Decisiones de banqueros centrales
Orlando Delgado Selley
L
os banqueros centrales están en los medios. Durante mucho tiempo la tarea de estos funcionarios gubernamentales era realizada fuera del escrutinio público. Incluso cuando se modificó su función, concentrándose de manera casi exclusiva en el control de la inflación, las decisiones sobre el objetivo de tasa de interés, aunque eran publicadas oportunamente eran del dominio casi exclusivo de agentes en el mercado de dinero y de algunos especialistas. La crisis económica que empezó en 2007, y que permanece con modalidades relativamente distintas, ha provocado que los banqueros centrales se conviertan en personajes de las primeras planas de los medios, por la audacia de sus medidas o porque sus decisiones afectan negativamente el funcionamiento económico.
La semana pasada, por ejemplo, Janet Yellen compareció ante el Senado estadunidense con el propósito de que fuera ratificado su nombramiento como presidenta del Banco de la Reserva Federal (Fed). En su comparecencia advirtió que el Fed no modificará su postura de relajamiento monetario, consistente en la compra mensual de 85 mil millones de dólares en instrumentos financieros, hasta que la tasa de desempleo se reduzca hasta niveles menores a 7 por ciento. Fue cuidadosa al señalar que el llamado tapering no está propuesto para decisiones inmediatas.
Aunque esta tasa ha descendido consistentemente, no lo ha hecho en la medida necesaria. Los datos recientes dan cuenta de que entre agosto y octubre se crearon en promedio 200 mil empleos mensuales, lo que aunque está por arriba de lo esperado, mantiene una tasa de desempleo que sigue siendo inaceptable. Más aún, la información de los desempleados de larga duración, los que tienen más de seis meses que perdieron su empleo y que dado que no han podido reubicarse han abandonado la búsqueda de empleo, da cuenta de una situación de difícil solución y que resulta muy inquietante para la economía estadunidense.
El Banco Central Europeo (BCE), por su parte, anunció el 7 de noviembre una reducción de su tasa de referencia de 25 puntos base, dejándola en 0.25 por ciento anual. La medida, que hace que las tasas de interés objetivo en la zona euro se equiparen a las que tienen el dólar y la libra esterlina desde hace más de tres años, fue explicada como respuesta a un nuevo riesgo: la deflación. El anuncio plantea que las tasas en esa zona se mantendrán en su límite mínimo hasta que mejore el crecimiento económico en los países del euro y empiece a revertirse el enorme nivel de desempleo en los países periféricos y en general en la zona euro.
Desde la llegada de Mario Draghi a la dirección del BCE se produjo un cambio significativo de enfoque en la conducci ón monetaria. La dirección anterior de J. C. Trichet puso por delante el cumplimiento de las metas de inflación, manteniendo a toda costa la decisión de no financiar gobiernos con problemas, pese a que ello contribuyera a que el costo del endeudamiento gubernamental para los países con dificultades se elevara sustancialmente. A esto siguió la decisión política del Consejo de Ministros de imponer medidas de austeridad fiscal que han provocado recesión.
Con Draghi la línea cambió. Su famoso planteo de septiembre de 2012, en el que advirtió que haría todo lo que fuese necesario para defender la moneda única, y que eso sería suficiente, abrió una ruta de acciones no convencionales que han convertido a ese banco central en un actor que impulsa una salida a la crisis europea. El Banco de Japón también ha ganado relevancia por su decisión de impulsar una inflación de 2 por ciento, a través de la inyección masiva de liquidez al mercado y que ha impulsado la tasa de crecimiento del PIB a niveles interesantes.
En el Banco de Inglaterra la llegada de J. Carney, ex director del Banco de Canadá, incorporó una política de medios para sostener su postura monetaria a partir de una especie de hoja de ruta de sus acciones. Estos banqueros centrales han ganado protagonismo por la importancia de sus acciones, otros sólo han ganado premios por su ortodoxia monetaria.