esperado y sectores importantes de la población exigieron cambios en favor de la democracia y de mejores condiciones de vida. Las primeras elecciones presidenciales posdictadura fueron en 1980 y el nuevo presidente fue precisamente quien había sido derrocado por los militares en 1968: Fernando Belaúnde Terry. Su partido fue Acción Popular que, por cierto, no participó en la Asamblea Constituyente en la que el APRA era hegemónico, pero la muerte (agosto de 1979) del indiscutible líder de este partido (Víctor Raúl Haya de la Torre) favoreció al de Belaúnde sólo en la coyuntura, porque para la sucesión de éste los apristas recuperaron su mayoría llevando a la presidencia a Alan García (1985-1990). El APRA es un partido que ha atravesado la historia de Perú desde 1924, cuando fue fundado con pretensiones de ser latinoamericano y no sólo nacional. Como Partido Aprista Peruano su historia comenzó en 1930. Aun así, la primera vez que logró gobernar el país fue en 1985, con Alan García como candidato. Ha sido, en general, un partido de centroizquierda cercano a las posiciones socialdemócratas y con algunos rasgos populistas. Su gobierno se vio agredido tanto por una extrema izquierda armada como por la derecha encabezada por el neoliberal Vargas Llosa y agrupada en el Frente Democrático (Fredemo) en el que participaron Acción Popular, el Partido Popular Cristiano y Movimiento Libertad. Vargas Llosa quiso ser presidente, pero en las elecciones le ganó alguien todavía más a su derecha, Alberto Fujimori, propuesto por su propio partido coyuntural denominado Cambio 90. El triunfo de éste se debió, de acuerdo con la versión de Mercedes García Montero y Flavia Freidenberg, a la subversión, el narcotráfico, la creciente intervención militar en los asuntos públicos, la violación de los derechos humanos y la hiperinflación (que de 1985 a 1990 sobrepasó 7 mil por ciento), además del avance de la violencia de Sendero Luminoso y del descrédito de todos los partidos políticos. Por todo esto podría decirse que la elección de 1990 fue quizá la primera en América Latina en la que triunfó un candidato considerado independiente, es decir, al margen de los partidos de vieja historia y como reacción a un relativo hartazgo de éstos o, en otros términos, a la debilidad de los partidos convencionales. Muy pronto, sobre todo después del llamado autogolpe de 1992 (disolución presidencial del Congreso de la República) y de la formación de grupos paramilitares todavía más sangrientos que los supuestos movimientos de extrema izquierda, Fujimori inició un periodo de fuerte autoritarismo y medidas económicas de corte neoliberal. Logró su relección en 1995 y aspiró a un tercer mandato, que consiguió, pero la corrupción de sus gobiernos y su falta de respeto a las instituciones truncó sus aspiraciones de continuar y, en medio de líos judiciales, terminó exiliado y finalmente extraditado de Chile a Perú donde ha sido sentenciado a prisión.
Después del gobierno transitorio de Valentín Paniagua ganó la elección presidencial Alejandro Toledo (2001-2006), del Partido Perú Posible. Su gobierno, de muy baja aceptación popular, fue de corte neoliberal (moderado por comparación con Fujimori) y alineado a los intereses de Washington. Lo sucedió Alan García, menos socialdemócrata que en su primera presidencia, lo cual fue percibido tanto por Hugo Chávez como por Evo Morales que respaldaron a Ollanta Humala que, en esas elecciones (2006), se presentó como antineoliberal. En 2011 Humala triunfó sobre la hija de Fujimori con una diferencia mínima, pero suficiente; sin embargo, en su campaña tomó distancia de Chávez y fue apoyado, en cambio, por Vargas Llosa y por Toledo. Su gobierno no se distingue sustancialmente de sus antecesores, razón por la cual perdió el apoyo de las izquierdas con las que había hecho alianzas en 2006. En el momento de escribir estas líneas se llevó a cabo la primera vuelta de las elecciones que llevarán al sucesor de Humala a la presidencia. En la primera ronda triunfó Keiko Fujimori, del Partido Fuerza Popular, y en segundo lugar Pedro Pablo Kuczynski de centroderecha. Verónika Mendoza, de la izquierda reunida en el Frente Amplio, quedó en tercer lugar. Se estima, en editorial de La Jornada (11/04/16), que estos resultados se deben, entre otras razones, a una descomposición de la vida política peruana que viene desde antes de la presidencia de Fujimori padre y se caracteriza por la pérdida de claridad ideológica y la liquidación de los partidos históricos. Salta a la vista, de confirmarse el triunfo de Fujimori en la segunda vuelta (el 5 de junio), que las fuerzas llamadas progresistas y antineoliberales no lograron afianzarse en los últimos años.
Con los cambios habidos en Venezuela y Argentina (diciembre de 2015), con los intentos de golpe parlamentario/judicial al gobierno de Brasil y con el previsible triunfo de cualquiera de los dos candidatos de derecha en Perú, ¿estamos asistiendo al principio del fin de los gobiernos de centroizquierda en América Latina?
rodriguezaraujo.unam.mx
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